—Cuéntame más. Y sigue así. —Mike suspiró, apretándose contra el cuerpo de Naia. Los dedos de agua se retorcían bajo él, y podía sentir cómo los músculos tensos se relajaban—. Tengo curiosidad por saber si ella era tan mala como yo.
—Puedo hacerlo mejor. —Naia colocó sus dedos sobre las sienes de Mike—. ¿Qué tal si te lo enseño?
"Espera, ¿qué-"
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Emily se deslizó fuera de la cama; su camisón blanco se le subió por los muslos, dejando al descubierto unas bragas azul pálido. Se estiró, con sus rizos dorados cayendo caóticamente sobre sus hombros. Afuera, los pájaros cantaban canciones de amor, y su ventana estaba abierta, adornada con enredaderas de las que habían brotado bonitas flores.
—Buenos días, querida. —Emily levantó una enredadera del alféizar y le dio un delicado beso en su pu
