William El aire fuera olía a leña y promesas falsas de vacaciones. Conduje sin prisa, como si alargar el trayecto fuera una forma de postergar el vacío que me esperaba al llegar. Solo que… esta vez no me esperaba vacío. Cuando aparqué frente al portal, algo me pareció raro. Una silueta conocida estaba sentada en el banco junto a la entrada, abrigada hasta el cuello y rodeada de bolsas. Muchas bolsas. Bajé del coche y me acerqué. Steve Rain. Le reconocí enseguida. —¿Tú? —solté sin saludarlo. Levantó la mano como si me estuviera deteniendo en un control de frontera. —Buenas tardes, inspector. No dispares. Vengo en son de paz. —¿Qué haces aquí? ¿Y qué es todo eso? —Regalos. —Se puso de pie con gesto solemne—. Bueno, regalos y algunas cosas que no cabían en la maleta. Prometí a tu madr

