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1835 Words
Lo he pensado mucho desde que salió del hospital, hace dos semanas que fue su incidente de presión, la niña se asusto con algo y por eso se le bajó la presión hasta el suelo, bueno eso y porque ya tenía varios problemas en cima, como mi reloj, que no llegara hasta dentro de tres días. Y otros asuntos familiares. En estas semanas me he dedicado a observar sus gustos y disgustos, incluso sin que se de cuánta le hablo de un par de cosas que cambian en ella, y el tema de pareja no debo preocuparme, no tiene novio, marido, y otra cosa que la una a alguna relación. Sólo es ella. Sé que el idiota de Taylor anda detrás de ella, y que le ha pedido ir a la playa y esas cosas, ella no me ha pedido permiso para ir a ningún lado así que no es algo que ella quiera. Entra en mi oficina para pasarme los que aceres del día. Hoy lleva un vestido sencillo en color gris claro, un saco verde y nada más. Bueno y sus tacones negros de siempre. Cuando termina de decirme lo que tengo que hacer el día de hoy tomo el teléfono y le marco al diseñador para ver sí ya está la portada de "Academia de Gatos" una novela negra que se publicará en unos meses y me interesa que ya esté la portada para ir promocionando el libro. Ariel se levanta de su silla y va por mi taza de café. El vestido le da a casi las rodillas, algo se cae y ella se agacha a juntarlo, su bonito trasero queda parado mientras ella recoge lo que se cayó, tragó despacio. La breve imágen de mí con ella en el escritorio mientras la penetró duro me excita. —¿En qué le podemos ayudar, señor Rogers? —Necesito que manden... La portada de...—no me puedo concentrar con ella así—, un momento por favor—bajo el teléfono y sé que me voy a condenar yo solo—. Ariel, en vez de que prepares mi café, ve a traerme un expreso del Starbucks de enfrente. Se levanta y asiente, toma el dinero del bote donde dejó dinero por sí se me antoja algo de la calle para comer o comprar algo de rápido, como condones y esas cosas, que es para lo que lo uso habitualmente. Sale de la oficina y yo suspiro aliviado, tomo el teléfono de nuevo y doy las instrucciones de que necesito esa portada de ya. Cuando finalmente tengo todo listo, escucho la puerta y Ariel entra con el café que le ordené, lo deja en mi escritorio y se retira por petición mía. Pienso de nuevo mis opciones, es hacer lo que tengo planeado y arruinar mi soltería y noches de sexo con quién sea o perder la empresa de vinos además del dinero y casa de Italia. Vaya decisión. Ariel es la clave para eso. Y sí, soy un hijo de perra que va a usar sus recursos para que Ariel Sanders cambie de apellido. Ariel Rogers. Soy un mal nacido y lo sé. Paso unos papeles tras otro, leo la edición que será mandada a publicar por décimo aniversario, pero hay algo que me llama la atención. Reviso la vieja portada y la nueva, encuentro varias similitudes... Lo mato. Me levanto, no ocupo decirle a Ariel, ella me sigue de cerca no sabe a dónde vamos, pero que voy a destrozar a ese hijo de perra. El ascensor nos lleva al cuarto piso, sala de diseño y edición. Las puertas se abren, salimos y caminamos a la oficina de Bruce, lo voy a correr, no es la primera que me hace. Entro a su oficina para ver a la rubia sobre sus piernas. —Es necesario recordarles que vienen a trabajar y no a coger—la rubia se baja de las piernas de Bruce, y este se acomoda el pantalón. Tengo motivo y otros más que se irá fácil. —No cambia—murmura Ariel a mi espalda. Luego le pregunto por eso. —¿Qué necesitas, Harry? Le hago la seña a la rubia que sale de la oficina una vez que se acomoda la falda. —Estaba viendo una portada, se me hizo interesante... Soy fanático de esa saga ¿y sabes que me llamo la atención?—lo escucho tragar y eso me hace sonreír—Que las portadas viejas y las nuevas... Se parecen en todo, menos en el color de la capa que usa el protagonista. —Harry. —Ya van varias que haces—no moderó mi tono—, portadas que deben de tener un diseño único y que tú malgastas en plagiar ciertas portadas... Además de usar tu oficina como motel, hasta cinco veces al día—sólo guarda silencio y le conviene hacerlo—, te regresas a editor principiante—sus ojos se abren al ver a lo que se regresará—. Ariel, dile a Sharon que tome su nuevo puesto mañana. —Sí, señor. —Desocupa tu oficina, que Sharon la ocupará mañana—salgo de la oficina con Ariel a mi espalda o eso creo hasta que escucho los gritos de Bruce. (((Ariel))) —¡Suéltame!—no lo hace, sólo aprieta más. —¡Te conseguí el trabajo, ¿Y así me pagas?!—su mano en mi cuello aprieta firme. El aire me falta y no puedo respirar con normalidad. Su agarre aprieta un poco más. De la nada me lo quitan de encima. Tomo grandes bocadas de aire, y dejó que esté fluya a mis pulmones. —¡Suéltame, Harry!—gruñe Bruce. —Ariel no es la que te despidió—¿Por qué me defiende?—, fui yo, así que concéntrate en recoger esta oficina. Y tomar una nueva con los principiantes. —¿Lo haces por eso, o por qué mandé al diablo a esa zorra?—bajo la cabeza—Lo más seguro es que es quien te calienta el escritorio, el sexo oral con ella... —¡Suficiente!—nunca lo había visto tan molesto—La decisión la tomé yo por tu desempeño laboral y no por qué Ariel me haya dicho algo. Y otra cosa, sí ella y yo cogemos es algo que no te importa. Y quédate tranquilo, que no es ella la que calienta mi escritorio ni mi cama—trago saliva de manera gruesa—. Por el momento—eso lo dijo en tono bajo, pero sí lo escuche—. Estás advertido. Mañana vengo a revisar que estés en otra oficina y Sharon acomodando esta. Se da la vuelta y no espero lo que hace, me carga y sale conmigo así. Cierro los ojos, no quiero ver la cara de los presentes, sé que su gritos se escucharon por todo el lugar, y que será chisme de pasillo por una semana. Subimos por el ascensor, y lo sé por qué lo escucho. Me baja para presionar el botón que nos subira a nuestro piso. Me separó de él y espero a que el elevador nos deje en nuestro piso correspondiente. Cuando el timbre del ascensor suena anunciando nuestra llegada, me carga y sale conmigo así. Cierro los ojos de nuevo. —Ariel, abre la puerta por favor—abro los ojos y abro la puerta de su oficina. Entramos y cierra la puerta con su pie, me sienta en el escritorio, quiero bajarme pero me lo impide, quiero irme a mi lugar de trabajo y olvidarme de esto. —Es un idiota—no entiendo porque lo dice—. Te va a dejar marca... ¿Tienes maquillaje? —En mi bolsa... Pero... Sale de la oficina y no sé a dónde va. Me bajo del escritorio, acomodó mi vestido, suspiró, la puerta se abre de nuevo y él entra. Abre mi estuche de maquillaje para tomar la base. —Gracias pero creo que puedo... —Déjame ayudar—me señala el escritorio y mataré a mis piernas por hacerle caso. Con cuidado esparce la base por mi cuello, y luego el polvo. —Listo... Ya no se te nota que...—ni él ni yo nos dimos cuenta en qué momento quedamos tan cerca. Trago saliva. Su cercanía, el perfume entrando en mi nariz, y mi falta de sexo no ayuda. Niego. No con él no. Es mi jefe y hasta ahí. No hay más... —Tengo trabajar. —Ariel... —Tengo que trabaj...—sus labios dan un roce suave en los míos. —Dime que no antes de que te bese—mis manos se quedan quitas en donde están. Abren la puerta y una tos nos hace separarnos, bueno él separarse de mí. —Mi padre quiere vernos en su oficina—le dice el joven Apolo. Me bajo del escritorio y camino a la salida de aquí. —Ariel... —Gracias por la ayuda—tomo mi maquillaje y me regreso a la puerta—, y no. Salgo por la puerta sintiéndome mal, me siento en mi silla y hago mucho para no llorar. No sé que le pico a Harry, pero yo no soy... Tal vez Bruce tiene razón, nadie va querer estar conmigo para algo serio. Soy sólo para una noche. O para dar sexo. No más. Termino mi trabajo a la hora que debo y me voy a casa, suspiró triste. Abro la puerta de mi departamento y las pocas cosas que tengo se muestran para mí, entro en mi departamento y después cierro la puerta. Una lágrima resbala por mi mejilla, camino a dónde tengo mis botellas y tomo una. Bruce y yo vivíamos aquí hace dos años, cuando era mi novio y me deje llevar por la idea de una boda con él, me consiguió el trabajo con Harry, estuvimos bien por unos meses hasta que empezó a engañarme y a tratarme mal. Me dejaba plantada en nuestras citas, y cuando yo quería... Él me decía que no. Un día me dio por llegar temprano y lo encontré con una morena en el sillón. Me dolió mucho... Y ahora... Estoy sola, en un departamento que debía de compartir con mi marido, trabajo para no deprimirme en ese lugar. Y hago mucho para los demás. Nada para mí. Hace dos semanas que estuve en el hospital más dijeron que mi novio estaba en el hospital y que estaba desayunando, al principio creí que Bruce se había redimido pero no fue así. "Mi novio" era mi jefe que quería saber que estaría bien. ¿Me sorprendió? Sí. De no ser mi jefe lo hubiera besado por estar conmigo. Pero no. Cierro los ojos y me quedo dormida en el sillón que cambie cuando corrí a Bruce del departamento. Me quedo dormida con la botella a la mitad de estar llena. Lo bueno es que... No hay nada bueno con mi soledad.
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