Capítulo 31. Una invitada inesperada. El sol iluminaba la pequeña casita costera mientras las olas rompían suavemente en la orilla. Camila, con su determinación intacta y la dirección de Alicia en sus manos, llegó al lugar. El aire salado y la tranquilidad del paisaje contrastaban con la tormenta de emociones que llevaba dentro. Caminó hasta la puerta y tocó suavemente. Una mujer mayor, de cabello plateado y ojos amables, abrió la puerta. -- ¿Sí? ¿En qué puedo ayudarte, querida? – le preguntó la abuela de Alicia con una sonrisa amorosa en el rostro. Era la primera vez que alguien llamaba a su puerta desde que se mudaron a ese lugar. Camila respiro hondo, ajustándose el bolso que llevaba en el hombro. Sabía que debía manejar la situación con cuidado si quería conseguir lo que buscaba.

