Me desplomé sobre el colchón, con el pecho agitado mientras jadeaba, y el cuerpo aún temblaba por el intenso orgasmo que me había atravesado. "¡Dios mío, Miguel... lo siento mucho!", murmuré, tumbada boca arriba con las piernas abiertas. "¡Maldita sea, entrenador, eres una zorra de remate!" La voz de Jake me devolvió a la realidad, recordándome dónde estábamos y lo que había pasado. Me sonrojé muchísimo al darme cuenta de que el resto del equipo seguía allí, esperando su turno. "Bueno, chicos... Voy a comprar algo de beber en la máquina expendedora... Asegúrense de cuidar al entrenador cuando no esté", ordenó Duane al resto del equipo mientras se ponía de pie sobre mí. Los demás chicos estuvieron encantados de complacerme. En cuestión de segundos, todo mi equipo me rodeaba mientras yo ya

