La sala de reuniones del comité de campaña olía a café recién hecho y ambición. Vicente Altamirano ocupaba la cabecera. Casimiro Landeros a su derecha, como siempre. Rafael, con el saco desabotonado, estaba de pie junto a una de las ventanas, con los brazos cruzados. El ambiente estaba cargado. —¿Así que decidiste prescindir de Lorena? —preguntó Vicente, con tono neutro pero ojos fríos. —No decidí —respondió Rafael, girándose lentamente—. Actué. Ella se metió donde no debía. —¿Y no crees que eso debiste discutirlo antes con tus asesores? —cuestionó Vicente—. No era una simple secretaria. Casimiro cruzó las piernas y se sirvió una copa de whisky. —Ya me enteré de lo que pasó —intervino, con una sonrisa apenas curvada—. La mujer se metió donde no la llamaron. Bien despedida está. Vic

