Le Chevalier Noir
Volver a París no había sido un acto de nostalgia. Lucien D’Artois no creía en esas ridiculeces. Estaba allí por una invitación que no pudo —ni quiso— rechazar. El duque de Ashford había insistido en que asistiera a la velada de la duquesa de Valmont.
“Será un espectáculo, no una simple fiesta”, había dicho con ese acento inglés que empolvaba las palabras como si todas fueran importantes. Y Lucien, con el aburrimiento carcomiéndole los huesos, aceptó.
Había llegado a París hacía ya unos días. No había pisado su antigua residencia, no había ido a ver a nadie. Se había instalado en un pequeño hotel en la rue de l’Université, caro, discreto, con habitaciones que no olían a pasado.
Esa noche, el carruaje del duque lo recogió antes del anochecer, demasiado temprano para s
