Kairos

1569 Words
⸻A casa de los Savelli… ⸻repitió David mientras se encogía en el asiento–. Mejor me hubiese quedado en la clínica.                       ⸻¡Acelera, Richard!            Surcaban la autopista a toda velocidad. Los autos quedaban como estrellas fugaces a su lado. En el pecho de Ryan algo crecía. No podía creer que hubiese dejado que el aquel chico se la llevara. Primero Hernán y ahora su hermana.            ⸻¿Pueden explicarme que está sucediendo y qué vamos a hacer?            Richard no respondía, ni apartaba la mirada de la vía.            ⸻Creemos que los Kairos ⸻explicó Ryan⸻ tienen algo que ver con la muerte de Hernán. Ayer uno me atacó y se llevó a Javiera. No sabemos si está bien.            ⸻Los Kairos… definitivamente tendría que haberme quedado en la clínica.            Atravesaron una intersección y subieron por una colina, adentrándose por terrenos de lujosos edificios. Se saltaron semáforos en rojo y peatones gritándoles, conductores insultándolos. Cada giro del volante era un golpe violento, y cada kilómetro un segundo menos. Una vida que podría estar perdida.            ⸻Ya estamos por llegar ⸻anunció Richard            Ryan sacó su arma, tratando de recordar cuándo fue la última vez que anduvo sin ella. David lo vio, y para su sorpresa, lo imitó, aunque no se le veía muy seguro. Richard era el de la cara más preocupada            ⸻¿Qué haremos?            ⸻Tal vez hayan atacado a los Savelli, o solo se llevaron a Javiera. Debemos averiguar cuál de los dos ⸻respondió Ryan⸻. Tú te quedas aquí, David, no podemos involucrarte en esto.            ⸻Pero…            ⸻Ni deberías tener un arma.            ⸻Después de lo que pasó en el bosque yo…            ⸻Dásela a Richard.            Richard los observó por el retrovisor. Se veía el temor en sus ojos. Ryan pensó que seguramente él se veía igual. David no rechistó y le pasó la pistola a Richard, quien extendió un brazo para recibirla, pero como si le quemara, la puso en su regazo de golpe.            Aumentaron la velocidad. Ryan contaba los minutos. Contaba los kilómetros. No sabía cuánto faltaba. Ni lo que estaba sucediendo mientras ellos llegaban. El miedo le atenazaba. David dijo algo que no escuchó. Fue en ese instante cuando estacionaron delante de la residencia Savelli.            ⸻Segunda vez que vengo aquí y nunca para nada bueno ⸻susurró David.            Los tres miraban a la casa, tan silenciosa como inexpugnable, preguntándose qué habría en su interior. Ryan fue consciente una vez más del peligro que estaba por correr. Se estaba metiendo en la boca del lobo, para salvar al lobo, de un lobo aún más feroz. Por la ventana delantera se vio la sombra de un hombre, caminando de perfil. Estaba de pie, como si observara algo (o alguien) arrodillado frente a él. Por la mente de Ryan pasó la imagen de la familia Savelli en el suelo, amordazada, a punto de ser fusilados. No fue el único que lo pensó, pues como un reflejo, Richard agarró la pistola con firmeza, mientras que David se encogió en su asiento.            ⸻¿Qué haremos? ⸻volvió a preguntar Richard, esta vez alarmado.            ⸻Tenemos que entrar ⸻respondió Ryan.            ⸻Es una locura.            ⸻Si algún Kairo está adentro, debemos agarrarlo por sorpresa. Si están los Savelli, podemos contarles que se llevaron a Javiera.            ⸻Cualquiera que esté ahí nos matará antes de siquiera hablar ⸻agregó David, temeroso. Su edad se dejaba relucir.            ⸻Tenemos que intentarlo de todas formas.            Como respuesta, Richard quitó el seguro a las puertas. Él y Ryan se miraron, como dos amigos diciendo “Mira adonde hemos llegado”. Por primera vez Ryan lo vio como un compañero, alguien en quien confiar, aunque en su mente, algo pequeño gritaba sin que pudiera descifrarlo.            ⸻David, ve con Richard al frente y ayúdale a forzar la puerta. Hazlo con silencio. Atrás hay una entrada, yo intentaré ir por ahí. Esperen cinco minutos y háganlo. Debemos estar lo más sincronizados posible.            Ninguno de los dos discutió.                                                                                                              ⸻Bueno pues… ⸻tomó la pistola y suspiró⸻ Aquí vamos.            Los tres bajaron del auto y cruzaron la calle. La casa seguía silenciosa y la sombra tras la ventana había desaparecido. Eso le pareció una buena señal porque así no los verían acercarse. Raquel Savelli dijo que tenían cámaras, idiota. le habló la familiar voz de Mcfly. Ojalá los Kairos no lo sepan se respondió. Al llegar a la acera se separaron. Richard y David se dirigieron a la entrada principal; el muchacho detrás y el fiscal delante, ambos igual de pálidos. Había algo en los Kairos que aterraba más que los propios Savelli. Ryan se fue a la derecha de la casa, saltó una cerca y se encontró con un patio pulcro pero aburrido, con el clásico toque de elegancia en una familia acomodada. Una puerta blanca subiendo unos escalones daba a la cocina. En el patio no había juguetes, solo flores que rodeaban el sendero que daba a la puerta, y una ventana que veía de frente desde el segundo piso. Se agachó y caminó despacio, con cuidado de no hacer ruido. En su reloj pasaron dos minutos desde que abandonaron el carro. En tres minutos Richard y David irrumpirían en la casa. Ryan se acercó a la puerta y celebró su suerte cuando la notó sin seguro. Apretó el arma contra su pecho y la abrió unos centímetros. Echó un vistazo adentro. La cocina, donde encontró a Javiera y a Gabriel el día de la cena, estaba vacía. Ahora que lo recordaba, algo vio Raquel ese día que la afligió, tal vez a su esposo haciéndole algo a su hija.            Apartó ese horrible pensamiento. No era el momento. Abrió un poco más la puerta jurando que chirrearía en algún momento, pero no lo hizo. Entró cuidando cada paso, con el arma levantada. Si no recordaba mal, la cocina tenía otra puerta que daba al comedor y este un arco por el que se llegaba a la sala de estar, donde habían visto la sombra. Cerró la puerta de la cocina y se fue a la siguiente. Pegó la oreja a la madera, y le llegaron unas voces lejanas que no pudo reconocer. Simples susurros bloqueados. Ni siquiera pudo captar el tono. Ya habían pasado tres minutos. Con el corazón latiéndole a millón, abrió la segunda puerta con lentitud. Es desesperante estar tan asustado, tan nervioso, tan ansioso y tener que actuar con tanta calma. Sus impulsos le decían que entrara corriendo y levantando el arma. Sería su perdición. En vez de eso, repitió el proceso. Miró al interior. El comedor estaba vacío. Pero mientras más se adentraba, más escuchaba la voz de un hombre que hablaba en voz baja, y más se confirmaba que no era de ninguno de los Savelli.            Entró al comedor, se escucharon unos pasos y la voz volvió a callar. Ryan se pegó a la pared de fotos, tratando de ver por encima de su hombro hacia la sala, pero su perspectiva llegaba hasta la chimenea. El sofá y demás quedaban tapados. Habían pasado cuatro minutos. Dio pasos laterales, y escuchó otros que no eran suyos. Ahora se daba cuenta que no recordaba haber cargado el arma después de lo ocurrido en el bosque. Se cumplieron los cinco minutos. Escuchó como llegaba un chasquido desde el pasillo de la entrada. Una puerta se abrió de golpe y alguien entró corriendo. Ryan se abalanzó a la sala.            Ahí estaba él, el mismo muchacho que se había llevado a Javiera. Estaba de pie, observando a Richard, que le apuntaba de frente mientras Ryan le apuntaba por detrás. El chico levantó las manos. No parecía asustado, sólo sorprendido. Eso desesperó a Ryan, le hizo pensar que no tenía el control. Richard lo miraba como si esperara alguna instrucción, pero no se le ocurría nada. A su alrededor todo estaba normal. No había sangre por ningún lado ni signos de lucha. Estaba tal cual como aquel día de una tranquila cena. Nadie hablaba, todos se veían esperando ver que hacía el otro. Unos pasos volvieron a escucharse, esta vez bajando la escalera, y Javiera entró a la sala corriendo y más sorprendida que ninguno.            ⸻¿Ryan?            ⸻Entonces Hernán tuvo que haber asesinado a un Kairo para pagar tu deuda y para que ellos lo asesinaran a él. Eso no es posible. Pero tienen que haber sido ellos.            ⸻¡Mi hermano no mataría a nadie!            ⸻Lo sé ⸻Ryan se volteó hacía la cocina. Era su única oportunidad⸻ Tengo que hablar con ellos.            ⸻Nathan no te dirá nada.            ⸻Lo sé.            Hizo el ademan de levantarse, pero se detuvo antes de hacerlo y le puso las manos en los hombros a la chica.            ⸻Sobre lo que me contaste ayer, lo de tú padre, te prometo que haremos algo al respecto. Sólo dame tiempo en pensar qué. Algo se me ocurrirá. Primero déjame resolver lo de Hernán y luego pasaremos a esto.            Prefieres encargarte primero de la muerte de un amigo que de ayudar a una chica que es violada. ¿Seguro que no estás obsesionado?            La joven negó sin mirarlo.            ⸻No hay nada que puedas hacer. Lo sabes.            Lo sabía, pero se negaba a aceptarlo            Se puso de pie y camino a la cocina. Javiera se quedó en el sofá llorando. Adentro estaban Nathan cantando y Richard apuntándole con el arma. Estaba más preocupado el fiscal que el muchacho.            ⸻Tienes que llevarme con los Kairos. Necesito hablar con ellos.            El chico lo miró sorprendido durante un segundo, y esbozó una sonrisa
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