5. El precio de soñar -3

2828 Words
Reggie, Eros, Lucio y los hermanos Meyer terminaron en la oficina del director del colegio, Lucas Alcalá. La pequeña oficina se sentía aún más reducida por la cantidad de personas que había en ella, ya que también se encontraban los padres de Eros, los Meyer, y los O'Connell. En vista de que Tessa no tenía teléfono móvil, no la habían logrado contactar de forma inmediata, pero Charlotte y Liam abogaban por Reggie como si fuera su representado legalmente. Ella estaba histérica, le importaba en lo más mínimo guardar las apariencias; su esposo también hacía notar su disgusto con sus gestos, pero a diferencia de Charlotte, él sabía mantener la calma. Owen tenía sus ojos fijos en Lucio con rabia, como si lo fuera a atravesar con la mirada, él lucía despeinado y sucio, pero sin un solo rasguño; en cambio Lucio, tenía los ojos casi cerrados debido a la inflamación y moretones producto de la golpiza que recibió por parte de Reggie y Owen, adicionalmente, su rostro mostraba una expresión de horror observando a la "mamá gallina Meyer" tan alterada, recordando el temor de César. Eros estaba impactado junto con sus padres, también siendo testigos de cómo aquella elegante y delicada mujer se había transformado para defender a sus críos, daba la impresión de que iba a requerir de un exorcismo, o que en cualquier momento cogería de los cabellos a la madre de Lucio, o quizás, al petulante padre en su acalorada disputa. Defendía ciegamente a sus chicos, incluyendo a Reggie y Eros. En la institución se decía satíricamente que podría “incendiar” al colegio si sucedía algún inconveniente con sus hijos; sin embargo, él pensaba que se trataba de bromas de pasillo. Por otro lado, Selene observaba a su madre discutiendo fervientemente, la admiraba con una sonrisa triunfante de oreja a oreja, de vez en cuando se volvía hacia Lucio para presumir a Charlotte de un modo sardónico. Mientras que Reggie, tenía algunos moretones en el rostro y un labio roto, causados por Lucio cuando se lo quería quitar de encima; estaba cabizbajo, apenado, era como una tortuga tratando de esconderse dentro de su caparazón, culpándose de haber causado todo aquel alboroto, aunque no se arrepentía. A su vez, se veía bastante preocupado porque todo el alboroto pudiera afectar su beca. Luego de que se calmara la acalorada discusión, hubo un silencio tenso para poner atención a la decisión del director de la institución y el Coordinador Académico. En Charlotte era evidente la irritabilidad que permanecía. —Los jóvenes Eros y Selene, les sugiero que se alejen de los problemas... pueden retirarse y volver a sus clases —ordenó severo—. Señores Fraga, gracias por venir. Alcalá siguió con la mirada a la familia de enorme estatura cuando se ponía en pie para marcharse, igualmente a Selene, quien se veía minúscula al lado de todos ellos. Eros, antes de salir de la oficina, les dio a Owen y Reggie una mirada de remordimiento. Selene sacudió sutilmente su mano para despedirse de Reggie con un gesto de preocupación, pues, en vista de que los tres chicos se quedaban le daba el presentimiento de que no se trataría de algo favorable para ellos. Tenía consciencia de que él podría ser el peor librado. —Lo siento... —murmuró. Reggie le respondió apenas levantando el rostro, moviendo discretamente su mano y una sonrisa que difícilmente se distinguía. Selene sostuvo la manija de la puerta, ya estando afuera y apunto de cerrar tras ella, pero se detuvo por un segundo para repasarlos a todos con la mirada. —¡Destrózalos, mami! —gritó y cerró de un portazo instantáneamente. Alcalá y el coordinador académico observaron a los Meyer con severidad por tal impertinencia, pero la familia no se inmutó. —Nuestra hija es algo singular —le dijo Liam despreocupado. —Claro, con una madre tan carente de modales, ¿qué se puede esperar? —añadió la señora O'Connell en un tono engreído. —Continuemos, señores... —intervino Alcalá antes de que Charlotte estallara o su esposo saliera en su defensa. Una vez que vio a todos por fin con sus bocas cerradas, continuó. —Owen, Lucio y Reggie, tuvieron un penoso comportamiento —expuso empezando a rellenar un formato con su pluma dorada— estarán suspendidos por una semana, en esta institución deben respetar los valores y se rechazan rotundamente los hechos de violencia, por lo que tal acontecimiento debe tener su castigo. —¡Qué! —objetaron las dos mujeres abandonando sus puestos. Se avivó otra discusión. Los ánimos de Reggie iban cayendo, aunque no resultó sorprendente para él esa decisión. Con el murmullo de fondo debido a las discusiones en donde hasta Owen y Lucio se sumaron, e incluso, casi llegaban a los golpes de nuevo; Reggie se quedó ensimismado en su asiento, con sus aspiraciones resquebrajándose cuando empezaba a visualizar lo que ya venía. Habían transcurrido dos horas desde que inició la reunión en esa oficina, la decisión había sido tomada y era irreversible a pesar de las objeciones de ambas familias. Charlotte alegó que cometían una injusticia, al colocar en el mismo peldaño a los sinvergüenzas junto con los buenos chicos, pero nada cambió. —Finalizamos por hoy... Señores O'Connell, señores Meyer, gracias por venir —dijo Alcalá con hipocresía—. Sus hijos pueden incorporarse nuevamente la próxima semana. La mayoría de los presentes se levantaron a regañadientes. —Excepto Reggie Uveda, necesito que se quede un poco más. Reggie sintió que un frío recorrió su columna hasta la nuca, temiendo que tenía que ver con su beca. Charlotte y Liam automáticamente volvieron a sus asientos, como si una fuerza los hubiera obligado a volver, mientras que Owen y los O'Connell iban de salida. —Nosotros también nos quedamos —dijo Charlotte severa. —Espéranos en el auto, hijo... —le susurró Liam a Owen y él asintió obedientemente. —Señora, no pueden, no son sus representantes —objetó el coordinador académico. —Su tía está ocupada, asumimos el rol momentáneamente y todo lo que conlleve, podemos dejarlo por escrito si es necesario, ¿tienen algún problema con eso? —intervino Liam. Él hablaba poco, pero cada palabra que salía de su boca, en un timbre firme y educado, resultaba irrebatible. Alcalá resopló exasperado, no estaba tan de acuerdo en que Charlotte estuviera presente, la rubia objetaba por todo y reñía como si de eso dependiera la vida de sus hijos, ahora la de Reggie. Nunca había tenido a una madre tan difícil como lo era ella. Pero era válido lo que pedía Liam, sabiendo que en ocasiones anteriores estaban presentes en reuniones cuando Tessa no podía. —Bien, como prefieran... —aceptó el hombre con resignación—. Por supuesto, si el joven no tiene inconvenientes —de algún modo esperaba que Reggie dijera que no. —No, señor director, no lo tengo. —Okey... —el hombre cerró sus manos sobre el escritorio— joven Uveda, para nadie es secreto que ha está aspirando a una beca universitaria —fue directo al grano y Reggie asintió en respuesta a su comentario—. Pero déjeme informarle que, debido a este comportamiento inadecuado, no creo que tenga nuestra carta con referencias positivas. «Justo lo que pensaba» Se dijo Reggie con el corazón oprimido. —Es la primera vez que me he visto envuelto en este tipo de inconvenientes, que, de mi parte no se repetirá. Además, me parece bastante injusta esta decisión. ¿Se supone que debía quedarme de brazos cruzados ante los atropellos de O'Connell? Y, no me refiero a los que cometió en mi contra. —Reglas son reglas, Uveda —dijo sin importancia—. Por supuesto, esto no significa que te nieguen una beca por un par de requisitos menos, tiene desventajas, pero no es imposible —añadió con una sonrisa ladina—. Ya encontrarás las maneras, o algo qué hacer. —¿Las reglas? ¡Las reglas! ¿Las reglas de quién? ¿De la institución, la universidad a donde se va a postular, el gobierno de España, o de su holgazanería para atender una solicitud nueva? —estalló Charlotte, quien había permanecido en silencio junto con su esposo, escuchando cómo el chico se defendía respetuosamente—. Claro, sería para usted un proceso menos, un trabajo menos al que debe darle seguimiento sin nada de dinero extra para su bolsillo. —Señora Meyer, creo que debería moderar sus palabras... Reggie observó a Liam y a Charlotte con pesar y resignado. —No importa, dejémoslo así. Quizás O’Connell tenga razón y no será mucho lo que haga con una beca —dijo conteniendo un nudo en su garganta y una sonrisa fingida, ya no quería incomodar más y veía que tenía todas las de perder en una posición económica que no era la suya y a la que parecía, no debía aspirar. Charlotte hizo un gesto de preocupación, el chico se estaba rindiendo rápidamente; mientras que Liam siguió en silencio unos segundos más, escrutándolo, al igual que a Alcalá. —Señor Alcalá —dijo de pronto, recibiendo toda la atención—, cuando yo era un jovencito, estudié en esta institución y, ¿sabe cómo lo hice? —el hombre negó— De beca en beca. Tuve compañeros brillantes en la misma posición que Reggie y que, enfrentaron decenas de altercados exactamente iguales al que tuvo él hoy, menosprecios por su posición económica. Pero ¿sabe cuál era la diferencia en aquel entonces y ahora? La institución tenía directivos honorables que amaban su trabajo —Alcalá y el coordinador académico se incomodaron, lo sintieron como un ataque directo— ¿Sabe dónde está ese puñado de estudiantes becados hoy? Un porcentaje muy alto aprovechó esa oportunidad, se esforzaron como no tienen idea, son profesionales distinguidos, arquitectos, médicos, empresarios, etcétera, incluso, el hombre que dirige la Inspección General de Servicios pertenece a ese puñado —Alcalá palideció—, del Misterio de Educación, por supuesto. Alcalá estaba pasmado con lo último al igual que el acompañante, hizo varios intentos de hablar abriendo su boca, sin embargo, por un momento, parecía que no lograba conseguir las palabras que necesitaba. Era una advertencia educada, pero contundente. —Señor Meyer... —se aclaró la garganta—. Me parece que se está tomando las cosas de una forma muy extrema. —No se preocupe, señor Alcalá, tendrá una carga menos —se puso en pie e invitó a Reggie y a Charlotte para que le siguieran—. El chico ya no tendrá intermediarios para las solicitudes. Gracias por atendernos. *** Los tres salieron de la oficina, dejando atrás al hombre con una expresión de extrema preocupación en el rostro. —Les agradezco lo que hicieron por mi allá adentro y, les pido disculpas por cómo hice meter en problemas a Selene y a Owen. No es necesario que se molesten más por mí, hicieron mucho con todo esto —su voz apenas salía en un hilo. —Ah, bien, si es así, para ahorrarnos las "molestias" —Charlotte recalcó las comillas con sus dedos—, entonces mi esposo ya no contactará más a esos conocidos en el Ministerio para esa beca universitaria, sino que haremos pagos únicos cada año de tu carrera y, ¡listo! Asunto solucionado. Reggie peló sus ojos cuando Charlotte dijo aquello con cierto tono de ironía, mientras que Liam reía en silencio. —¡No! De ninguna manera aceptaría tal cosa. Es un dinero exorbitante. —Eres una mente brillante que no debería desperdiciarse, jovencito —le dijo Liam apretando su hombro—. Veía venir esta situación cuando supe de este embrollo con el chico O’Connell, así que, ya hice algunas llamadas y haré algunas otras... ve a casa tranquilo, en su momento te contactarán para iniciar con todo ese proceso de solicitud. Los ojos de Reggie enrojecieron, agachó su cabeza apretándose los labios y asintió sin decir nada más, estaba seguro de que, si hablaba, su voz se quebraría de inmediato y lo que seguiría serían sus lágrimas. Quería evitar avergonzarse más. *** Era el quinto día que Reggie tenía sin ir a clases debido a la suspensión. Acababa de volver a casa después de haber ido a un barbero, luego de que Tessa le insistiera por enésima vez que lo hiciera. Se sentía extraño mirándose en el espejo luciendo tan diferente, cosa que pocas veces hacía porque lo detestaba. «Solo es un corte de cabello.» Se decía con el ceño fruncido, moviendo su rostro lentamente de un lado a otro para detallar distintos ángulos. Ya no se veía desaliñado gracias al cabello desordenado y largo que escondía gran parte de su rostro, era todo lo contrario, lucía más refinado, realzando sus facciones atractivas. No sabía qué pensar, qué opinar de él, ya no tenía en donde esconderse cuando lo necesitara, era la primera vez que probaba ese estilo, corto en los laterales y un largo medio en la parte superior. —Cariño... —Tessa tocó a su puerta—. Tienes visita. —¿Quién? —preguntó elevando su voz. No hubo respuesta—. Tía, ¿quién? —repitió su pregunta, tuvo el mismo resultado. Reggie se cubrió la cabeza con la capucha de su sudadera, no se sentía tan preparado para que alguien más lo viera con su cambio de estilo, no en ese preciso instante. Él salió cauteloso, como un felino, necesitaba ver primero de quién se trataba antes de que esa persona lo viera a él. En medio de la pequeña y humilde sala del departamento, estaba Selene con sus manos hacia atrás, meciéndose de un lado a otro y tarareando algo que él no entendía, mientras que miraba al techo y hacia todos lados distraída, era la primera vez que ella iba a ese lugar. Vestía colorida como siempre, con un pantalón turquesa de estampado floral rosa y una blusa de mangas cortas que combinaba a la perfección con el estampado, llevaba su cabello con dos trenzas que caían sobre sus hombros, con un mechón rosa entretejido en cada una de ellas. «Oh, rayos, ¿y ahora? ¿Por qué me busca masmelo?» se preguntó Reggie desde su escondite, analizándola. «¿Sola?» «Bueno, al menos no lleva a la vista uno de esos bolsitos del terror.» —¿Viniste hasta aquí sola? —interrogó de pronto, dejándose ver y haciéndola dar un brinquito de exaltación—. Es peligroso que andes por ahí sola, así como así. —Siempre los guardaespaldas me llevan y traen... —ella escaneó su rostro y sonrió cuando notó de inmediato el cambio de Reggie— pero hoy me trajo mamá. Está por la puerta charlando con tu tía. —Hmmm... —asintió poco convencido, aunque ahora se percatara del parloteo lejano—. ¿Hay alguna razón en particular por la que me buscas? Eso no es usual. —Es una visita rápida... —Selene dio dos pasos largos hacia adelante y miró hacia arriba, a su rostro, por lo que él echó su torso hacia atrás con mirada desconfiada, sospechaba que sacaría de la nada alguno de sus bichos—. Vine a agradecerte por haberme defendido aquel día —dejó ver sus manos llevándolas hacia adelante con una cajita cuadrada azul del tamaño de su palma. Por un momento, Reggie la observó, sin mover un solo músculos. —No era necesario, no podía dejar que molestaran a la hermanita de Owen. ¿Qué tipo de amigo sería si lo hubiera dejado pasar? —Bien, es un detalle de agradecimiento —se quedó en la misma posición esperando por él—. No lo puedes rechazar ¿sabes? Tiene tu nombre grabado. Despertó mucha curiosidad en Reggie por saber de qué se trataba eso, que según Selene, llevaba su nombre. —Ábrelo... —insistió rodando sus ojos—. No muerde. La curiosidad de Reggie no se pudo contener y tomó la cajita, para destaparla sin mucho preámbulo. Detalló el contenido por un momento y, seguidamente, se vio expuesta una tierna sonrisa de oreja a oreja, dejándole ver hasta sus dientes. —Escuché las tonterías que decía el chico O’Connell aquel día. ¡Patrañas, por cierto! También oí por ahí que querías ser médico, creo que serás uno muy bueno —dijo asintiendo. —Gracias. Es... es un bonito detalle. Para los ojos de cualquier otra persona era una simpleza, quizás, o de pronto una baratija que se podía mandar a grabar en cualquier sitio, pero para Reggie era motivación, esperanza y aspiración. Ese prendedor dorado rectangular con un estetoscopio enredado sirviendo de ornamento, era el renacimiento más frondoso de ese sueño, ese objetivo que quería alcanzar algún día y que por varios días, a pesar de todo, se estaba marchitando. “Dr. Reggie Uveda” —Ah, por cierto, te sienta bien tu corte de cabello —dijo caminando hacia la salida, como una despedida.
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