Capítulo 5

1919 Words
Naia negó con la cabeza. —Me refiero a la casa en sí. Emily fue la última guardiana de este lugar, y guarda muchos secretos. Si esta casa cayera en las manos equivocadas...— Naia se estremeció, aunque el agua estaba tibia. —Me temo que no puedo ser de mucha ayuda para descubrirlos, ya que no puedo salir de esta habitación. Eso, y que no puedo decírtelo en realidad." —¿Por qué no? —Es la casa —frunció el ceño—. Magia poderosa, un Geas. Cuando Emily murió, la magia protectora de la casa se activó. Es como no recordar el nombre de alguien, aunque lo estés mirando directamente. Hay algo importante que quiero decirte, pero se me escapa cuando intento concentrarme. Me temo que será así hasta que descubras por ti mismo el verdadero propósito de esta casa. —¿Secretos, eh?—, Mike recordó sus días en la universidad, cuando pirateaba servidores discretamente solo para ver qué había. —Parece un desafío. —Ojalá pudiera ayudar, de verdad.— Naia frunció el ceño. —Tengo grandes lagunas en la memoria, pero lo que más recuerdo es a Emily. —¿Conocías bien a mi tía abuela? Era una buena amiga. Sé que la imaginas como una anciana deambulando por la casa, pero nunca aparentó más de veintisiete años. Al menos hasta el día de su muerte. La magia preserva la belleza, pero no prolonga la muerte. —Interesante. —Mike se acarició la barbilla—. Así que seré joven para siempre. —Por fuera —dijo Naia con una sonrisa—. Y creo que puedo hacer que tu estancia valga la pena. —Voy a ser sincero. No soy muy bueno con las mujeres.—Mike la miró fijamente, con la polla retorciéndose. Su cuerpo y su mente estaban desconectados; su cuerpo, de repente, estaba listo, pero su mente vacilaba. La voz de su madre sonaba distante, pero seguía ahí. —Lo vi. —Naia se pasó un dedo entre los pechos—. Mucho dolor en tu pasado, algo que te frena. Descubrirás que nuestro nuevo vínculo lo aliviará un poco. —¿Qué? ¿Ahora eres mi terapeuta? —Aún mejor.— Mike no se había dado cuenta de lo cerca que estaba del agua. Naia deslizó un dedo en la cinturilla de sus pantalones, acercándolo. —Mi magia ha creado un vínculo especial entre nosotros, uno que fortalece la confianza, permitiéndote olvidar por un momento.— Bajando la cinturilla de sus pantalones, su pene se liberó, apuntando directamente a su boca. —Puedo enseñarte a superar tu dolor, si me dejas.— Ella le acarició la polla con cariño, sus dedos mágicamente cálidos y húmedos. Lo miró a los ojos con adoración en su rostro. —Por favor, déjame hacer esto, Mike. Por favor. —Yo...— Mike miró fijamente a la mujer en su bañera, la que irradiaba calidez y seguridad. Por primera vez en su vida, se había perdido en el momento, el ligero calor de su aliento acariciando la punta de su pene hinchado. Atrás quedaron los pensamientos sobre su infancia, la casa o lo que había sucedido antes. Sus ojos eran estanques brillantes, brillando con una luz interior propia. —Vamos, Mike. Hagámoslo bien esta vez. —Siguió acariciando—. Con tu permiso. Mike respiraba con dificultad, acariciando suavemente su cabello con los dedos. Ella rompió el contacto visual y miró con avidez su pene. Jadeaba, y su m*****o hormigueaba con cada embestida. —Por favor—, le suplicó Mike. —Por favor—. No podía expresar con palabras lo que sentía, pero la necesitaba. Ella se inclinó hacia adelante, succionándolo suavemente, sus dientes apenas rozando su prepucio. Él se estremeció cuando ella lo penetró hasta la raíz, con una mano acariciando sus testículos mientras la otra se deslizaba por sus caderas. Ella lo succionó durante varios segundos, y él gimió suavemente, sin saber qué hacer. Ella se apartó, dejando un reguero de saliva que conectaba su boca con su pene. —Entra.— Su voz era ronca, sus manos le bajaron los pantalones. Él ayudó, bajándolos al suelo mientras ella le acariciaba los testículos, haciéndolos rodar suavemente entre sus dedos. Entró en la bañera, y su boca encontró de nuevo su pene. Ella lo agarró por las caderas, gimiendo quedamente mientras él penetraba en su boca. Ya sentía su cuerpo ligero, sus músculos se relajaban mientras la magia se apoderaba de él. Se liberó de sus labios carnosos, y ella extendió la mano hacia él mientras él se arrodillaba, sus labios encontrándose. Él pasó los dedos por su cabello azul, trazando la línea de su mandíbula. Ella se aferró a sus hombros, liberándose de su beso para succionar su clavícula. —Todo parece electricidad—, le dijo, sintiendo cada palabra. Su piel prácticamente hormigueaba, su tacto encendía pequeñas chispas entre ellos en el calor del baño. —Parte de eso es mi magia —le susurró al oído con el aliento caliente—. El resto soy yo. Su mano bajó por su vientre, separando los gruesos pliegues de su coño. Estaba increíblemente apretada. Trabajó su coño así durante unos minutos, frotando su clítoris con el pulgar. Después de un minuto, notó que algo se sentía extraño. Se apartó de ella y bajó la mirada. —¿Es un piercing?—, preguntó. Entre sus labios había una esfera brillante. —Ese es mi clítoris—, rió ella. Se sentó en el borde de la bañera, abriendo las piernas. Al apartar sus pliegues, él vio que su clítoris parecía una perla rosa. Pasó el dedo por encima, provocándole un jadeo. Era suave, pero duro. —¿Siempre es así? —Solo cuando estoy así de excitada—, dijo sonriendo. —Se llama Perla de Ninfa. —Maldita sea. —Se acercó, oliendo su aroma. El aroma le daba vueltas en la cabeza—. ¿Puedo? —Eres todo un caballero.— Agarrándolo por la nuca, lo atrajo hacia sí. Él abrió la boca, succionando suavemente su Perla de Ninfa, moviéndola con la lengua mientras deslizaba dos dedos en su coño. Naia jadeó, hundiendo los dedos en la nuca de él mientras él hacía girar su Perla en círculos. Gimiendo, envolvió sus piernas alrededor de su cabeza, apretándolo con fuerza. Desde su posición entre sus piernas, su grito de placer sonó como un trueno lejano. Él cambió de dos dedos a tres, y su ansiosa v****a devoró el dedo extra sin esfuerzo. Liberó los dedos, lamiendo sus pliegues internos con la lengua, maravillándose del sabor dulce y salado de la v****a de una ninfa. Sus manos se aferraron a su cuello, y sus piernas temblaron incontrolablemente mientras él la llevaba al límite. Succionando la Perla nuevamente dentro de su boca, deslizó sus dedos dentro de ella, curvándolos hacia arriba. Ella gritó de nuevo, empapándole la cara con su semen. Tres rápidas ráfagas de fluido lo cubrieron por completo. Sobresaltado, se apartó, secándose los ojos. Tenía el mismo sabor que ella, con un toque picante. Naia, reclinada en el borde de la bañera, jadeaba, con el cuerpo repentinamente flácido. —Nunca había visto eso—, le dijo Mike. Su pene palpitaba intensamente. Los ojos de Naia brillaron por dentro, y el agua de la bañera se convirtió de repente en vapor. Dándose la vuelta, levantó el trasero en el aire, agarrándose al borde de la bañera. —Fóllame, Mike—, siseó ella, mientras la superficie del agua se agitaba. Él la rodeó con las manos, contemplando las jugosas curvas de su trasero. Curiosamente, a su prominente coño le faltaba su vecino, y la larga curva de sus labios se extendía hacia atrás, donde debería estar su ano. Al percibir su pausa, Naia miró por encima del hombro. —Las ninfas no necesitan gilipollas. ¡Ahora date prisa y fóllate lo que tengas delante...! ¡Dios mío!—. Mike, sin escatimar en pretensiones, se metió en su ansiosa entrada. Su cuerpo se tambaleó hacia delante mientras él la embestía por detrás, sin pensar en su placer. Por alguna razón, esto parecía no importarle a Naia. Jadeaba como un perro, su respiración áspera resonando en los azulejos del baño. —¡Mierda!—, gritó Mike, metiendo la polla con desesperación. Su recién descubierta sensibilidad lo estaba volviendo loco, y arañó las nalgas de Naia, con la excitación en aumento. El agua a su alrededor burbujeaba con energía, pequeñas esferas de agua alzaban el vuelo y flotaban en el aire. —¡Joder, joder, joder, JODER!— Cuando Mike se corrió, su visión se oscureció, el mundo se desvió por un instante, arqueando la espalda mientras llenaba a Naia de semen caliente. Ella soltó su propio grito, empujándose contra él mientras su espalda sufría espasmos, ondas que le recorrieron la columna y las piernas mientras temblaba incontrolablemente. —Ay, Mike —gimió Naia, quedándose flácida bajo sus manos. Se hundió en el agua y Mike se unió a ella; los dos flotaban uno al lado del otro con facilidad. —Naia.— Mike estaba oficialmente agotado. Le pasó los dedos por el pelo, suspirando para sí mismo mientras ella trazaba círculos en su pecho. —Eso fue absolutamente mágico. —Me alegra que te haya gustado. —Naia lo besó en el cuello—. Considéralo un anticipo. —¿Para qué?— preguntó. —Por cuidarme. Este lugar. —La cara de Naia se puso seria de repente—. Si decides quedarte, descubrirás que hay mucho más que hacer que simplemente vivir follando. Hay gente muy mala por ahí, dispuesta a hacer lo que sea para apoderarse de este lugar. —¿Por tu culpa?— preguntó. El hombre que construyó esta casa no lo hizo solo por mí. Era coleccionista de objetos mágicos. Estos objetos tienen un poder tremendo y los escondió muy bien. Mi trabajo es proteger la casa; debido al manantial, nunca puedo irme, así que era la mejor opción para ser su guardián. Cada vez que la casa pasa a manos de un nuevo cuidador, o hago un pacto como el que tengo contigo, o el nuevo dueño sufre un accidente. Además... —Su rostro se quedó en blanco por un segundo—. Maldita sea. Es eso que quiero decirte otra vez. No puedo recordarlo, es tan frustrante. En fin, no puedo salir de esta habitación, ni de la fuente, una vez que esté reparada. —Naia acarició el estómago de Mike con cariño—. Por favor, arregla mi fuente. Echo de menos estar al aire libre. Mike se quedó mirando las luces empotradas del techo. ¿Artefactos mágicos? Esta noche había dado un giro extraño e imposible. «No debería ser muy difícil averiguar dónde se guardan estos artefactos mágicos. La casa es grande, pero no tanto». Naia sonrió con suficiencia y besó a Mike en los labios. —Sigues diciéndote eso—. Bostezando, Naia se estiró. —Estoy agotada. Saca un poco de esa porquería de la fuente y tú y yo podemos quedarnos despiertos toda la noche si quieres. —Dalo por hecho.—Se quedó con ella un rato, pero el agua se enfrió. Tras desearle buenas noches, la vio desaparecer bajo la superficie del agua, mientras el líquido frío se escurría por el desagüe de la bañera. Se secó y se tumbó en la enorme cama. En cuestión de segundos, se quedó dormido.
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