Capítulo 1

1159 Words
Salí de Cronwell tan rápido como pude y tomé el primer taxi que vi pasar por la calle. Subí de un salto y apreté fuertemente el bolso que llevaba en mis manos mientras miraba la fachada de mi empresa alejarse poco a poco. Mi empresa. No pude evitar sonreír al pensar en todo lo que había logrado en mis 25 años de vida. —A esta dirección, por favor —le dije al taxista dándole una nota, como si temiera que la emoción que sentía pudiera escaparse si tardaba demasiado. Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento, cerré los ojos un momento y dejé que la alegría me invadiera. Hace poco más de un año, Dylan, mi novio; Bianca, mi mejor amiga; y yo fundamos Cronwell con la esperanza de convertirla en la mejor empresa de tecnología del país. Habíamos puesto todo de nosotros en este proyecto, aunque si soy honesta, fui yo quien pasó más noches en vela, esforzándome para que todo funcionara. Cada línea de código, cada estrategia, cada llamada importante pasaba por mis manos. Sabía que a veces era demasiado inflexible con mis horarios, lo que inevitablemente terminaba en discusiones con Dylan. Pero todo ese sacrificio estaba a punto de dar frutos. Esperaba que cuando le contara lo que estaba por pasar, entendiera por fin por qué había trabajado tan duro. Si todo iba bien, ganaríamos millones. Y aunque el dinero no era lo que más me movía, reconfortaba saber que al fin podríamos tener una vida cómoda. Podría ver ese apartamento que tanto quería, podría permitirnos viajar, darnos ciertos lujos... Pero más allá de eso, era el orgullo de haber logrado algo tan grande con mis propias manos lo que me llenaba de felicidad. Esta noche le demostraría a Dylan la verdad. Le contaría todo, le mostraría que cada desvelo, cada momento en que pospuse nuestras citas o llegué tarde a casa, había valido la pena. Y luego... luego vendría lo mejor. Un momento solo para nosotros, para celebrar de la manera que tanto le gustaba. Sonreí para mí misma. Esta noche iba a ser perfecta. Salí del taxi y subí las escaleras del edificio casi saltando de la emoción. Metí las llaves en la cerradura y giré para abrir, sin siquiera pensarlo. El silencio fue lo primero que noté. ¿Dylan estaría dormido? No importaba, la sorpresa que traía lo despertaría feliz. Caminé hacia la sala y me detuve en seco. Una cena romántica estaba dispuesta en medio de la alfombra. Velas encendidas, dos copas con vino y platos de comida que aún humeaban. Mi pecho se contrajo de golpe. ¿Me había preparado esto a mí? Mi corazón empezó a latir con fuerza. Tal vez Dylan ya sabía lo del trato, tal vez quería celebrarlo conmigo... Pero entonces mi mirada se posó en algo más. Una prenda oscura. Un sujetador. Uno que no era mío. El aire se me atascó en la garganta. Mi mente se negaba a procesar lo que estaba viendo, pero mis pies avanzaron por sí solos hacia el pasillo. Escuché un murmullo. Mi corazón retumbaba en mis oídos. Empujé la puerta de la habitación. Y ahí estaban. Dylan... y Bianca. Enredados en las sábanas como si no les importara nada en el mundo. Mi bolso cayó al suelo con un golpe seco. Dylan se lanzó fuera de la cama, llevándose el edredón de felpa con él. Se lo envolvió a la cintura como si ese trozo de tela pudiera borrar lo que acababa de ver. Respiraba con dificultad, el pecho subiendo y bajando a un ritmo frenético. —¿Claire? —Pasó una mano por su cabello rubio, despeinándolo aún más. —Sí. Hola. ¿Recuerdas? Tu novia. —La palabra me salió como un escupitajo. Dylan intentó sonreír, esa media sonrisa torpe que antes encontraba adorable. Ahora solo me revolvió el estómago. —Um... —Empezó a encogerse de hombros, como si con eso pudiera suavizar lo que había hecho. —¿En serio? —Solté una carcajada amarga, completamente incrédula. Él tiró del edredón blanco, esquivando mi mirada. —Se supone que no debías estar aquí hoy... —murmuró. —Correcto. —Mi voz destiló sarcasmo. Lo señalé con el dedo, incapaz de contener la rabia que me ardía en el pecho—. Porque, claro, ¿por qué no sorprender a mi novio? ¿Por qué no confiar en que él me es fiel? —Es solo que... —Dylan volvió a intentar esa estúpida sonrisa—. Planeaba contártelo. —¿Cuándo? —interrumpí, sintiendo que la furia burbujeaba bajo mi piel. —¿Eh? —¿Cuándo iban a decírmelo? —Di un paso hacia la cama y luego miré a Bianca. Antes de que Dylan pudiera detenerme, arranqué la sábana de la cama de un tirón. Una risa aguda se ahogó en el jadeo de Dylan. —¿Honestamente, Claire? —La voz de Bianca retumbó en mis oídos. Se levantó de la cama sin ningún pudor, su cuerpo desnudo deslizándose hacia él como si nada importara. Se apoyó en su costado y le rodeó la cintura con un brazo—. Bien podríamos contarle el resto. —¿El resto? —repetí, apenas procesando sus palabras—. ¿Qué más hay que contar? ¿No fue suficiente con traicionar nuestra relación? Mi voz se quebró un instante, pero respiré hondo y me enderecé, sacando el mentón hacia adelante. —Mi mejor amiga y mi novio. Supongo que no hay cliché más patético que ese. Aprendí algo muy valioso al crear mi empresa: nunca mostrar debilidad. Nunca permitir que te vean perder. Dylan apartó el brazo de Bianca y dio un paso hacia mí. —Mira, Clari... —empezó, usando ese estúpido apodo que me molestaba tanto—. Es solo que has estado tan... metida en la empresa. Ya no nos divertimos. Estás siempre tensa, pareces una monja con ese peinado y esas gafas. ¿Y esos trajes? Vamos, Claire, ni siquiera te arreglas para mí. Es como si ya ni siquiera me quisieras... —No me des esa patética excusa por tu comportamiento —lo interrumpí, sintiendo cómo la furia brotaba por cada poro de mi piel. Tomé mi bolso del suelo con más fuerza y lo balanceé, golpeándolo en el hombro. Tropezó hacia atrás, tambaleándose como si le hubiera dado un golpe de gracia. —Pobre Dylan —espeté, mi voz helada—. Tuvo que lidiar con una novia que solo intentaba hacerlos ricos. El pobre bebé tuvo que consolarse con la primera mujer que se le metió en la cama. Retrocedí hacia la puerta, sintiendo que las lágrimas se acumulaban en mis ojos, pero no les di el gusto de caer. —Ustedes dos son patéticos. Estaba a punto de salir de ahí cuando la voz de Bianca me hizo detenerme. —Estamos vendiendo Cronwell—. Bianca se cruzó de brazos y ladeó una cadera.
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