Él no contestó nada, elevó la vista al rostro de ella inexpresivo. Pero ella se mostró animada, deslizando sus dedos por el antebrazo, brazo y hombros. —¡Oh valiente guerrero! Escucho el ronroneo de tu pulso en cada movimiento de tu sangre. Siento la sed de tus labios, y la necesidad que tienes en tus manos. Ante mí Aleksanteri, siempre serás trasparente. ¡Qué dicha y encanto! —Dijo suspirando mientras acercaba una de sus mejillas a la piel cálida de él sobre su pecho. —Tu corazón siempre celebra mi cercanía, sé cuánto desea tu fuerza mi cuerpo… Aleksanteri la apartó bruscamente, aunque muy interiormente aferrándose con dificultad a su razón, sus instintos parecían adormecidos a la voz melodiosa y cautivadora de Adamis, anhelando la suavidad de su piel. Tomó valor mirándola con frialda

