Capitulo 4

2190 Words
De vuelta en su habitación en casa de los Doss, Teddy suspiró y cerró los ojos. Ella estaba protegida en ese edificio. Tenía aparcamiento vigilado y las medidas de seguridad eran habituales. Estaría bien al menos una noche más. Mañana obtendría detalles sobre el acosador del que Nicky les había hablado en un raro desliz verbal relacionado con Holly. O al menos le había confiado a Dean que ese acosador espeluznante le enviaba mensajes a Holly, razón por la cual parecía tan nerviosa esa noche. No la dejaría sola e indefensa de nuevo. Esa era la excusa que necesitaba para ceder a su deseo de verla otra vez y reavivar lo que una vez tuvieron y los sueños que habían creado juntos. Sus padres los habían unido a la fuerza, con la esperanza de que su matrimonio uniera a ambas familias. Pero, en cambio, se habían conformado con fingir ser jóvenes enamorados. Él sonrió al recordar aquello mientras se recostaba en la cama, permitiéndose recrearse en el recuerdo de Holly que más lo atormentaba. Ella había sido la princesa perfecta de una familia irlandesa-australiana, pero, sobre todo, había sido perfecta para él. El recuerdo era vívido, como si hubiera ocurrido ayer. La imagen se reproducía en la mente de Teddy: con la fuerza y el entusiasmo propios de la juventud, había llevado a Holly en brazos hasta su habitación. Su casa estaba vacía mientras continuaban las celebraciones de Año Nuevo en casa de los O'Connell, calle abajo. Tras ayudarla a ponerse de pie, inclinó la cabeza para besarla con ternura y suavidad. Llevaban semanas planeando esta noche, y sintió cómo se le endurecía el cuerpo solo de pensar en lo que estaban a punto de hacer. —¡Menos mal! —suspiró Holly mientras se quitaba los tacones—. Quería verme sexy para ti esta noche y pensaba dejármelos puestos hasta que al menos vieras mi lencería nueva, pero me dolían muchísimo los pies —murmuró alegremente mientras hundía los dedos en la alfombra—. ¿Me ayudas con la cremallera? —preguntó, dándole la espalda. —Claro —aceptó, dando un paso al frente y bajando la cremallera para dejar al descubierto la suave piel de su espalda, sintiendo cómo la sangre le bajaba de golpe. La tela se aflojó y ella la dejó deslizarse de sus hombros, revelando sus pechos apenas contenidos por un diminuto sujetador frente al espejo al costado de la habitación. —Joder —murmuró como un cavernícola que solo podía gruñir lo obvio mientras la falda del vestido se deslizaba más allá de sus caderas, dejando al descubierto ligueros y medias. La imagen se le congeló en la mente. Su hermosa y perfecta princesa, más sexy que nunca. Apenas la recordaba en bikini, aunque la había visto con uno incontables veces. Sin embargo, esa imagen quedó grabada a fuego en su memoria. Al intentar superar ese momento, dejó que su mano se deslizara dentro de sus calzoncillos, mientras el mismo deseo lo asaltaba. Quizás fuera mayor y más experimentado ahora, pero Holly aún ejercía ese poder sobre su libido, como lo demostró esa noche al quedarse completamente mudo al verla. Exhalando de nuevo, recordó la imagen de ella revelándose ante él poco a poco. El sujetador había caído primero, y él había llenado sus manos con esos hermosos pechos, sintiendo los pezones duros presionar contra su palma. No era que no hubieran jugueteado antes, pero esta era la primera vez que tenía acceso libre y sin restricciones a su delicioso cuerpo, e inclinó la cabeza para succionar un pezón. —Oh, sí —gimió Holly suavemente mientras le acariciaba el pelo con los dedos. Luego bajó las manos para empezar a desabotonarle la camisa, tarea que él agradeció antes de apartarla. Se quedaron de pie, uno frente al otro, explorándose con las manos. Aunque se sentía seguro y disfrutaba de la suavidad y tersura de sus pechos, el roce de ella sobre su pecho era ligero y tentativo, descendiendo hacia el vello que coronaba su cintura. En ese instante, ella lo miró con una expresión de deseo que jamás había visto antes ni después. Era una mirada que deseaba volver a ver, más de lo que podía expresar. Era una mirada a la que deseaba acostumbrarse a ver a diario, o incluso con mayor frecuencia. Sus dedos se enredaron en su cinturón, dejándolo colgando de las trabillas mientras él la ayudaba con el botón de sus pantalones. Ella lo detuvo antes de que pudiera desabrocharse el pantalón. Bajó la cremallera muy despacio, rozando con los dedos su erección y mordiéndose el labio con un placer irresistible mientras volvía a mirarlo. —He sentido esto en mi mano y presionándome tantas veces, y ahora por fin lo veo —susurró Holly. Le abrió los pantalones y sus ojos se abrieron de par en par. Su m*****o erecto se había asomado por la bragueta de sus calzoncillos y ahora estaba expuesto a sus ojos hambrientos—. Oh, es incluso más grande de lo que imaginaba. —¿Cuántas veces te lo imaginaste? —le preguntó Teddy en tono de broma. —Últimamente todo el tiempo —dijo con una sonrisa burlona mientras sus dedos se enroscaban alrededor de su dura carne. La frescura de sus dedos le producía una sensación tan placentera que cerró los ojos y gimió de gusto, sin darse cuenta de que ella se había arrodillado hasta que sus suaves labios le dieron un beso en la punta, y sintió su increíble lengua húmeda deslizarse por toda la longitud de su pene. —¡Oh, mierda! —exclamó sin aliento. —¿Lo estoy haciendo mal? ¿Te he hecho daño? —preguntó, con preocupación reflejada en su rostro. —No podrías hacerlo mal. Eres increíble —susurró Teddy con voz ronca. Ella bajó la cabeza, succionándolo con la boca, y comenzó a moverse de un lado a otro. Se sentía tan bien, y él se alegró de haber esperado a que ella estuviera lista mientras la miraba tomar su pene entre sus perfectos labios rosados. Un cosquilleo le recorrió los testículos, y le advirtió lo cerca que estaba de correrse. Sin embargo, en lugar de detenerse, ella succionó con más fuerza. Finalmente, la chica de sus sueños lo succionó hasta dejarlo seco y se lo tragó todo en un acto que apenas podía creer que ella realizaría para él. Tenía esperanzas, por supuesto, pero la realidad fue mucho mejor que cualquiera de sus fantasías. La atrajo hacia sí en un fuerte abrazo. Su pecho desnudo se presionaba contra el suyo, y su m*****o ya comenzaba a endurecerse de nuevo. La empujó sobre la cama, le bajó las bragas para dejar al descubierto su preciosa vulva, y contempló con asombro sus hermosos labios rosados. Luego, inhalando su dulce aroma, besó esos delicados pliegues, su lengua deslizándose para separarlos. Se tomó su tiempo, su lengua explorando su clítoris y su entrada por igual, y ella se retorció de placer, emitiendo los gemidos más tiernos que jamás había escuchado. Había visto suficiente pornografía como para saber lo que hacía antes de ese día, pero la realidad era mucho, muchísimo mejor que cualquier fantasía que hubiera tenido al respecto. Su lengua rodeó lentamente el clítoris, y sus muslos se apretaron alrededor de su cabeza. Sus uñas se enredaron en su cabello, y él continuó estimulándola oralmente. Extendió la mano para agarrar sus increíbles pechos y los masajeó. Sus pezones estaban aún más duros, y pudo sentir cómo su respiración se volvía entrecortada antes de que todo su cuerpo temblara, y ella dejó escapar un largo gemido como una banshee al llegar al orgasmo, su sabor inundando sus sentidos. Él alzó la cabeza y sonrió cuando ella empezó a quejarse, hasta que lo vio subirse encima de ella. Sus cuerpos estaban alineados, con la punta de su pene rozando su entrada. Esto era lo que habían deseado y planeado para esta noche. Ella lo miró con ojos ansiosos y nerviosos, y él empujó sus caderas hacia adelante, gimiendo ante su estrechez caliente y suave. Ella se tensó bajo él, y él ralentizó sus movimientos, queriendo que ella estuviera cómoda, pero también queriendo superar esa barrera conocida con el menor dolor posible para ella. —Hazlo —susurró y cerró los ojos con fuerza. Sin querer prolongar demasiado el momento, penetró con fuerza, enterrándose lo más profundo posible antes de retirarse y volver a entrar en ella. Repitió el movimiento dos veces más hasta que ella gritó, y se quedó quieto mientras las paredes de su v****a lo apretaban por completo. Entonces, con pequeños movimientos, comenzó a retirarse un poco y a penetrarla de nuevo mientras ella lo sujetaba con fuerza, con el rostro pegado a su cuello. Pequeños gemidos comenzaron a escapar de sus labios mientras él continuaba con los movimientos suaves, y sintió cómo ella se relajaba bajo él de nuevo. —Fóllame, Teddy —susurró con voz lasciva al oído. Él supo que a partir de ese momento todo estaría bien, y no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en su rostro. Ella intentaba tranquilizarlo con esas palabras crudas y obscenas que siempre lo hacían reír. Él comenzó a embestir con más fuerza, y ella gimió más fuerte. Sus embestidas se convirtieron en golpes, y sus gemidos en fuertes y ardientes suspiros de placer. La cama crujió bajo ellos mientras perdían su virginidad y sus últimas inhibiciones. Los gemidos de Teddy se hicieron más fuertes que los de ella mientras oleadas de puro placer lo inundaban. Holly dejó escapar una última serie de gemidos agudos, en contrapunto a los de él, antes de desplomarse de nuevo sobre la cama junto a él. —Eso fue increíble —rió entre dientes, mientras sus pechos se movían al ritmo de su respiración agitada. Se inclinó para besarlo y sus lenguas se entrelazaron. Sus pezones erectos rozaron su bíceps cuando ella giró para recostar la cabeza sobre su pecho. Su vulva se frotó contra su costado y él levantó su pierna hasta que su muslo descansó sobre su pene, recuperando rápidamente la erección. Teddy gimió al recordar la imagen de él y su princesa perfecta congelada en su mente. Tiró la toalla en la que se había masturbado hacia el baño, donde podría tirarla por el conducto de la ropa sucia por la mañana. Necesitaba intentar dormir mientras se saciaba con los recuerdos de ella y la mejor noche de su vida, sin duda alguna. Mañana comenzaría su campaña para reconquistarla. Ahora que la había visto de nuevo, no podía alejarse otra vez, aunque supiera que debía hacerlo. ***** Carter casi siempre era la primera en llegar cada mañana a la cafetería Simply Beans. Estaba cerca de la tienda que ella y Holly habían construido a partir de un sueño y se convirtió en el punto de encuentro matutino de las cuatro amigas que trabajaban para mantener su negocio a flote durante la crisis del Covid. Cuando se acercó al mostrador, el dueño le sonrió ampliamente. —¿Lo de siempre? Tenemos una nueva porción de tarta para el desayuno, ¿te apetece? —preguntó. Levantó un plato con una porción cuadrada que podría describirse como una quiche, pero sin la masa. —Es de calabacín y zanahoria, sin beicon ni jamón —intentó convencerla, sabiendo que era vegetariana. —Claro, pide cuatro y diles que es la nueva rebanada de desayuno, sin mencionar las verduras —dijo riendo levemente. Luego, tras pagar la cuenta, tomó el número del mostrador y se sentó en su lugar habitual, junto a la ventana, a esperar a sus amigas. —Hola, Carter —dijo Vanessa al entrar y dejarse caer en una silla de su mesa, sabiendo que Carter habría pedido por ellas aunque le tocara pagar la cuenta a ella. —¿Sigues teniendo problemas para dormir? —preguntó Carter. —Necesito mudarme. Lo sé, pero mi apartamento está tan cerca de todo lo demás que sigo pensando que puedo soportar el ruido de los edificios de al lado —suspiró—. Últimamente no ha estado tan mal, pero dejé mis tapones buenos en la Cueva de Cristal. Compraré otros esta tarde —dijo bostezando. —Dame cafeína —dijo Nicky mientras se dejaba caer en una silla a la mesa, con aspecto de no haber dormido mucho. —Ustedes dos son lo peor —les reprochó Nessa, pero sonrió cuando Angelo llevó el café a la mesa junto con la rebanada de desayuno. —¿Es alguna porquería vegetariana insípida la que intentas darnos de comer? —gruñó Nicky, sin importarle que Angelo siguiera de pie junto a la mesa. —¡Hola, chicas! ¡Hola, Angelo! ¡Qué rico, esto se ve genial, gracias! —dijo Holly, tomando la última silla de la mesa—. Ay, parece que tendremos que pedir otra ronda en unos minutos, Angelo —dijo riendo al ver a los dos amigos con aspecto cansado esa mañana. —¿Qué te tiene tan alegre? —preguntó Carter, más interesado en el amigo feliz que en los dos desdichados.
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