Lucien ajustó el lazo de las flores blancas con manos firmes antes de montar su caballo. No había pronunciado el nombre de Amélie en voz alta en mucho tiempo, pero aquel día de su regreso quería visitarla, llevarle flores y decirle que estaba haciendo tal como ella le dijo y como él mismo sabía que necesitaba. Vivir. No cargar con la culpa y la vergüenza de cosas que debían de estar en el pasado. Justo donde la dejaba a ella. En el pasado. Cabalgó por los caminos conocidos con el rostro ensombrecido por los recuerdos que ahora empezaban a llegar, pero no los recuerdos de su vida con Amélie, sino de su muerte. Aquel día tan frío, solitario y doloroso donde no pudo llorar en el hombro de un amigo, donde ninguna mano amable lo ayudó a ponerse de pie, aquel día donde supo que las des

