(((Harry)))
—No—dice sin siquiera pensarlo demasiado tiempo.
—¿Ariel?—de verdad quería que aceptara por las buenas.
—No, Harry, no porque me veas pobre o trabajando duro para poder mantenerme significa que voy a aceptar.
—Bien—me levanto con otra actitud—. Lo haremos a tu manera. Te casarás conmigo en menos de un mes y no hay quejas.
Su cara refleja asombro, cosa que no me importa.
—No, no puedes hacerme...
—Sí lo harás, ¿Y sabes por qué?—niega y traga saliva—, porque sí no lo haces te despido y me encargo de que ninguna empresa te contrate de nuevo. Es tú decisión.
Se encamina a la puerta negando, sé que quiere irse, me encamino a ella, la tomo de la mano y la siento en donde estaba.
—No sales de aquí a menos que ya estemos comprometidos.
Sus ojos reflejan que quiere llorar, golpearme o matarme. Pero no lo hará.
—¡No soy de esas, mujeres!—puede dejar el drama.
—Eso no importa... Pon un precio, todo el mundo lo tiene. Dime cuál es el tuyo.
Niega de manera desesperada, luego se levanta y no espero lo que hace. Pero me dejó hacer por ella. Sus labios me saben a gloria después de no probarlos en todo el día. La cargo y la llevo a la mesa, sus manos encuentran la forma de quitarme el saco.
Mis labios sellan los suyos mientras sus manos desabotonan mi camisa.
—Tomaré esto como un sí—le digo entre besos.
—Harry...
—Sí seguimos... Nos casamos, así que...—sus labios siguen con el festín que tenemos.
Logro colarme entre sus piernas y jadea al sentir mi erección chocar contra su entrada. Sus manos se deslizan por mi pecho y bajan por cada uno de los cuadros que hacen mi abdomen.
Esto está jodidamente mal y yo quiero pecar con Ariel.
—Ariel...—jadeo cuando besa mi cuello.
—Me caso contigo, pero ya no voy a ser tu asistente—no le entiendo—. Me darás un puesto de editora, y dejaré que me toques las veces que quieras.
—Seguirás siendo mi asistente—le saco la blusa y después es mi turno de besar su cuello.
El rico aroma que desprende me vuelve loco, mi camisa cae al suelo, porque me la quita y sé que eso me condenará.
—Y te voy a coger cuando quiera y como quiera—me separó de ella, le bajó la falda y gime al sentir mis manos subiendo por sus muslos.
Estoy jodido.
No había deseado tanto a una mujer como a ella.
Le doy la vuelta para tocar sus lindas nalgas que me están excitando, me junto a ella y gime al sentir mi erección.
—Y por el momento... Quiero escucharte gemir.
Bajo su pantaleta hasta cierto punto y después cae sola al suelo. Se da la vuelta para quitarme el pantalón y bajar mi bóxer. Se relame los labios mientras mi pene va quedando libre.
—Hoy no bonita—le doy la vuelta y pongo la mayoría de su cuerpo recargado en la mesa que se usa aquí en la sala—. Abre las piernas—lo hace. Tragó antes de hundirme en ella.
Aprieta las manos en la mesa mientras me deslizó por ese cálido, húmedo y angosto lugar de su anatomía.
—j***r, mejor de lo que imaginé—ya no hay nadie a esta hora en el edificio, así que sus gemidos serán solo par mí.
—¡Ah!—gime algo en cuanto me muevo.
Empiezo a embestirla de manera seguirá y rápida, sus gemidos son lo que se escucha por todo el lugar, y lo que me hace saber que le gusta el tenerme en ese lugar.
Sus uñas se incrsutan en la madera mientras me hundo cada vez más en ella.
Por primera vez en mucho tiempo quiero que mi pareja llegué a su orgasmo. Su v****a se empieza a contraer para extraer mis jugos lo más que pueda.
No estoy usando... Eso que importa, será parte de lo que mi abuelo quería, así que no dejaré que ella use protección o alguna cosa similar, no usaré condones con mi prometida. Por qué eso es aunque no quiera.
Sus gemidos me regresan a la realidad, alentó mis movimientos y ella sólo gruñe por eso.
—Rápido—gruñe y yo sonrió.
Salgo de su cuerpo sólo para girarla, sentarla en el escritorio y hundirme de nuevo en ella.
—¡Harry!—sonrío por ese grito.
Sus brazos suben alrededor de mi cuello mientras estoy penetrándola sin cuidado, sus gestos y gemidos me confirman lo que ya sé. Sus uñas ahora sí que se incrustan en mi espalda para dar su grito de liberación cuando alcanza el orgasmo que a mí también me envuelve.
Cuando salgo de ella mi semen y sus jugos caen en la madera, y esparciendose por debajo de ella.
—Vamos a cenar, cariño—le doy un beso en los labios que me contesta de manera hambrienta.
Baja su mano hasta mi m*****o y masturba despacio. Hasta que está de nuevo bien erecto.
—Ariel...—consigue sentarme en la silla en la que estaba se sienta de una forma en la que mi pene queda justo en su entrada.
Baja y es lo que hace que me pierda entre su carne.
—Se siente rico tenerte entre mis piernas—quito su sostén para besar sus pechos.
Por fin tengo acceso a ellos, los lamo y muerdo de vez en cuando. Mientras ella se mueve sobre mí y hace que gima al tenerla moviéndose y buscando su placer. Bajo la vista para ver lo bien que su cuerpo encaja con el mío, ella sigue mi mirada y gime al ver lo que ella hace.
Se sigue penetrando hasta que llega a su orgasmo, j***r, es el segundo que me arranca y de una manera única que hace estremecer.
Cuando terminamos este bonito orgasmo se levanta y se separa de mí.
Se empieza a cambiar mientras estoy esperando que mi amigo se tranquilice para poder cambiarme e irme a cenar con ella.
Se gira con una sonrisa en los labios, ya tiene la blusa y la ropa interior en su cuerpo.
—Gracias por los orgasmos—me guiña un ojo y juro que quiero cogerla de nuevo—, pero es todo lo que habrá entre nosotros.
—Mira tu mano, por favor—lo hace y ve el anillo de compromiso que le puse mientras estábamos cogiendo contra el escritorio—. Ahora vamos a cenar.
Me levanto y me cambio bajo su mirada, sí continúa viéndome así, la voy a coger de nuevo.
Me cambio y acomodo mi cabello, pero ella se acerca y me sienta de nuevo en la silla. Me sonríe de manera dulce, pasa sus dedos por mi cabello y acomoda mientras mis ojos están fijos en ella.
Cuando termina deja un beso en mi sien.
—Me caso contigo... Pero a cambio, públicas un escrito mío.
—Lo que quieras, mi amor.
Sonríe, y luego la beso de nuevo.
Bajamos por el ascensor mientras vamos tranquilamente, se engancha en mi brazo lo que me pone nervioso, pero trato de relajarme. Llegó a dónde está la señora que hace el aseo y dejó el recadito de que debe limpiar el escritorio y la silla de la sala de juntas del piso quince.
Nuestro piso.
Cuando salgo ella sigue esperando lo que me provoca una sonrisa.
Subimos a mi coche y manejo por una o dos horas, primero la llevo a su departamento para que pueda cambiarse y arreglarse, de mi parte para ver sí me puedo cambiar, traigo un cambio extra así que puedo cambiarme.
Llegando a un edificio algo viejo y de bajos recursos, subimos los dos pisos que se necesitan para llegar al piso de Ariel, su vecina la saluda y ella se lo regresa.
—Buenas noches, Ariel—le dice una chica.
—Hola, Katia.
—¿Quién es él?—Ariel se gira a mí y yo sólo muevo mi mano como si fuera un niño.
—Mi prometido—simplifica ella.
—¿Tu qué?
—Me voy a casar—luego le pregunto que hace para que parezca real.
—Felicidades—le celebra la chica.
—Gracias... Oye, necesito cambiarme, tenemos una cena y es importante.
—Seguro... Felicidades.
Abre la puerta y los dos entramos, al departamento, sonrió al ver las pequeñas cosas que la representan por todo el lugar.
En primera está una gran pila de libros de diferentes autores, y luego un librero viejo que necesita arreglos.
Se va por un pasillo y es cuando aprovecho para poder cambiarme... Pero mejor le pido permiso para irme a bañar, para que ella se pueda arreglar bien además de quitarme el sudor. Me pongo el shampoo que tiene aquí y después dejó que el agua helada me moje el cuerpo.
Escucho la puerta del baño, no le tomo atención hasta que alguien me abraza, me tenso, pero sé que es Ariel.
—Tranquilo que no te voy a coger aquí—eso se escuchó raro.
Nunca me lo habían dicho a mí, yo soy quien se lo dice.
—Sólo quiero bañarme—por alguna razón eso me hace sonreír.
Le doy el espacio que necesita para que ella se pueda bañar, en lo que me enjabonó ella se mete debajo del chorro de agua y así es como los dos nos bañamos.
Después de un rato ella sale y se cambia, además de mí en otra habitación.
—¿Puedes ayudarme?—me doy la vuelta para verla dándome la espalda.
El vestido que lleva es tinto cosa que la hace resaltar muy bien. Me acerco para subir el cierre de su vestido.
—Creo que prefiero quitar que poner—la escucho reír en tono leve.
Una vez listos bajamos y subimos a mi auto para irnos a dónde cenaremos.
Conduzco hasta que llegamos al restaurante al que mis padres van cada fin de semana y que hoy estarán, al igual que mi familia. Es cena familiar. Estarán Apolo, mis tíos, primos, Susan y su marido, mis padres y mi abuela.
Cena para la familia.
El restaurante es de mi madre, ella y Susan querían abrir algo exclusivo en carnes. Así que abrieron el restaurante con el nombre de Casa de León.
Es restaurante que se ha vuelto popular entre las personas de nivel económico alto y que de alguna forma ha estado entre los cinco mejores restaurantes de comida por tres o cuatro años.
Caminó hasta la mesa y sonrió para mí familia, noto la seña de Apolo, me giro para ver qué Ariel se quedó afuera o se regreso.
Estoy por darme la vuelta cuando me detienen.
—Hola Harry—por eso se... La mato.
—Suéltame Celeste.
Esta perra no merece ni que la trate bien.
—¡Qué me sueltes, que tengo que ir por Ariel!—me zafo de su agarre y salgo del restaurante, me asomo a los dos lados de la calle y la encuentro caminando a la parada del bus—¡Ariel!—apresura el paso, pero yo la alcanzo.
La giro y dejó un beso en sus labios.
—Harry.
—Ven, vamos a qué conozcas a tus suegros—sonríe.
—Pero... La señorita...
—Ignorala, tú y yo nos casaremos en unas semanas... Así que lo que te diga no tiene valor, mi amor.
Sonríe de manera ligera y asiente.
Dios no quiero enamorarme de ella.
Por qué si lo hago... Nunca la dejaré ir de mi lado y ese deseo que no quiero se haga realidad.