El barco se movía con rapidez, los vientos seguían siendo controlados por los enérgicos poderes que Adamis sabía dominar. Ni el propio Scahard podía creer lo rápido que se movían los barcos. Pero Adamis miraba con atención hacia la ribera, teniendo muy en cuenta que la guerra con Augur ya entablada recién empezaba. Conocía muy bien con quien trataba, y él a diferencia de lo que ella solía hacer, no impondría por un capricho sus capacidades para impulsar las grandes habilidades otorgadas. Bajo ningún motivo un arcano y ocultista como él quebrantaría el tratado y manipularía para su propio beneficio los magnánimos poderes en la ley natural, aunque él pudiera con tal de atraparla. Por lo que sabía que tendría una gran ventaja antes que una vez más frustrara sus propósitos. Al maldecir y

