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Kira, La Colonia, habitación de Angh
—Estás despierta —dijo Angh con voz somnolienta y un murmullo áspero cerca de mi oído. Estábamos acurrucados en su enorme cama; mi cabeza descansaba sobre sus gruesos bíceps y su otro brazo estaba sobre mi cintura, sosteniendo mi pecho desnudo. Yo sentía cada centímetro de él con fuerza contra mi espalda, incluso sus piernas, ya que estaban flexionadas y entrelazadas en plena longitud con las mías.
Sonreí en el oscuro cuarto.
—Tú también. —Meneé mis caderas contra la gruesa dureza que crecía, se engrosaba y se apoyaba en mi espalda.
Él gruñó, moviéndose y presionando sus caderas hacia adelante para que su polla se deslizara a lo largo de mi trasero, entre mis piernas, extendiendo mis hinchados y abiertos labios desde atrás, mientras se recubría e
