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2299 Words
—Es muy importante, señorita—le ruego por cuarta vez a la mujer que se encuentra del otro lado de la línea. La mujer no tiene consideración, ni siquiera porque estoy dispuesta a pagar más del valor del reloj, sólo quiero una entrega inmediata para conservar mi empleo y mantener contento a mi jefe unos días, o hasta que se le quite el deseo por el reloj y quiera otra cosa o un reloj de mejor edición. —Lo siento—ya sé lo que dirá a continuación—, pero no será posible que su pedido llegué en menos de dos días—suelto el aire contenido en mis pulmones. —Bueno—tendré que arreglármelas para sobrevivir a los gritos que me dé Harry—, gracias—cuelgo la llamada. Dejo el teléfono en su lugar antes de suspirar nuevamente, pongo mis manos a los lados de mi cabeza pensando en lo que Harry me hará por no darle su bendito reloj. Harry me va a matar. El reloj que quiere es un modelo de lujo y exclusivo, sólo se hicieron cien relojes de esos, haciéndolo un producto muy exclusivo, tengo que conseguir uno antes de que regrese a casa el día hoy, lo cual es imposible ya que la empresa sigue ciertas políticas de envío y no me mandara mi producto hasta dentro de tres días o más días y llegará aquí en una semana. Es mi fin. Suena el teléfono que tengo en mi escritorio, mis ojos captan los dos primeros números de la cifra que dicen lo que sé, Harry me está llamando y esto no será bueno. Contesto y sus palabras son en mi oficina en cinco minutos. Me levanto y entro en su oficina, antes de que regañe y despida. Necesito el trabajo. —¿Para qué me necesita, señor?—levanta la vista, me ve y luego la vuelve a bajar. —Necesito que mandes a Ronald a cotizar el... No, olvídalo. Se levanta y hace la seña de que lo siga, lo cual hago a me despedirá y es lo menos que necesito el día de hoy. Todos en la oficina ven que va en actitud despedir a quien se me atraviese así que se ponen a hacer su trabajo de manera callada. Llegamos a la oficina de Ronald y abre la puerta no la deja abierta para mí, ese es mi trabajo. —Buenos días, Ronald. —Buen día, Harry. —¿Ya mandaste a los tres ejemplares que te pedí que mandarás?—ya entendí a qué venimos. —No. —¿Por qué no? Está frito. —Porque, Adam no es de confiar y es un idiota—no sé sí es falta de cerebro o querer jugar con el Diablo. —Bien, te doy dos semanas para que consigas trabajo—se queda estático al escucharlo—, y le dirás a todos que renunciaste. Sale de la oficina conmigo tras de él. Por favor que no haga nada estúpido, que no lo haga. —¡Eres un hijo de puta!—ya valió madre, Harry se da la vuelta y se le queda viendo sin expresión alguna, eso quiere decir que primero dejará que su víctima se hunda para luego actuar—. Sabes que te ascendieron por ser un hijo de papi, y estúpido engreído que se refugia bajo la teta de su madre cada vez que las personas hieren al bebé. Por eso me envidias de que yo soy un hombre que no lo necesita. Por eso me despediste y sabes que... —No te despedí por eso—todos están callados—, te despedí, por ser un idiota creído que engaña a su esposa casa vez que pude, por ser un maldito flojo y un bueno para nada... Y otra cosa, todos en esta oficina saben perfectamente que empecé desde abajo, desde antes que tú llegarás yo recogí todo, la basura que tus empleados tiran, de ahí fui subiendo como la espuma, y el lugar en el que estoy es por trabajar no por refugiarme con mi madre, y sí fuera un hijo de papi, no estaría batallando contigo, estaría tranquilo en una casa en Italia disfrutando de una vida sin preocupaciones, pero no, yo no soy de esos. Así que recoge tus cosas y lárgate de mi empresa. Tienes un día para hacerlo. Se da la vuelta y sigue su camino, lo sigo hasta que entra en su oficina. Su teléfono suena y no dudo en contestar. —Su padre lo espera en su oficina. —Dile que en veinte minutos que por el momento no tengo su tiempo. —Ya lo escuché. Cuelga. Salgo para seguir con mi trabajo. Pero es cierto lo que Harry le dijo a Ronald, a pesar de que yo llegue aquí un año y medio atrás, sé toda su historia, empezó de conserje lo que aprovecho para conocer la empresa por completo, además del nombre de todos los empleados, en dos meses ya sabía el nombre de todos, rangos y sectores, de ahí pidió empleo como diseñador, se lo dieron y trabajo un año así, hasta que cambio de trabajo aquí mismo, a gerente de entregas, y pedidos, de ahí a contratista y esas cosas, a vagado por cada lugar de esta empresa hasta estar en la silla donde está en estos momentos. Sale de su oficina quince minutos después de que su padre lo llamará, entra en el ascensor y sube los tres pisos que le hacen falta para llegar a la oficina de su padre. —¿Te dará vacaciones?—pregunta Taylor con una sonrisa en su boca. —No lo sé... Hace mucho que no tengo vacaciones. —¿Y días libres?—me encojo de hombros—. Vamos, pídele permiso y nos vamos una semana a la playa. Taylor y yo tenemos una buena amistad, pero él quiere pasar a más y yo no, tengo mis ideales y él no entra en esos ideales. —Taylor no gracias... —Vamos Ariel. —No gracias... Tengo trabajo. Suspira y se va de mi lugar. No quiero darle falsas ilusiones, es muy lindo y todo, pero él no es de mi tipo, y no quiero que se haga falsas ilusiones conmigo o con que exista algo entre nosotros. Regreso a mi trabajo, son muchas llamadas por atender y muchas cosa en las que me tengo que preocupar, como mantener mi trabajo y esas cosas. Voy a la oficina de Harry y acomodó su escritorio, tiene varios proyectos, que las personas desean ver publicados pero que él no se ha tomado la molestia de leer. Acomodo todo a como él lo ordena cuando abren la puerta y el olor a perfume de mujer se hace presente. —¿Y mi hermano? Me giro para ver a la señorita Rogers con un vestido pegado al cuerpo y lleno de flores rojas. —Está en una junta con su padre—le digo recogiendo las hojas que se cayeron al suelo por culpa del aire de la ventana abierta. —Gracias... Por cierto, trae una falda más larga que se te ve gran parte de las piernas cuando te agachas. Cierra la puerta y me muero de vergüenza. Pero su hermano no es de los que tratan de llevarme a la cama, al contrario es de los que me evitan a toda costa. Suspiró y una vez terminada mi labor regreso a mi escritorio para terminar el trabajo. (((Harry))) Mi padre se pasea por su oficina, tengo a Apolo a mi lado tallandose la cara mientras bebo el whisky que me serví, no puedo creer que el abuelo me halla puesto esa condición para darme la casa de Italia y la empresa de vinos que tenía en Francia. Esto apesta. El perfume de Susan se hace presente en la sala después de que abriera la puerta. —¿Por qué esas caras?—nos pregunta a los tres después de que se sentó en la silla de papá. —Tu abuelo... Dejo ciertas cosas que los perjudica. Mi padre se fuma el puro sin ninguna preocupación más que la que tiene por nosotros, sabe bien que no somos de hacer cosas a la fuerza y el abuelo nos dejó eso a la fuerza. —¿Cómo qué? Le apuntó el testamento que hay en el escritorio y se pone a leerlo, ya fue su lectura, pero ni mi padre, ni Apolo ni yo pudimos ir más que Susan. Para ella dejo la casa en España. Pero para lo que Apolo y yo queremos no es como a ella. —No pues ya valió—no sé por qué lo dice. Bueno, sí sé por qué lo dice y estamos jodidos. —¿Y esto para tener las partes que les corresponden de la herencia? —Tristemente sí. Apolo se levanta y toma un poco del whisky que mi padre dejo en el escritorio. —Bebiendo no se arregla—nos reprende Susan. —Su, cállate—le dice Apolo—, el abuelo te dejo ese dinero y casa porque tú eres la que mejor se porta de los tres. Eso es entendible, pero ponernos esas cláusulas a mí y a él es demasiado de su parte y como reclamarle sí ya falleció hace unos cuatro meses. —Vean el lado bueno—dice alegre—, sentarán cabeza. —No... No... No eso no es... —Pues ni modo. —Será mejor que regresen a trabajar—ne levanto de mi asiento. Y regreso a mi oficina, vaya cosa que dejo el abuelo para los dos, quiero darme de golpes contra una puta pared. Sentar cabeza, por Dios, esas cosas no son para mí. Antes sí, pero ahora ya no. Ahora disfruto mi vida de soltero a mil por hora, sexo con quién yo quiera cada fin de semana, puedo salir con quién yo quiera cuando quiera, y nadie me dirá nada. No es justo. Para nada justo. Aunque... No, nadie tiene razón en lo que a mi vida respecta, nadie tiene porque meterse en eso. Entro en mi oficina azotando la puerta, no me importa sí los demás se sobresaltaron por eso, me importo yo y es suficiente con eso, veo que mi escritorio ya está ordenado, y con el libro que empecé hace unos días en el centro de los que tengo sobre mi mueble. Caminó a mi lugar y me siento en mi silla. Suelto el aire de mis pulmones. La puerta de abre para mi secretaria entre con una sonrisa en los labios, una que no me contagia. Deja un par de cosas en el mueble que tengo. Se bajó la falda, lo noto porque tapa su rodilla, hace rato la traía bien puesta y le llegaba a arriba de la rodilla como unos diez centímetros arriba. No, no soy como esos jefes que... Bueno, no digo que mi secretaria sea fea, no soy ciego, Ariel es bastante atractiva a su manera tan sencilla de ser. Tiene unas piernas largas, que la hacen exquisita, una piel blanca que resalta bien el color castaño de su cabello y los ojos grises, tiene labios delgados, una nariz refinada que le sienta bien, y unos pechos que me vuelven loco. No he intentado llevarmela a la cama, porque sí lo hago querré más de ella y eso no se puede, ella no es de esas. No es de mi tipo de ligue. La blusa que lleva sólo deja ver muy poco del camino que lleva a sus pechos y hago mucho para no lanzarme sobre ella. —Listo, ¿algo más que necesite?—niego de la manera seca que ella conoce—. Con permiso. Sale de mi oficina y suelto el aire que estaba conteniendo. Otra vez. Mierda. Trato de calmarme por mi bien. No puedo salir a ningún lado con una erección entre mis piernas. Joder. La puerta se abre para dejar entrar a Apolo con cara de pocos amigos, junto la silla un poco más al escritorio para tapar mi erección. —¿Qué necesitas?—le pregunto y se encoje de hombros. —Harry, no puedo hacer a la fuerza lo que el abuelo quiere. —Ni yo... Pero no saldremos de esto. —Lo sé... Estamos hablando por un rato cuando se escucha un grito afuera de la oficina. Me levanto ya que varios gritos se escuchan. No son de miedo son para llamarle a una persona. Y me pongo rígido cuando le hablan a Ariel. Salgo de la oficina para verla inconsciente en el suelo, hay varias personas a su alrededor lo que se le va a dificultar tomar aire. Me acerco a ellos y los aparto, Ariel está acostada de manera rígida, se está poniendo de otro color. No. Demonios. Hago RCP en su pecho pero eso no parece ser suficiente, respiración de boca a boca y luego de nuevo el RCP, y eso parece ser la solución, pero los paramédicos llegan justo a tiempo. Le ponen en el respirador artificial y sus pulmones regresan a su estado normal. O eso parece. —Sus ojos están dilatados—la paramédico revisa su pulso y cuenta. Mierda. —Tenemos que llevarla al hospital... Sus latidos están decayendo. Se la llevan y no evitó el seguirlos. Bajamos por las escaleras de emergencia y al llegar abajo la suben a la ambulancia, estoy por subir cuando me detienen. —No puede a menos que sea... —Soy su novio—deberían golpearme por mentiroso. La chica asiente y arrancan. Toma la mano de Ariel y por primera vez en mucho tiempo el sentimiento de angustia en mi cuerpo y eso lo provocó Ariel Sanders.
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