"Alan, eres asqueroso. Ahora, baja aquí y cómeme hasta que me corra en tu cara".
"Tus deseos son órdenes para mí, cariño. Puedes toser cuando sientas mi lengua tocar tus amígdalas".
Le dijo que levantara las caderas, porque iba a poner dos almohadas debajo. Una vez hecho esto, se colocó en posición, le separó los muslos hasta que parecía la parte superior de un poste de portería y hundió la cara en su coño.
Después de varios minutos, Susan lo agarró por las orejas para sujetarlo donde quería que estuviera. Alan la agarró por las muñecas y le apartó las manos de las orejas. La miró y dijo: «No hay ayuda de la galería de cacahuetes. No toques las manos o te esposaré. ¿Me entiendes?».
Susan respondió: "No sabía que te gustaban las cosas pervertidas".
Si quieres algo morboso, te lo daré.
