Escuchamos la puerta de la entrada, era el abuelo con Rocío que venían con las bolsas que había comprado en el centro comercial. —¡Aquí están! Me siento feliz porque por fin tengo a mi lado a mis nietas, ahora si puedo morir tranquilo —mencionó entrando junto con Rocío y poniendo las bolsas sobre la cama. —No digas eso, abuelo, ahora que lo hemos conocido, queremos disfrutarlo y mimar —le digo tomándolo del brazo y ayudarle a sentarse en el sillón. —Esto es tuyo, todo lo que vez ahí es para ti, mi hermosa nietecita —le dice a Natalia señalando las bolsas que Rocío puso en la cama. —Gracias abuelito —agradece mi hija y lo abraza, abrió las bolsas, había de todo desde bolsas zapatos pijamas, vestidos y conjuntos de buen gusto. —Espero y te guste lo que te compre y lo que me pidas, yo te

