Marí. Cuando ayudé a aquella mujer que se cayó en plena calle, jamás imaginé en qué terminaría todo aquello. Durante todo el camino de regreso a casa, no podía apartar de mi mente lo que acababan de contarme mis compañeros. —¡No te imaginas quién resulta ser ese tal Bert! —exclamó Carlos, con los ojos brillando de emoción. Lo miré fijamente. A diferencia de mí, él no parecía sentir ni un ápice de miedo ni preocupación. —Es Abel Ron —anunció con aire triunfal—. El hijo del dueño del Banco R. —Y hay pruebas circunstanciales que lo vinculan con el asesinato de Ángel Valverde —añadió Santi. —¿Cómo es posible? —pregunté, sin poder disimular mi asombro. —Las maletas son la clave —respondió Carlos, bajando un poco la voz. —Eran artículos de moda exclusivos, numerados de fábrica... —¿Com

