Lily y Leah

Mi mejilla arde, pero es un dolor que, para mí, ya es familiar. No es primera vez, y claro que esa afirmación no es ni de cerca algo bueno. Pero desde algún momento de mi vida, esto se volvió tan natural que ya aprendí a ignorar el dolor. ¿Cuándo fue que todo empezó a desmoronarse de esta manera? ¿desde cuándo esto se convirtió en algo habitual? ¿En qué momento aprendí algo tan doloroso como desplazar el malestar? No tengo idea. Después de recibir la cachetada por parte de mi jefe me quedo viendo el piso, escuchando en todo momento sus insultos a gritos, luego siento como agarra mi brazo con fuerza y levanta mi cara halando mi cabello. Lo veo a los ojos sin expresión alguna en los míos, lo que aumenta su furia, me da otra cachetada y después de gritar que estoy despedida me lanza a la calle, literalmente. Apenas logro poner las manos antes de que mi cabeza se estrelle con fuerza sobre el concreto. Me toma un par de segundos reponerme y ponerme de pie, sacudo mis manos en mis jeans desgastados negros. Supongo que estoy agradecida de que al menos me dio tiempo de cambiarme el uniforme. Reviso la hora en el reloj digital que he tenido desde que tengo memoria y maldigo por lo bajo al ver que ya es tarde y estoy lejos de mi casa, veo en mi monedero y apenas tengo unos pocos dólares, decido no gastar nada pues no sé cuándo pueda conseguir un nuevo trabajo, y comienzo a caminar con calma. Hora y media de camino a pie llego a la calle de mi casa. Vivo en un lugar peligroso, pero la ventaja de los lugares como estos es que aquí todo el mundo conoce a todos, y como saben que no tengo ni donde caer muerta no me hacen daño, además que mientras no me meta con alguien seguiré con vida. Al entrar a casa ya es media noche, me encuentro sumamente agotada por el día de trabajo más la caminata, pero me arreglo un poco antes de entrar por completo y no verme tan desgastada. Lo primero que noto es que, como supuse las luces están apagadas. Me adentro en la única habitación del lugar y veo a las niñas acostadas en el pequeño colchón que logre comprar hace unos meses para ellas, yo duermo en el sofá viejo al lado de ellas. Al terminar de revisar que ambas están dormidas, entro al baño y luego de asearme, me visto únicamente con una camisa extra grande que me llega a la mitad de los muslos, lavo la ropa que llevaba puesta hoy junto con la que ellas y lo dejo todo secando. Me preparo un sándwich para callar mi hambre y antes de dormir me acerco a besar la frente de las pequeñas niñas. – ¿Qué hora es? Llegaste muy tarde, me preocupe – me susurra Lily, mi pequeña hermana de nueve años. – Lo siento linda, no te preocupes, no volverá a pasar ¿Qué hicieron hoy? – me siento en el piso a su lado y acaricio su cabello. – Le estoy enseñando a Leah las letras – suelta una risita infantil, las comisuras de mis labios se elevan un poco ante eso. – Cariño, ella solo tiene un año, enséñale los nombres de las cosas. – Está bien, pero ya dice Lily, bueno, dice algo como "Li", pero es muy parecido a mi nombre, solo debe decir otro "Ly" junto al anterior – noto como se va entusiasmado y suelto un suspiro, beso nuevamente su frente. – Ese podría ser tu nuevo apodo, linda, pero es hora de dormir, mañana es mi día libre, pasaremos todo el día juntas – ella bufa, pero a pesar de la oscuridad logró notar que tiene una gran sonrisa, cosa que me alegra de sobre manera, ella es muy risueña y eso me encanta, que a pesar de todo sigue siendo una niña muy feliz, muy madura para su edad, pero feliz. – Está bien ¿podrías cantarme? – asiento en su dirección, y como sé que no puede verme por la oscuridad de la habitación, aprieto su mano una vez, una manera de comunicarnos entre nosotras sin hacer ruido. (**) Despierto justo a las seis de la mañana, volteo a la cama y veo a las niñas durmiendo, Lily abraza a Leah y la bebé simplemente esta boca arriba con sus manos en la cara de Lily. Me pongo de pie y hago mi rutina de aseo, al salir veo que solo nos quedan dos huevos, lo justo, pero tendremos que comprar más comida. Los cocino y mientras se fritan hago puré una de las tres manzanas que quedan, le echo un poco de canela y la dejo en la nevera para que este fría antes de comer, acompañó el huevo frito con pan para Lily y para mí. – Buenos días – escucho la voz de Lily a mis espaldas, le doy un beso en la frente y la mando a cepillarse los dientes. Pongo la mesa y justo al terminar escucho el llanto de Leah, voy hacia ella y la levanto dejando besitos por su rostro para que deje de llorar, un truco muy útil que me enseñó Lily. Ella deja de llorar para comenzar a reír y con una pequeña sonrisa de mi parte cambio su pañal. Luego Lily llega a la mesa y comienza a comer sin dejar de hablar en ningún momento. – Linda, tenemos que ir a comprar comida, ve a vestirte ¿sí? – después de un chillido de su parte corre hacia la esquina en donde está la ropa de las tres, mientras yo término de lavar lo que ensuciamos y después visto a Leah, yo me cambio al terminar de vestirla y salimos cinco minutos después. Llevo a Leah cargada en un brazo mientras le agarro la mano a Lily del otro lado, ella sigue hablando y yo le dedicó pequeñas sonrisas y asentimientos de cabeza, respondo sus preguntas y de vez en cuando le mencionó el nombre de algunas cosas que Leah señala, todo esto hasta que llegamos al pequeño mini súper. Mientras tomo las cosas que hacen falta, veo el anhelo en los ojos de ambas niñas al ver los dulces y casi se parte mi corazón al saber que no podré comprarles todo lo que merecen, pero haciendo cálculos logró comprarles un chocolate para cada una. Ellas ven los chocolates como si fuese la cosa más bella que han visto en mucho tiempo, y eso es todo lo que necesito para darme por satisfecha. Con una pequeña sonrisa pago y al salir Lily comienza a comerlo, pero, por otro lado, Leah empieza a quejarse, por lo que suelto un momento la mano de Lily y le abro la envoltura del chocolate a la bebé. Al terminar estiró la mano pasa agarrar a Lily, pero al no sentirla, mis sentidos se ponen alertas y comienzo a buscarla alrededor, veo como ella camina viendo el piso y cruza la calle. Esto no puede estar pasándome. Intento correr hacia ella con todas mis fuerzas, sosteniendo bien a Leah en mis brazos, pero veo como un carro se aproxima a toda velocidad hacia mi bebé mayor y suelto un grito al darme cuenta que no hay manera de que pueda llegar a tiempo, sin embargo, eso no me detiene, y aun así sigo corriendo. Se siente como que todo pasa en cámara lenta frente a mis ojos. – ¡Lily! Siento como que me muero.