Gregory se acercó a ella y colocó una mano sobre su hombro tembloroso.
"Lo siento, Lena", dijo, besándola en la frente una vez más.
La dejó entonces, y Lena se quedó sola con los caballos en los establos. Sintió como si alguien le hubiera dado un puñetazo en el estómago, y antes de que pudiera darse cuenta, el malestar que se le acumulaba en la garganta finalmente se desbordó, y cayó de rodillas y vació el contenido de su estómago en el suelo del establo.
Gregory nunca la había amado. Solo se divertía con ella. Pero ahora estaba listo para alguien serio. Y ella simplemente no era lo suficientemente buena.
Lena volvió a sollozar. Cada vez que intentaba contener el llanto, un nuevo torrente de lágrimas le caía de los ojos. Nunca se había sentido tan sola, y nunca antes la había traicionado de esta manera. Nadie la había preparado.
Lena hizo todo lo posible por controlar sus emociones una vez que los invitados empezaron a llegar al baile. Se bañó y se vistió con su uniforme formal n***o con encaje blanco.
Ella trató de ser agradable con los invitados que llegaban, mostrándoles sus suites y encargándose del alojamiento adicional, pero lo único que realmente quería hacer era llorar.
"He oído que los huéspedes están muy contentos con las habitaciones. Tú y Marie lo han hecho muy bien, Lena", dijo el Maestro Sterling. Lena no pudo evitar sonreírle. Era un hombre mayor y amable que la había acogido cuando quedó huérfana siendo una niña pequeña. Su madre había sido criada, y nunca se supo la identidad de su padre. Tras la muerte de su madre, Sterling se aseguró de que Lena siempre tuviera un lugar en su mansión.
"Gracias, señor", dijo Lena cortésmente.
"Estoy muy ocupada con mi adquisición y el compromiso de mi hijo, pero... bueno, aquí tienes", dijo Sterling, entregándole una pequeña caja. Lena olvidó por un momento el dolor que sentía y su sonrisa se ensanchó.
—Maestro Sterling —comenzó, conmovida por el gesto. Sterling le sonrió a la niña.
"Sabes que nunca olvidaría qué día es hoy. ¡Ábrela!", la animó. Lena abrió la caja, encantada con lo que contenía. Era una preciosa cinta para el pelo azul pálido.
"¡Muchas gracias, señor!" exclamó Lena, haciendo una ligera reverencia.
"Esperaba que eso te hiciera sonreír, sé cuánto te encantan. Tengo que irme rápido a la fiesta, querida, pero ¿subir corriendo y bajar las suites nobles?", preguntó. Lena asintió.
—Claro, señor. ¡Muchas gracias! —repitió Lena. Sterling asintió y se dirigió al gran salón.
Una vez sola, Lena volvió a sentirse herida. Intentó olvidarse de ese sentimiento y concentrarse en sus deberes, así que emprendió el largo camino hacia el ala oeste de la mansión, donde se encontraban las suites nobles.
Lena entró en la suite Crown, intentando con todas sus fuerzas contener las lágrimas. Se dio cuenta de que aún sostenía el regalo del Maestro Sterling, y entró al baño de la suite para ponérselo.
Se soltó el pelo del moño apretado, dejándolo caer por la espalda. Se ató la cinta a modo de banda en la coronilla. Le gustó cómo le quedaba y sonrió débilmente a su reflejo.
Lena guardó la caja en el bolsillo de su delantal de encaje blanco y salió del baño, cruzó el salón y abrió las puertas dobles del dormitorio.
Arrugó la nariz con disgusto al ver el cuadro que representaba una tormenta colgado sobre la cama. Sin embargo, la cama resultaba acogedora, con sus ricos tonos oscuros y sus finas telas.
Empezó a quitar las almohadas decorativas y a reemplazarlas por almohadas para dormir rellenas de plumas de ganso. Abrió las sábanas y el edredón, intentando no pensar en todo lo que Gregory le había dicho esa misma tarde.
Finalmente, no pudo contener más sus emociones y Lena rompió a llorar. Sintió un dolor muy intenso en el corazón y sintió que podría volver a enfermarse. Pero en ese momento, no le importó.
Lena sollozaba tan fuerte que ni siquiera se dio cuenta de que había una segunda persona en la habitación.
"¿Y ahora por qué llora una chica tan hermosa como tú?", dijo una voz masculina grave. Lena hipó sorprendida y se secó la cara rápidamente, intentando localizar a quien hablaba.
Estaba de pie en la puerta con corbata blanca. Era alto e increíblemente masculino, corpulento y de aspecto imponente. Tenía una espesa cabellera negra, ligeramente salpicada de canas en las sienes, que se le ponía pegada en la nuca. Unas cejas gruesas, oscuras y expresivas se asentaban sobre unos ojos hundidos, de color gris acero. Su mandíbula y barbilla eran anchas y firmes. A Lena, le pareció peligrosamente guapo.
"Lo siento mucho, señor, solo estaba... preparando las habitaciones para dormir. No sabía que llegaría tan temprano", balbuceó. Él se acercó lentamente a ella, y Lena empezó a sentirse increíblemente pequeña en comparación con él.
—No hay problema, de verdad. ¿Cómo te llamas? —preguntó. Sus ojos acerados parecían ver a través de ella, y ella empezó a sentirse incómoda.
"Lena", respondió ella.
"Un placer conocerte, Lena. Soy Renz", dijo. Lena hizo una reverencia.
"Disculpe la molestia, señor. Me voy..."
—No te vas a ir a ninguna parte —interrumpió Renz. Lena abrió mucho los ojos.
"¿Perdón?", preguntó. Renz sonrió y se quitó la chaqueta.
"Dije que no te vas a ninguna parte. Tú, Lena, me vas a decir qué hizo llorar a una chica tan hermosa como tú. Y haré todo lo posible por ayudar", dijo en voz baja. Lena negó con la cabeza.
"Señor, es muy amable de su parte, pero realmente tengo que terminar de limpiar las habitaciones", respondió Lena.
—Solo unos minutos, Lena. ¿Por qué llorabas? —preguntó Renz.
Lena no pudo contenerse más y rompió a llorar de nuevo. Renz se acercó y la atrajo hacia su torso, envolviéndola con sus brazos. Estaba demasiado triste para protestar, y ni siquiera pensó en lo inapropiada que era la situación.
—Tranquila, cariño... ¿qué pasó? —preguntó Renz, acariciándole la espalda con ternura.
—M-mi galán... el hombre que creía que me amaba... ¡está enamorado de otra! ¡Y le propuso matrimonio esta mañana... y hoy es mi cumpleaños! —gritó Lena. Renz le acarició el pelo con suavidad.
—¡Feliz cumpleaños, Lena! ¿Cuántos años cumpliste hoy? —preguntó. Lena sollozó.
"Dieciocho, señor", respondió ella.
"Qué jovencita tan joven. ¿Qué clase de hombre se atrevería a romperte el corazón así?", preguntó Renz. Lena rompió a llorar con más fuerza.
"Él dijo que... soy inmadura y no puedo satisfacer sus necesidades", sollozó Lena.
Renz la condujo suavemente hasta el cojín al pie de la cama y le hizo señas para que se sentara.
"Espera aquí", dijo Renz, saliendo rápidamente del dormitorio y cerrando las puertas dobles detrás de él.
Su breve partida le permitió a Lena volver a la normalidad. ¿Qué estaba haciendo? Él era un invitado del Maestro Sterling, y ella lloraba con él por sus problemas amorosos. Seguramente la despedirían si Sterling se enteraba...
Renz entró, interrumpiendo sus pensamientos. Llevaba una botella de champán y dos copas. Se arrodilló frente a ella, donde estaba sentada en el cojín, y sirvió dos copas, entregándole una. Aún parecía corpulento, a pesar de estar arrodillado frente a ella.
"Bebe esto", dijo en voz baja. Lena negó con la cabeza.
"Nunca había bebido champán", admitió tímidamente. Renz rió entre dientes.
"Pruébalo. Quizás te guste. Insisto", dijo Renz. Lena dio un sorbo tentativamente, disfrutando del sabor ligero, dulce y burbujeante.
"Ya está... toma un poco más", le instó. Lena dio unos sorbos más con confianza y enseguida terminó el vaso.
Renz le entregó su vaso, del cual ella tomó un sorbo.
"Me parece que este hombre era completamente indigno de una mujer como tú", dijo Renz. Lena frunció el ceño.
"¿Qué quieres decir? Es... guapo. Trabaja en los establos... con los ponis y los... caballos", dijo Lena, con una extraña dificultad para hablar. Empezaba a sentir un extraño mareo que nunca antes había sentido.
"Lena, ya veo que eres una chica muy vibrante. Te mereces a alguien tan apasionado como tú. Alguien que también disfrute guiándote", sugirió Renz. Lena se encogió de hombros torpemente, derramando un poco de champán.
"Lo siento mucho, señor. ¿Esto es lo que significa estar borracho?", preguntó Lena. Renz rió con fuerza.
—No, cariño, no creo que estés borracha todavía. Pero quizás estés un poco achispada. Dime, ¿has comido algo últimamente? —preguntó. Lena negó con la cabeza, dándose cuenta de que, en realidad, no había comido nada en todo el día.
"Quizás debería... ir a mi habitación. No, tengo que terminar de arreglar las camas. Pero después, creo que debería dormir", dijo Lena, arrastrando las palabras, mientras empezaba a levantarse. Renz la agarró por su diminuta cintura y la sentó de nuevo en el cojín.
"No te vas", dijo Renz con calma. Esto hizo que Lena frunciera el ceño.
"¿Por qué no?", preguntó. Renz le sonrió con cariño y empezó a juguetear con su cabello en el centro de su espalda.
—Porque aún no he terminado contigo. ¿Cuánto tiempo estuviste con ese trabajador del establo? —preguntó Renz.