Esmeralda sintió una presión en el pecho. Claro que la recordaba. Cuando era adolescente, solía verla en las portadas de revistas, en cenas políticas, en esas fotografías donde Rafael aparecía con ella como si el mundo les perteneciera. Isadora había sido su gran amor. La mujer ideal. La que todos querían para él. Y ahora… estaba ahí. —Sí, me acuerdo —dijo Esmeralda, con frialdad contenida. Isadora ladeó la cabeza, como si estuviera observando una obra menor. Su sonrisa era tan perfecta que dolía. —Qué bien. Aunque debo decir… estás muy distinta. Más madura. Supongo que las experiencias fuertes nos cambian, ¿no? Vicente fingió no escuchar el veneno que flotaba en cada palabra. Dio un par de pasos por el salón, como quien se permite una tregua. —Rafael ha pasado por mucho. Todos lo h

