Qué empiece tu caída...

1561 Words

Mientras Esmeralda terminaba de entregar unas botellas de agua a los voluntarios y verificaba que las madres con niños pequeños estuvieran bien ubicadas bajo sombra, notó movimiento en uno de los pasillos laterales. Al girarse, lo vio. Rafael había dejado de estar a la distancia, ya no era solo el hombre trajeado observando desde lejos, con los brazos cruzados. Ahora caminaba entre la gente con las mangas de la camisa arremangadas, el sudor en la frente y la corbata guardada en el bolsillo. Se había acercado a un grupo de vecinos, hombres y mujeres mayores, todos con rostros curtidos por el sol y las dificultades. —¿Qué es lo que más necesitan aquí? —preguntó con voz clara, pero sin arrogancia. Un hombre levantó la vista. Sus manos estaban callosas, y el gorro desteñido hablaba de año

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