La encontró inclinada sobre el sanitario. El sonido seco de las arcadas rebotó en las paredes. Rafael se acercó, sin saber si tocarla o darle espacio.
—¿Qué pasa? ¿Estás enferma? ¿Te duele algo? —Su voz era pura preocupación—, voy a llamar a un médico.
Esmeralda alzó una mano temblorosa para detenerlo.
—Estoy bien… —susurró, sin mirarlo—. No llames a nadie. No quiero médicos ahora.
—¡¿Cómo qué no?! —espetó él—. Esmeralda, jamás te enfermas. Esto no es normal. Voy a llamar a un doctor ahora mismo.
Ella se incorporó despacio, se enjuagó la boca y lo miró a través del espejo.
—Hoy he vivido demasiadas emociones. Eso es todo. El estrés… el cansancio… No quiero arruinar la noche. Solo… dame unos minutos, ¿sí? Quiero arreglarme un poco. Y cenar contigo.
Rafael apretó la mandíbula. No est
