*TREVOR* Abandonar mi despacho durante ocho semanas para navegar por el Mediterráneo me parecía una contradicción. Mi instinto me decía que debía ir a Londres y luchar desde allí por el acuerdo de esa empresa. Pero eso no me había servido de mucho en los doce últimos meses, y ahí estaba, preparándome para la batalla en un yate de lujo. Abrí la cremallera de una de las tres maletas que había llevado y saqué el teléfono por satélite. ¿De verdad la gente era tan perezosa que le pedía a otra persona que deshiciera la maleta por ella? Negué con la cabeza al recordar a mi mujer. Marqué el número de mi primo en el teléfono por satélite que me había hecho llegar esa misma mañana a mi piso de Londres. —Trevor. ¿Ya estás a bordo? —Preguntó Evan. Lo primero que había hecho tras el fracaso del acue

