La puerta se cerró con un leve clic, y el sonido pareció sellar algo más que la habitación. Silas no soltó su mano al cruzar el umbral; al contrario, la sostuvo con más firmeza, como si temiera que se le deshiciera entre los dedos. Al fin a solas… La empujó con suavidad contra la puerta, su cuerpo pegado al de ella, envolviéndola con el calor que traía desde fuera. Bernadette alzó el rostro apenas, lo suficiente para ver la expresión de él: no era rabia… era algo peor. Algo más íntimo. Más visceral. Deseo. Derecho. Posesión. —Nueve meses —murmuró con voz baja, ronca, mientras su aliento le acariciaba la sien—. Nueve meses y así es como me recibes. No esperó respuesta. Sabía que no la tendría. Le besó el cuello, con labios calientes, impacientes, dejando una humedad que le hizo estreme

