—Te he hecho una pregunta.
Respiré hondo, intentando calmar los nervios que empezaban a acumularse en la boca del estomagó.
Mierda, mierda, mierda.
Le mandé la orden a mis piernas a que se muevan. Lo hice más de una vez, pero seguía quieta en el lugar, con la mano en el aire, a centímetros de la tabla.
¿Qué hago?
Tal vez girar y enfrentar al tipo que tienes atrás.
En otro momento, seguro que me hubiera podido mover. Seguro que hubiera hecho todo lo contrario a lo que estaba haciendo ahora: parecer una idiota.
O una maleducada.
Cualquiera de las dos pegaba bastante bien, la verdad.
Pero lo que sucedía era que la voz de ese tipo había logrado que me paralizara. Que me entrara el pánico.
Recordé las palabras de Anna: No le digas a nadie de esto o me despedirán.
Cerré los
