Capítulo 2: Un día normal

4079 Words
   Nathalia estaba sentada en la sala de espera. Como siempre estaba en el último asiento, apoyando su cabeza contra la pared mientras con su dedo tocaba la pantalla de su móvil, el cual tenía problemas de señal desde hace algunas horas. La sala de espera estaba pintada de un gris algo oscuro, que al igual que su casa le daba la sensación que las paredes se cerraban con cada parpadeo, con cada respiro. Ese color, la hacía sentir ahogada, sofocada. Mientras que unos cuadros abstractos trataban de darle un toque sofisticado y algo en que fijar la vista en aquel lugar aburrido. En medio había una mesa ridículamente baja que casi rosaba el suelo y sobre ella, lo que parecían cientos de revistas que la verdad ningún paciente extrañaría si algún día decidieran deshacerse de ellas de una vez por todas. Y para darle emoción al lugar, de fondo, una canción de José Alfredo Jiménez titulada “Te solté la rienda” que al parecer le fascinaba a la secretaria. Nathalia siempre se preguntaba, si el novio de la secretaria la dejaba cada vez que ella venía a la consulta ya que, esa canción era tan corta vena, tan deprimente que solo una despechada la escucharía tanto. El móvil de la secretaria vibró, y luego sonó muy bajo la canción de Coldplay titulada: The Scientist. Nathalia reconoció el tono ya que en su móvil tenía la misma canción, pero era un cover de Willie Nelson que escucho en los créditos del film “El juez” que había visto un fin de semana con su hermano Tom.    - ¿Por qué ella tendrá señal y yo no? - Se pregunto mientras escuchaba la conversación.    - ¡Hola tía Mari! – exclamó la secretaria con el auricular pegado a su oreja. – ¡bien, bien! lo sé Tía, pero tenemos que tener fe de que mi tío aparecerá. – en la cara de la secretaria se notaba cierta preocupación.    – sí, si tía, sé que la cosa esta fea por allá, pero cálmese… – en eso, la secretaria se quita el móvil del oído y ve al pasillo. - ¡Eh… ya puedes pasar! - le informo la secretaria a Nathalia. Que de inmediato, se levantó y se encaminó por el corto pasillo el cual siempre le generaba una cierta sensación. Como si en ese corto trayecto la liberara, como si tuviese un nudo en la garganta que se fuese liberando poco a poco. Pues la verdad le agradaba mucho la psicóloga que desde hace ya un mes la trataba.    - ¡Hola Nathalia! ¿Cómo estás? – preguntó la psicóloga apenas su paciente abrió la puerta. En el rostro de Nathalia se dibujó una gran sonrisa que de inmediato fue correspondida.    - ¡Adelante, toma asiento! cuéntame ¿Cómo has estado? – inquirió la psicóloga, mientras ojeaba el expediente    - ¡Bien, bien! - respondió Nathalia mientras tomaba asiento. – he estado mucho mejor.    - ¡Wow, me alegro!, y ¿tu hermano como está? – preguntó la psicóloga. - Ummm ¡Tom! si mal no recuerdo, ¿A si se llama? - Sí, si es Tom. – respondió Nathalia mientras se recogía un mechón de cabello apartándolo de su cara. – él está bien. Lo dejé con una nueva niñera ya que la otra se mudó a C.C. (ciudad de Caracas)    - O.K. bueno, entremos en materia. ¿Cuéntame cómo van las flagelaciones? – le pregunto la psicóloga mientras se recostaba en su sillón de cuero n***o, parecía que desaparecería en este.    - Han disminuido. – respondió mientras frotaba su mano derecha contra su muslo. – aunque cuando la niñera renunció. – agregó. – el estrés y la preocupación por quien cuidaría de mi hermano menor mientras yo estudio o trabajo, disparó las ganas de hacerme cortes.    - Entiendo, entiendo. ¿y lo hiciste? ¡Me refiero a que si te cortaste! - inquirió la psicóloga.    - ¡Sí!. Tuve que hacerlo. – respondió Nathalia mientras seguía frotando su muslo. – sentía que mis venas estallarían. No pude soportar eso. sentía que mi cabeza dejaría mi cuerpo. Se me hizo casi imposible aguantar las ganas por mucho tiempo.    - ¿Dijiste casi imposible? ¡O sea que crees que hay posibilidad de no hacerlo! – dijo la psicóloga mientras se inclinó sobre el escritorio y apoyaba sus codos sobre la madera.    - Bueno… eso lo dice usted, usted es la que dice eso. – respondió Nathalia desviando la mirada a la ventana.    - Mis palabras no tienen significado ni poder si tu no crees que puedes. – explicó la psicóloga, mientras trataba de ver lo que observa su paciente. - ¿Dime, crees que puedes aguantar las ganas de cortarte?    - ¡Si, si puedo! Pero la verdad es algo difícil. -  expreso Nathalia, mientras volvía a ver a la psicóloga. - Pero a veces, me pregunto ¿en qué me ayuda eso?    - Ok, me alegro que tu respuesta sea sí. Y ¿qué respuestas le consigues a esa pregunta?    - Ninguna, o no una buena. No borrare el accidente, puede que el estrés y la preocupación se alivianen un poco al cortarme, pero la realidad es que no ayudo a mi hermano ni a mí. - Y volvió a desviar la mirada a la ventana.    - ¡Sabes! Ayer estaba viendo las noticias y vi que el virus H1N1 (o porcina) había mutado o había una derivación de él. – expuso la psicóloga mientras trataba de tener la atención de Nathalia. -  La fiebre alta, hacía que las personas alucinaran y fueran algo agresivas y de inmediato me acorde de ti. Imagine que con esta enfermedad rondando por ahí, estarías volviéndote loca.    - La verdad es que sí, he pensado en sacar a mi hermano de la escuela. Varios de sus amigos están enfermos y hable con la niñera que no lo dejara salir a jugar a la calle ya que, se contagia muy rápido. De hecho, por donde vivo un señor ya mayor murió no hace mucho.    - ¡Lo imagine! – rio la psicóloga exponiendo sus blancos dientes. - Pero te hago esta pregunta. ¿Qué ganarías tú, con no permitir que tu hermano no vaya a ver clases? ¿Cuándo tú trabajas en un hospital? Fácil podrías infectarte tú y después darle el regalo a él. O ¿me equivoco?    - Bueno, eso sí es verdad, entonces ¿Qué hago? – pregunto Nathalia.    - Déjalo ir a la escuela, si dan la alerta de emergencia o la misma escuela da la orden de que dejen a los niños en sus casas, entonces el panorama es otro. La idea es que entiendas, que el preocuparte por tu hermano es bueno, pero entre los límites de lo razonable. Sé que es tu única familia, pero la verdad es que al sobre protegerlo lo estas dañando y te estás haciendo daño psicológica y físicamente. – la psicóloga se levantó y vio por la ventana, viendo una cantidad de gente inusual por la caminería que está en el medio de la Av. Las delicias.    - Y bueno, de igual forma el gobierno. – dijo Nathalia mientras veía fijamente a la Psicóloga. – ha dicho que no es para tanto, que si ha habido casos de H1N1 pero lo están controlando, cosa que desmiento ya que en el hospital hay muchos con el virus.    - Sí. – dijo la psicóloga volviendo al asiento. - dicen que, en el Zulia, han desaparecido varios enfermos que tenían el virus y lo sé, porque mi secretaria me ha contado que un familiar de ella está desaparecido, aunque la verdad no he escuchado a los noticieros mencionar algo de eso. Pero bueno y cómo vas con las técnicas para dormir profundamente ¿te han ayudado?    - Algo, he dormido mejor. – indicò Nathalia. – pero las pesadillas siguen, creo que no se irán fácilmente.    - Entiendo, la verdad es que si no me cuentas sobre esas pesadillas no sabré como ayudarte. Creo que  hay algo que me ocultas. ¿Es así o me equivoco? ¡Dime! ¿Estoy equivocada?      Nathalia tomo el ascensor, y descendió a la planta baja. Salió del edificio y se encamino hacia la Av. Las delicias dirigiéndose al C.C. Las Américas, donde la esperaban unas compañeras de la universidad. En el camino Nathalia notó que muchas de las personas, que transitaban en ambas direcciones por la caminería llevaban tapa bocas. Estas personas cuando pasaban cerca de otra, se alejaban una de otras como cuando los imanes se repelen entre sí. En la vía, estaban detenidos muchos autos como era normal a las 6:00 pm ya que, las personas volvían de sus trabajos y el tráfico se estancaba por los lentos semáforos. Un camión de gasolina llamó la atención de Nathalia, era un camión del ejército muy grande y con dos cisternas de gasolina a su carga, al ver atrás, vio que a más de medio quilómetro veía otro punto verde y creyó que era otro camión de gasolina. Siguió caminando entre el tumulto de gente que poco a poco, se hacía más denso y difícil de caminar entre ellos. Al llegar al C.C. de inmediato notó lo vacío que estaba, al igual que afuera la mayoría de las personas llevan tapa boca y trataban de no interactuar entre ellas. Una gran cola obstaculizaba el paso. Las personas en la cola esperaban para entrar a la farmacia que está ubicada en la entrada del centro comercial. Muchos de los locales a pesar de que faltaba mucho para que el centro comercial cerrara, bajaban sus santas marías y sus empleados se despedían y se encaminaban a la salida con una prisa inusual. Nathalia tomo su móvil y marco a la niñera. Coloco el auricular en su oreja y escucho el pitido del repique.      - Alo. – fue la respuesta que obtuvo de parte de la niñera.    - Buenas tardes, Jennny soy yo, Nathalia.    - ¡Hola Natha! ¿Cómo estás? – preguntó la niñera. Nathalia apretó el móvil mientras hacia una mueca con sus labios pues le molestaba que acortaran su nombre, siempre le parecía que a las personas les daba flojera pronunciarlo completamente. - ¿Qué pasó? en que te ayudo. – preguntó la niñera.    - ¡Nada! solo quiero saber cómo están las cosas. -  Nathalia frotaba su muslo mientras esperaba la respuesta.    - ¡Bien, todo bien! - la voz de la niñera sonaba fastidiada, de hecho, era la 3ra vez que Nathalia la llamaba en el trascurso del día. - ¿Por qué lo preguntas? ¿Pasa algo?    - No, solo quería saber cómo estaba todo y ¿Cómo esta Tom?    - Bien, ya hizo sus tareas, en estos momentos está jugando el video juego que le compraste, creo que unos amigos vendrán a jugar con él… el los invito. – la niñera, aunque tenía poco tiempo trabajando para Nathalia, sabía que esta se negaría a la visita de los amigos de su hermano.    - ¡NO! - dijo Nathalia de inmediato, su misma reacción la sorprendió. – dile a Tom que no. – Nathalia sabía que uno de los mejores amigos de su hermano, estaba enfermo y sabía que iría a su casa. - ¡me tengo que ir! – y de inmediato colgó sin esperar respuesta de la niñera. Al llegar al punto de reunión, saludo a todas sus amigas. Se sentaron y dispusieron a comer unas grandes hamburguesas, que habían comprado en uno de los pocos locales de comida que aún estaba abierto al público.    - ¿Y cómo has estado? – le pregunto Carla, su mejor amiga desde que comenzó la universidad. – ¡qué tal la nueva niñera!    - Bien, bien. – respondió Nathalia mientras engullía una grande porción de su hamburguesa. – esta de verdad espero no se harte de mí. La he llamado ya 3 veces hoy.    - ¿3 veces? – inquirió Carla con cara de sorpresa. – yo siendo ella, te mando a meter el trabajo culo arriba. ¡Jodes mucho! a tu hermano no le pasara nada. ¡Ya supéralo Nathalia!    - Bueno, así soy, por eso voy a donde voy, ¡tú sabes! -  exclamo Nathalia.    - Y ¿Qué tal vas con la nueva psicóloga? -  pregunto Carla acercándose más y bajando la voz para que las demás no la oyeran, y limpiándose la salsa de tomate de sus labios.    - La verdad es que me cae bien. – dijo Nathalia mientras le untaba más salsa a su hamburguesa y subía los hombros.    - ¡Te cae bien! ¿Es que acaso eres lesbiana? – dijo Carla, su rostro se arrugo como una pasa al escuchar la respuesta de Nathalia. – Vas para su consulta… - sin darse cuenta Carla alzo la voz, pero de inmediato Nathalia le hizo un gesto para que la bajara. – ok, ok entendí. Vas a su consulta es para que te ayude con tu problema no a que te caiga bien.    - Bueno, pero si me cae bien es porque me inspira algo de confianza. – respondió Nathalia. – espero me ayude.    - Creo que a ti lo que te hace falta es un novio. – le sugirió Carla y la respuesta de Nathalia, solo fue encogerse de hombros y limpiarse la boca.  - ¿ustedes tienen señal? Pregunto Joanna, mientras levantaba su móvil y lo movía de un lado al otro como si eso le ayudara a agarrar señal. Todas vieron sus móviles y efectivamente ninguna tenía señal. Los empleados del local donde compraron la comida se veían algo agitados y al parecer cerrarían en pocos minutos. El centro comercial se vaciaba poco a poco y en la avenida frente al C.C. el tráfico era pesado y el sonido de las cornetas era estruendoso y sórdido. Muchas de las personas bajaban de sus autos y trataban de llamar a sus casas sin tener éxito, mientras lo que parecían cientos de personas caminaban por las aceras en ambas direcciones, también con los móviles pegados a sus orejas. Nathalia estaba viendo todo el ajetreo desde el tercer piso del centro comercial, mientras que trataba de llamar a la niñera, pero la llamada no caiga. Ya eran alrededor de las 8:00 pm cuando uno de los vigilantes se acercó a una de las chicas y le explico que ya cerrarían y que tenían que salir. Todas se encaminaron a la salida mientras seguían tratando de comunicarse con sus familias. Al irse acercando a la salida principal que daba a la avenida Las Delicias pudieron notar las luces y el sonido de una ambulancia que estaba atascada en el tráfico. Los autos trataban de darle paso, pero era imposible. Al ver la ambulancia Nathalia pensó que cuando pudiera salir de esa tranca ya el herido estaría muerto. De repente un sonido se encendió en el auricular, era el pitido de un repique, el móvil había cogido señal.    - Hola, he estado tratando de comunicarme contigo. – dijo Carla antes de que Nathalia hablara. – ¡sé lo que pasa, o eso creo!    - Sí, la señal se cayó. – dijo Natalia mientras veía que las demás personas también hablaban por los móviles. – ¿Qué dicen en las noticias? – despego el móvil de su oreja para ver la pantalla del aparato. Vio que, aunque tenía señal esta era muy débil y que la barra de datos no estaba. – no tengo datos, no me puedo conectar a internet.    - Sí, acá tampoco hay, tu hermano estaba jugando en línea y casi estrella la consola contra el suelo cuando el internet se cayó. ¿Qué pasa? En las noticias la información es vareada, dicen que el gobierno fue el causante del corte de las líneas telefónicas o ¡que estamos bajo ataque! Y en Caracas y en otras ciudades ha habido saqueos, también cortes de luz en muchas zonas, en algunos canales han indicado que las personas no salgan de sus casas.    - ¡Yo no sé qué pasa! Pero te recomiendo que cierres bien las puertas y te quedes allí hasta mañana. Yo tengo guardia hoy, así que cuando salga me enfilo a la casa. – en ese momento la llamada se cayó, Nathalia volvió a ver la pantalla. No tenía señal y pudo ver que las demás personas también estaban viendo sus pantallas, algunos maldecían a todo pulmón mientras batuqueaban sus móviles.    - ¡AMIGA! - le gritó Carla, mientras trotaba hacia ella. - Tenemos que irnos, el hospital esta full de emergencias y muchas de las enfermeras faltaron a su turno. – mientras la tomaba de un brazo y la encaminaba a la salida. – ¡vamos, podemos llegar caminando!    - ¿Qué está pasando? – inquirió Nathalia a Carla mientras era obligada a caminar.    - no lo sé, y creo que nadie lo sabe. – respondió Carla mientras la arrastraba. – dicen que hay varios saqueos, más que todo a las farmacias. También en los noticieros se dice que la H1N1 se propago más de los que el gobierno acepta. ¡Estamos vueltos un culo! Todas las chicas caminaban por la caminería, que estaba en el medio entre las dos vías. Ya eran casi las 9:00pm. – oye mi madre me dijo. - menciono Johana. - que algunos de los que tiene el virus H1N1 se han tornado algo agresivos. Dicen que el virus pudo a haber mutado, que muchos de los saqueos son a las farmacias y locales farmacéuticos. Lo vio en las noticias, me dijo que la mayoría de los canales están pasando lo mismo, una especie de cadena con la misma información.    - Si, la niñera menciono algo de eso. – dijo Nathalia mientras se frotaba su muslo.      Al llegar al hospital, las chicas fueron directo a cambiarse de ropa y ponerse el uniforme y de inmediato se dispersaron por varias áreas del hospital. El cual estaba full de emergencias. Doctores, enfermeras, enfermeros y camilleros corrían de un lugar a otro mientras que los enfermos y heridos se quejaban de sus dolencias. Nathalia fue designada a la sala de partos, este trabajo constaba de solo cuidar a las futuras madres y avisar a los doctores si algo pasaba. En el almacén de medicamentos, Nathalia buscaba unos calmantes y pudo notar, como el lugar estaba desordenado y varias cajas estaban tiradas en el suelo como si la persona que la movió no tuvo tiempo de colocarlas en su lugar.    1:20 a.m. hospital central de la ciudad de Maracay Edo. Aragua. Nuestra enfermera se dirige a la sala de partos, donde más de diez mujeres a punto de dar a luz se aglomeran una al lado de otra, separada por una fina cortina traslucida e improvisada. La enfermera entró a la sala sujetando en sus manos varios medicamentos y analgésicos. Enseguida pudo escuchar los gritos y la respiración forzada de las futuras madres que con mucho dolor trataban de expulsar a sus pequeñas criaturas de sus cuerpos, mientras que otras ya los tenían en sus brazos. Aunque cansadas, agotadas los sostenían con dificultad.    - ¿Qué es eso? – le pregunto el padre de la criatura a la enfermera mientras que esta tomaba una vía e inyectaba un calmante a su “esposa”.    - Es solo un calmante, tranquilo. – respondió Nathalia. – no se preocupe por lo que hago, aproveche el tiempo con su hijo y su esposa, pronto tendrá que salirse estamos a más no poder de emergencias. ¡Además! ella tiene que descansar, el parto fue algo difícil. – la enfermera pudo notar lo bien que vestía el hombre; este era muy alto y bien parecido, rondando los 35 años. Vestía ropa muy costosa. A leguas se notaba su posición social. No era muy común que un hombre con esas vestimentas fuera al Hospital central y menos para llevar a su esposa a dar a luz.     - ¡Entiendo! - respondió el hombre mientras que beso al bebe y acaricio las manos de su “esposa”. – esperare afuera.    - Sí, es mejor que salga. - aconsejo Nathalia al momento que salía de la sala pues, ya su hora de descanso se aproximaba. Salió al pacillo y se encaminó al comedor no sin antes, pasar por su comida y su bolso. Llegó al comedor donde ya estaban algunas de sus compañeras que de inmediato la convidaron a que se sentara con ellas.    - ¿Qué tal el trabajo? – le pregunto Nathalia a Carla mientras tomaba asiento. - Uff ¡jodido! he estado inyectando nalgas todo el jodido turno. – respondió mientras que se acomodaba el cabello. – la mayoría con fiebre alta… esa Porcina o H1N1 esta ruda, algunos lanzan patadas y golpes como locos ¿Y el tuyo? - pregunto.    - iBien, bien! He ayudado, solo eso, todavía no puedo meterme de lleno. - Respondió nuestra enfermera. – mientras tomaba su teléfono. Sin señal.    - ¿Qué han sabido del virus? – pregunto la que estaba más alejada del grupo, al mismo tiempo que se metía en la boca una gran porción de sándwich que impedía que hablara con claridad. – dicen que el presidente ha mencionado que es un ataque del imperialismo. (De E.E.U.U.)    - ¿Cuándo no? Todo lo que sucede en este país, para él es culpa de los Estados Unidos. – respondió Nathalia. – dicen que es algo como la rabia o algo parecido, se contagia por los momentos solo por el contacto físico, bueno eso fue lo que leí. Ya hace más de dos semanas que el brote llego a esta ciudad. Las chicas siguieron hablando y comiendo por alrededor de una ahora. Cuando entro un médico a la sala.    - ¡Chicas! disculpen que las moleste, pero necesito ayuda allá fuera. Un policía vino y dijo que el estado se había declarado en estado de emergencia sanitaria. ¡El virus H1N1 muto! ya es oficial y se está propagando muy rápidamente. Todas se levantaron de sus asientos, pero, Nathalia se quedó paralizada. “Estado de emergencia” – repitió para ella misma, sintiendo como las palabras resonaban en su cabeza. - notó como el pánico tomaba su cuerpo y como sentía que su cabeza pronto estallaría. Al levantarse sintió un mareo que la obligó a apoyarse de la mesa. Carla, que ya estaba a punto de salir de la sala, la vio y se regresó.    - ¡Cálmate! – le dijo mientras pasaba sus manos por su espalda tratando de calmarla.     - Carla ¡mi hermano! – exclamo Nathalia mientras apoya una mano sobre el hombro de su amiga.    - Él está con un adulto, que sabrá qué hacer, ¡además! sé que suena aterrador, pero es emergencia sanitaria. Tu hermano está en tu casa, mientras que no salga de ella estará a salvo. Pero tienes que calmarte. - En ese momento, Nathalia se arqueo y empujo a su amiga a un lado. Abrió la boca. Sentía como su diafragma se expandía y como su garganta se dilataba y de la nada devolvió la comida. Un chorro de vomito salió disparado de su garganta y fue a parar encima de la mesa.    - ¡j***r tía! Así no podrás ayudar a nadie. – le grito Carla molesta, no es la primera vez que ve esto. - ve a la sala de partos, esas madres nunca joden en las noches. Ve a dormir, si necesitamos ayuda iré a buscarte. ¡Como si tu hermano fuera un niño! Si exageras coño. - Y dejo a Nathalia en el comedor y salió disparara a la sala de emergencias.         Nathalia tomo el ascensor y fue al 4to. Piso y se dirigió a la sala de partos. En el camino sentía un ardor en las venas, por su mente solo pasaba la idea de que a su hermano le podría pasar algo, ¡hasta pensó que ella misma podría tener el virus y contagiarlo! Sentía como el miedo y el estrés tomaba su cuerpo y se tambaleaba por el pasillo oscuro. Al llegar, pasó de largo a un consultorio que estaba desocupado y se tiró en la camilla. Tiró el bolso en el suelo y vio como el bisturí salió despedido. Esté centelló con la tenue luz que se colaba por la ventana. Pensó en levantarse, cogerlo y liberar el estrés, pero sus parpados se hicieron pesados. ¡Muy pesados!   

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