Yo deseaba a la hembra. Y por la forma en que su mirada se detuvo en mí, y sostuvo la mía, supe que ella no se resistiría.
Ella era mía.
El prillon cargó hacia mí, pero yo ya no estaba de humor para pelear. Quería follar. Quería degustarla.
Quería reclamarla.
Había planeado jugar con el guerrero, dejar que me golpeara un par de veces, permitirle que me sacara algo de sangre, dejar que él también sangrara un poco su angustia y que se agotara antes de terminar con él. Pero ya no me sentía complaciente.
Permitiendo que la bestia saliera por un momento, me balanceé con fuerza y recibí el golpe del prillon de refilón aterrizando en mi pecho. Impacté en su mandíbula sintiendo cómo sus huesos se rompían y supe que los médicos correrían a la arena con una varita ReGen para estabilizarlo antes
