Darío entro al pequeño cuarto al costado de su oficina, abrió la puerta al costado derecho y sacó una camisa y una corbata. Las cenas en casa de su familia no se extienden demasiado, si no intenta concretar una cita, comerán, dormirán a los niños y se irán al estudio para beber una copa, le hablara sobre los movimientos de la empresa y acabará de esta forma la noche. Desde la muerte de sus padres, el hombre ayudó con todo lo que necesitarán. Se tienen solo el uno al otro y los mellizos son apenas unos niños.
Sebastián tassara es un hombre mayor que se ha vuelto cada vez más sensible, enviudo joven, y para desgracia de su familia, su hijo y su esposa, murieron aun más jóvenes, cuando su hijo mayor era apenas un niño y sus nietos menores tenían solo meses de nacidos.
Arreglo su imagen en el espejo, vio sus hombros con esas delgadas marcas rojas, las uñas de carisa habían dejado rastros rojos en su piel cuando se quito la ropa.
Como se deshizo en sus manos, parecía tan inexperta y eso lo había calentado aun más. Regaño y mastico su propia imaginación, termino de vestirse y salió.
—puedes recoger a los niños en casa, yo manejare hasta allá.
Rey asintió y se marchó. No quiso preguntar porque se iría solo si detesta manejar, además había una copa de whisky cuando entró a la oficina.
Darío manejo cerca de 30 minutos en dirección al norte, estacionó en el amplio espacio abierto del hospital estatal y vio a la gente salir y entrar, pocas personas a esa hora.
Para su sorpresa estuvo cerca de 40 minutos ahí, solo faltaban 20 minutos para la cena con su abuelo, necesitaba siquiera 40 si el tráfico estaba a su favor para cruzar toda la ciudad y llegar donde su familia.
Encendió el motor pero de repente una moto negra, algo aparatosa, se puso a su lado. Estacionó con ese sonido tan atractivo apra cualquier persona que sabe de vehículos y la persona a su lado se enderezó.
El jeans ajustado, una chaqueta abultada para campear el frío, quito el casco con rapidez y sacudió su ondulado cabello. Se bajó de la moto y comenzó a guardar en un pequeño espacio que abrió en la parte trasera de la moto todo lo que se quito, quedando solo con un bonito suéter abrochado por el frente, dejaba ver parte de su piel en el vientre.
Ella acomodo su ropa, con una liga que sacó de algún lado ato su cabello en una coleta alta. Se vio por última vez en el espejo de la moto y se giro para ir en dirección al edificio.
Darío sintió que la sangre corría en un flujo constante hasta su pantalón, no había cerrado la boca mirando a la mujer, con dificultad para respirar.
¿Acaso creía que estaba filmando un comercial de motos? ¿O uno de productos para el cabello?
¿Qué demonios esta mal con esa chica?
Apretó el volante cuando la mujer salió de su campo visual, si bien ella ni siquiera se percató de su existencia, era innecesario verse tan bien para ir a trabajar.
Blanqueo los ojos y se recostó en el asiento, cubrió sus ojos con el antebrazo y respiro profundo.
Las mujeres consideran que verse bien es usar esos incómodos tacones qué para él son ruidosos, exagerar con el perfume y usar escote. Pero esta mujer con un jeans y una chamarra lo molestaba al punto de tener una vergonzosa erección en el auto, solo por hacer lo que seguramente hace todos los días.
El motor encendido rugio, salió del estacionamiento y se dirigió a casa de su abuelo.
La casa de anciano es considerada una de las bellezas de esa ciudad, una construcción familiar de más de 100 años de antigüedad. Nadie que sepa sobre la familia y el legado tassara es ajeno a ello, excepto esa doctora que ni siquiera sabía cómo se veía tassara o spencer.
¡Por dios! El es más atractivo, más rico y más famoso, es más alto y más conocido. Ha salido innumerables veces en la televisión y en las revistas, es codiciado por muchas mujeres y esta seguro que por algunos hombres también.
Bajo de su uato y enseguida uno de los guardias lo saludo, correspondió la amabilidad y le entregó su llave para que guardará el auto.
Camino a paso firme pero con la cabeza a mil por hora en esa entrada enorme y que considera innecesariamente distante desde donde dejan los autos pero que más daba, así era y punto.
—¿qué piensa mi niño hermoso?
—nana, es un gusto verla, ¿por qué aun lleva ese uniforme?
—Es mi ropa de trabajo, por supuesto las costumbres...
—ya deberías pensar en descansar. ¿Dónde está el viejo?
—esta en la sala con los niños.
El asintió y le dio un suave beso en la mejilla a la mujer. Una señora de unos 50 años que trabaja desde que tiene memoria en la casa de su abuelo.
El anciano la mantiene ahí diciendo una y otra vez que debe descansar pero ella parece que ama mantenerse ocupada, y Darío entiende en parte. La última vez que se enfermo la señora dalia, toda la casa se volcio un desastre que era de esperar, todo el mundo estaba a su cargo en esa casa contando al abuelo.
Darío oyó risas del anciano, más no de los niños que normalmente son ruidosos y están corriendo todo el tiempo. Antes de entrar a la sala principal saco su teléfono para ver un mensaje que había llegado en el camino. Saludo distante y luego elevó la vista.
No, no podía ser que sus ojos estuvieran jugandole una mala pasada.
Desde una esquina en un sofá cerca de un librero, estaba rey, se intercambiaron miradas y rey solo se encogió de hombros.
—señor tassara, no sabía su dirección así que vine a agradecerle en persona.