Reggie se quedó por un rato en el jardín de los Meyer, pues, se sentía tan contrariado como para volver al comedor y pretender que en él todo estaba perfectamente, cuando la realidad, era todo lo contrario. Tenía la sensación de que, aquella importante parte de él que empezó a desprenderse esa noche junto al arroyo, esta vez se terminaba de desasir de su ser. Su pecho dolía y ardía a la vez, un nudo en su garganta crecía y se la cerraba más, tragaba grueso repetidamente, su saliva escasamente aliviaba esa incómoda percepción. Reggie caminó despacio y desganado hacia el juego de jardín con 6 sillas ubicado muy cerca de la pared de vidrio que separaba el interior de la casa del jardín. En uno de esos asientos se dejó caer, recostó su espalda del soporte y estiró las piernas hacia adelante,

