Fue una semana de mamadas tabú para mí y mis hijos. Hunter y Ryan me las exigían a diario, y yo estaba encantada de complacerlas. Me arrodillaba y nos turnábamos para chupárselas en cualquier habitación donde estuvieran. Me encantaba; me arrodillaba donde fuera, a cualquier hora, para mis hijos. Me había convertido en una guarrilla amante de las pollas, una MILF guarrilla para mis chicos.
El único cambio fue que no les había permitido que me molestaran con mis juguetes ni que jugaran con mis tetas desde el primer día. Pensé que era demasiado, y que necesitaba poner un límite. Los chicos fueron lo suficientemente obedientes como para seguir mi regla de "No me toques hasta que te dé permiso", pero no estaba segura de cuánto duraría. La situación se intensificaba entre nosotros cada fin de s
