"Nunca me respondiste sobre mis cincuenta mil dólares".
Vamos a la oficina de tu padre y veamos qué tenemos disponible. Una de sus secretarias podrá explicarnos el sistema de nóminas y cómo se gestiona. Si se gestiona internamente, podría ayudar, porque sé algo de dinero.
Gracias a su experiencia informática, William vació todas las cuentas en el extranjero de los padres de Laura y devolvió el dinero a las cuentas que él mismo había creado para ella. Estos bancos pertenecían a corporaciones extranjeras, y en cuanto el dinero llegó a su sistema, sus amigos, que trabajaban en ellos, lo computarizaron en miles de millones de unos y ceros para evitar que entrara en la lista de vigilancia del Tesoro de Estados Unidos. Esos amigos lo devolvieron a la cuenta principal de William, donde se perdió en la cartera multimillonaria que él administraba. El dinero ahora estaba limpio, aunque todo el dinero de la cuenta de Williams era sucio. Desde la cuenta de Williams, fluía legalmente a la cuenta de Laura. Él había ideado este sistema, lo había creado, y ahora lo administraba para todas las familias, desde Boston hasta Filadelfia. El dinero de Laura era como una gota de agua en el Océano Pacífico.
Con la ayuda de William, Laura contrató una empresa de gestión para gestionar la empresa de su padre, mientras estaba a la venta.
Laura nunca había visto a William en acción. Sin embargo, cuando se sentó a su lado de la mesa, sintió lástima por quienes intentaban comprar su empresa. Pensaba que los ejecutivos debían ser civilizados en reuniones como esta. Descubrió que eran carnívoros. Los compradores intentaban devorar a los vendedores desde arriba: consiguiendo el precio más bajo y la mejor oferta. Los vendedores hacían todo lo posible por defenderse. Destacaban la solidez de sus balances, las tendencias de sus negocios y sus previsiones. Los compradores eran buenos, William, mejor.
William fue rechazado por su comprador posterior, porque calificó sus términos y ofertas de insultantes. Sin embargo, William sabía que estos postores actuales deseaban tanto el negocio de Laura que podían sentirlo. Hicieron una oferta, y William la rechazó de plano. Hicieron otra. Unos días después, William les pidió que no regresaran, porque estaban haciendo perder el tiempo a su cliente. Querían una última oportunidad para conseguir un precio más bajo. Se pusieron de pie y dijeron: «Ha sido un placer hablar de esto con ustedes, pero están pidiendo un precio demasiado alto. Nos vamos».
William no respondió. Se levantó, rodeó la mesa y abrió la puerta con calma. Los compradores habían descubierto su engaño. Ahora les tocaba a ellos: irse o comprar.
El papeleo se rubricó ese mismo día y los contratos se firmaron tres semanas después. El dinero entró en el banco, después de que el gobierno se hiciera cargo de su parte. Veintiocho millones de dólares y algo más llegaron al bolsillo de Laura, y eso no fue todo. Su padre tenía una póliza de seguro de cinco millones de dólares para él y una de un millón para su madre. La venta de la casa familiar le reportó otros doscientos cincuenta mil dólares. La Navidad pasada, no tenía ni un centavo que pudiera considerar suyo. En mayo, tenía treinta y cinco millones de dólares en el banco, que ella conocía, y dieciocho millones adicionales que descubriría más adelante. Ahora quería desquitarse.
Llevó a William a cenar al pequeño restaurante donde se conocieron. Echó al personal de la cocina y preparó lingüines. Le preparó a William un plato muy especial y lo sirvió con "un poco de orégano, mantequilla, aceite y ajo". Lo sacó y se lo puso delante con una gran sonrisa.
William miró su cena y reconoció algunos ingredientes. La lamió, la olió y dijo: «Ácida y un poco salada. Sé quién inventó esta receta».
"Tienes razón, William, y ella vino mucho por esta receta; buen provecho."
¿Dónde está tu cena, Laura?
Tienes que ir a la cocina y preparármelo. ¿No te acuerdas? Tú me probaste, ahora yo tengo que probarte a ti.
—Tienes toda la razón, querida. Vuelvo enseguida. ¿Quieres lingüines o cabello de ángel?
"El cabello de ángel estará bien."
Mientras William estaba ocupado, Laura llamó a Michael, el dueño del negocio, y le dijo: «Michael, fuiste muy bueno conmigo durante todos esos años de universidad. Me mantuviste trabajando, aunque no estabas lo suficientemente ocupado como para merecerlo. No tengo palabras para agradecerte por tratarme así. Quiero darte este regalo. Es para ti y tu familia, por ser amable con una persona que no conocías, pero a quien trataste como parte de esa familia». Le entregó un cheque por quinientos mil dólares.
Michael miró el cheque y dijo: «Laura, no puedo aceptar este dinero. Eres como una hija para nosotros. La familia no acepta dinero de la familia».
Michael, invierte bien este dinero. Arregla el restaurante, si quieres, o guárdalo para la universidad de tus hijos. Hagas lo que hagas, te recordará lo feliz que me hiciste estos últimos cuatro años. Me recordará cómo hiciste posible mi educación.
William salió de la parte de atrás con un plato de pasta cabello de ángel humeante. Le preguntó a Michael: "¿Lo hizo o no lo hizo?".
"Lo hizo, William. No pude disuadirla, por mucho que hiciera."
—Te dije que era buena, Michael. Yo tampoco suelo ganar una discusión con ella.
¿Ustedes dos apostaron sobre lo que iba a hacer aquí esta noche?
William respondió: «No fue realmente una apuesta, porque no se intercambia dinero. Sin embargo, le advertí que le darías dinero esta noche, por ser el holgazán bondadoso que es. Su padre es igual. Me recogió de la calle, y mira lo que me pasó».
"¿Así es como se conocieron ustedes dos?" dijo, besando a su ex jefe.
"William, ¿es mi cena la que tienes en la mano, que se está enfriando? Si es así, tírala y hazlo de nuevo."
William le sonrió y dijo: "Tendrías que esperar mucho tiempo para tu próximo plato de pasta. El chef está completamente agotado".
—Entonces déjalo para que pueda comerlo, mientras aún está caliente, por favor.
William preguntó: "Un buen Chianti, por favor, Michael".
"Si señor, enseguida."
Miró a Laura y dijo: "Deberíamos cenar aquí más a menudo; especialmente comidas como ésta".
Laura sacó un mechón de pelo de la pasta y dijo: «Voy a tener que cortarle el pelo, señor Zabo. Aunque esta comida está muy buena, puedo vivir sin el pelo».
2. Y entonces quedaron tres
William y Laura cenaban en su suite cuando ella entró en trabajo de parto. Laura entró en pánico, pero William estaba sumamente tranquilo. Había pasado por esto muchas veces en Italia y sabía que no había prisa por llegar al hospital. Llamó a recepción y pidió que pidieran una limusina para que estuviera frente al hotel, porque su esposa estaba de parto. Tomó a Laura del brazo, recogió la maleta que estaba en la puerta principal y la acompañó lentamente hasta el ascensor. Al llegar al vestíbulo, el gerente estaba allí para ayudarlos a subir al vehículo que los esperaba y desearles lo mejor.
El personal del hospital los esperó. En cuanto vieron que la limusina se detenía, ayudaron a Laura a bajar, la sentaron en una silla de ruedas y la llevaron a su suite privada en la sala de maternidad. William firmó la documentación correspondiente, le entregó a la empleada de admisiones un cheque, muy por encima de la cantidad necesaria, y le explicó qué hacer con el dinero sobrante. Luego fue a reunirse con Laura. Su médico ya estaba allí.
El doctor Belavoir le dijo a William que Laura estaba en las primeras etapas del parto y que pasarían muchas horas antes de que naciera el bebé.
William tomó al médico aparte y le dijo: «Doctor, no quiero que esté de parto durante horas. No quiero que sufra. Haga lo que tenga que hacer y atienda el parto lo antes posible. Si es cuestión de dinero, no se preocupe. No ponga en peligro ni a la madre ni al bebé, simplemente hágalo y rápido. ¿Me entiende?».
"Sí, señor Zabo, le entiendo perfectamente."
El doctor Belavoir pidió a las enfermeras que le colocaran un suero intravenoso, mientras él mismo recogía los medicamentos del carrito. Las enfermeras se preguntaban qué hacía, pero no querían molestar a este respetado médico.
Inyectó el fármaco inductor del parto en la solución salina y esperó a que hiciera efecto. Colocó a Laura de lado y le administró un potente anestésico para aliviar gran parte del dolor del parto.