Esclava de tu Lujuria

MALDAD PURA

Flor no ha podido hacer que su hija huya de ese contrato que no le da la seguridad de nada. El día de la firma del contrato llego y ella está muy preocupada, su hijo no es de mundo, nunca ha salido de su poder, lo único que conoce es lo que ella le ha enseñado. Si ese hombre la daña nunca se lo perdonara. La ve arreglarse con su ropa desgastada, porque dinero para comprar no tienen, Pedro solo les hace llegar la alimentación, de escondidas de su esposa.

—Hija, no vayas.

—¡Lo siento madre! Tu salud es primero.

—Crees que me sentiré bien, aliviarme y que tú estés sufriendo con un viejo que no te ama.

—Madre, quiero que salgamos de esta situación, soy fuerte no me rendiré ante nada, sabré sobrellevar lo que me venga encima. Únicamente confía en mí.

—Hija, que hice para merecerte.

—Ser la mejor madre del mundo.

—No digas eso, si lo hubiera sido, no estaríamos en esta situación.

—Lo eres, me has mantenido tu sola sin ayuda de ese hombre que dice ser mi padre.

Ella la abraza fuerte, su hija es su tesoro y ahora ella se está sacrificando por su salud. Rosalinda sale del apartamento, su corazón late fuerte, camina hasta el sitio donde quedaron de firmar el contrato, revisa la dirección que le enviaron. Se detiene para corroborar la dirección, vuelve a doblar el papel y lo guarda dentro de su vieja cartera, la que su madre le regalo cuando cumplió los doce años.

—He llegado, solamente espero poder ayudarla, soportaré todo.

Entra al bufete del abogado, respira hondo antes de tocar la puerta, para su sorpresa nada más hay un hombre detrás de un enorme escritorio, que la ve con una sonrisa, eso es lo que ve cuando una mujer le abre la puerta y la invita a pasar a delante.

—Bienvenida. Tome asiento.

—Gracias.

—Ya tengo listo los documentos, quiere leerlos.

—Sí.

Ella tomó la documentación, la verifico por unos minutos, no comprendía nada, había letras pequeñas que no podía interpretar, estaban escritos con un léxico que ella no entendía. Le volteó a ver con un poco de vergüenza

—Tiene la amabilidad de resumirme este contrato.

—Desde luego que sí. Aquí debe poner su nombre completo y todo lo que conlleva su registro, el señor bruno lo llenara después, aquí solo se modificó sus responsabilidades con el señor Bruno, las de una esposa.

El abogado la observa y le causa gracias que ella no pierde detalle de todo lo que le dice, la chica le parece ingenua y muy bonita, ahora comprende por qué su jefe se obsesionó con ella. Sin saber que la que tiene frente a sus ojos no es la persona que Bruno espera.

Después de escucharlo Rosalinda decide firmar. Firmo tantos papeles que sus dedos dolían, vale que practico en casa muchas veces esa firma porque ahora llevaba el apellido de Montalván.  

—Perfecto, es todo, únicamente faltaría la firma del señor Bruno.

—Ese hombre, ¿Usted lo conoce?

—Desde luego.

—Podría describírmelo.

—¡Lo siento! La identidad de mi cliente es confidencial. Es todo por hoy en cuanto él la requiera se le notificara.

—¿Ya estoy casada?

—Aún no, falta que él firme y que ponga los edictos correspondientes.

—Gracias, estaré pendiente.

Ella sale del bufete, ahora solo es cuestión de esperar, busca un teléfono público, marca el número que le proporciono la esposa de su padre, para informarle que ya firmo y que le compre los medicamentos a su madre.

—Soy yo.

—¿Qué quieres?

—Nada más quiero que sepa que ya firme, podría mandar los medicamentos a nuestro apartamento.

—No los he comprado aun, en cuanto el abogado me contacte los compro. No vuelvas a llamar a mi casa, únicamente espera que los envíe.

—Pero usted dijo…

—No tengo tiempo en este momento, adiós.

Le ha cortado la llamada, Rosalinda tiene grandes ganas de llorar, pero soportará, su madre no puede verle rastro de lágrima en sus ojos. Se queda un rato mirando a la nada, perdida en sus pensamientos, se siente tan sola y desprotegida, ella no está pidiendo lujos solo los medicamentos para que su madre soporte la enfermedad.

—¡Porque es tan inhumana!

Al llegar nuevamente al apartamento Flor abrió de inmediato la puerta, estaba tan ansiosa por saber de ella, que estaba a la expectativa de su llegada, Rosalinda fingió estar bien y feliz.

—¿Cómo te fue hija?

—Todo bien mami.

—¿Lo conociste?

—No, únicamente el abogado y yo, él me puso a firmar los documentos, lo hice tal como lo indico.

—Entonces no conociste a ese hombre.

—No.

—Hija estas a tiempo.

—Ya firme madre, además ya le dije a esa mujer que comprara los medicamentos, tu salud es primordial.

—Esa mujer no va a cumplir.

—Lo peor que te involucro en esta locura.

—Si no cumple, buscaré otros medios.

—¿Qué quieres decir hija?

—No te preocupes madre, todo estará bien. Haré algo de comer, siéntate.

—Estoy bien, déjame a mí cocinar. —En eso un mareo de repente la sacudió.

—¡¡Mami, te sientes bien!!

—Si hija, solo un leve mareo.

—Haré algo rápido para que comamos.

Rosalinda sabe que eso es cuestión por no consumir sus medicamentos que se le han agotado, solamente ruega en sus adentros que esa mujer cumpla con su palabra y le haga llegar el resto de los medicamentos.

Ana le informa a su esposo que la joven ha firmado, Pedro se alegra porque su empresa estará a salvo, más ahora que va en crecimiento. Ana le da un ultimátum para que saque esa mujer de ese apartamento, y la envíe lejos.

—Mujer, no puedo hacer eso, le prometí que ahí vivirían.

—Me vale un pepino tu promesa, quiero a esa mujer lejos. En cuanto esa mocosa se vaya con ese hombre, quiero esa mujer lejos de aquí.

—No seas injusta, ella no esta conmigo, ni siquiera me habla.

—Has lo que te digo, no querrás que esto salga a luz pública.

—Está bien lo haré. En cuanto ese hombre me libere de la deuda, veré a donde enviarla.

—No quiero que le brindes ninguna ayuda, esa mujer que se las arregle sola.

—Ella esta enferma.

—Entonces que se muera.

Pedro está atado de manos por su mujer, que tiene un carácter muy fuerte. Una vez yéndose Rosalinda ella actuara para deshacerse de esa mujer, fingirá que le está comprando los medicamentos, pero en realidad dejara que se muera en la pobreza.