Capítulo 11 – Single

1454 Words
Dos semanas después de la primera reunión, recibo la invitación para la segunda. En esta ocasión la temática será de ir vestidos de los años veinte. Es indiscutible que a Sergio se le da eso de ponerse creativo. Me sorprende que la dirección sea otra. Quizá a Mabel y su esposo no les gustó la propiedad que rentaron. Héctor me acompaña a comprar unos zapatos de una nueva colección que esperé ansiosa. Quería ser de las primeras en tenerlos. Son rojos y de tacón alto. El espejo del lugar me confirma que se me ven preciosos. Salgo de la tienda triunfante. Héctor aguarda afuera de la tienda. Dejó el coche en el estacionamiento porque me falta comprar complementos para parecer de otra época. Confieso que ese estilo de los veintes sí me gusta. El look garçonne y los vestidos rectos estaban en su apogeo. Las mujeres lucían coquetas y sensuales al mismo tiempo. Mi atento chofer me sigue leal. Primero la conversación gira en torno a lo grande que es el centro comercial, pero cuando compruebo que me desvía la mirada decido terminar con ese recelo. Después de todo, tenemos una charla pendiente. —Héctor —lo nombro para que me preste atención—. Vamos a comer. Te invito. Él abre los ojos de par en par. Lo he tomado desprevenido. Entramos al restaurante de cortes argentinos ubicado a unos cuantos locales de distancia de la joyería a la que iré después. Es amplio, a media luz, y las mesas están cubiertas de manteles azules. Como decoración tienen varias ruecas acomodadas. Se percibe un ambiente de intimidad agradable si vas con tu pareja. En mi caso, es… extraño. Debí escoger el McDonald, pero es que de tanto ir cuando mi padre los supervisaba, terminé asqueada. Me apresuro a pedir un ribeye. Héctor pide lo mismo por mi recomendación. No pretendo andarme con rodeos ni demorarme o pensará que mis intenciones son otras. —Espero que te guste —inicio—. La comida aquí es excelente. —Tiene que serlo con esos precios. Respiro antes. Tengo que sonar segura. —Escucha, no hemos tenido la oportunidad de platicar sobre lo que pasó la otra ocasión. Héctor levanta la mano. —Señora Rivera, no es necesario platicar de… Lo interrumpo de golpe. —Benjamín me engañó —digo sin pensarlo—. Lo encontré con la recepcionista. Estaba enojada. Por eso fui a esa fiesta. —Ya no hay marcha atrás, es mejor ser por completo sincera. Le doy un trago al vaso de agua. La parte que sigue no me agrada—: Te invité para ser mi compañero y que yo pudiera estar con otro hombre. Desquitarme con quien fuera, menos contigo. Tu papá me llevaba a la escuela. Te conozco desde chiquito. Somos como familia. Nunca debió pasar. Héctor luce desconcertado. —¿La ficha que me dio? —Era de otro cuarto, pero te confundiste. Estamos algo mareados. —¿De qué cuarto? ¡Ay, no! No imaginé que le interesa saber ese dato. Ceci no estaría de acuerdo en que le diga que ella estaba interesada en intimar con él. —De una… conocida —respondo y me dispongo a buscar al mesero. —¿Esa “conocida” quería que yo estuviera con ella? ¡Debí prepararme por si Héctor se ponía a investigar! No sé qué responderle. Él tiene una media sonrisa orgullosa. —Con tu permiso, sí. Nada es a fuerza. —Decido hacer uso de voz aniñada—: Mira, hagamos como que nunca pasó y ya, por favor. —¿Cómo se va a esas fiestas? Giro a encararlo enseguida. Es ahí donde advierto una oportunidad que no planeo desperdiciar. —¿Quieres seguir yendo? Hay clubes donde aceptan singles… Así se les dice a los que van solos. Héctor lo piensa un par de segundos. —¿A esos clubes va su conocida? —Sí —respondo nerviosa. Tengo que ser cuidadosa de no soltar una información privada que pueda afectar a mi amiga. Él vuelve a pensarlo. Sé que estoy a punto de convencerlo. —Sería interesante, pero no tengo el dinero suficiente para pagar lo que cobran. Es cierto que la suma que pide Sergio es alta. El hombre sabe hacer negocios. Pero se lo debo a Ceci. —De eso me encargo yo —le digo confiada—. Es mi forma de disculparme por las molestias. ¿Aceptas? —Señora Rivera, lo que hicimos no fue para nada una molestia —dice y causa en mí un temblor en las piernas—. Sí, acepto. No me gustaría dejar a una dama de la alta sociedad con las ganas. Evito reírme. Ya quiero ver la cara de Cecilia cuando se lo diga. O a lo mejor no le digo y le llega de sorpresa. —Te avisaré cuando tengas que ir a contestar algunas preguntas. Son solo por protocolo. Héctor asiente. El mesero llega con los platillos y así doy por terminada la charla sobre aquella experiencia de swinger principiante. Faltan cinco días para la segunda reunión. Si pretendo darle mi regalo a Ceci, es necesario apresurarme. Aunque no me encanta la idea, visito a Mabel la tarde siguiente. Me reciben igual de bien, como siempre. Mi amiga es atenta en todo momento. Le pido a Sergio unos minutos en privado. Prefiero que su esposa no se entere de lo que voy a decirle. Ambos acceden sin problema. Yo en su lugar estaría inconforme con el hecho de que mi esposo se quede a solas con alguna de mis amigas. Sergio me invita a pasar a su oficina. Frente a su esposa es educado. Quien lo viera cuando Mabel no está cerca. Una vez que nos sentamos, le explico de manera breve que tengo un amigo al que le interesa entrar al club. Él escucha atento. De vez en cuando hace anotaciones en una hoja. —¿Este single es…? —pregunta. Es tiempo de sacarle provecho a mis encantos. Acomodo el escote de la blusa rosa que llevo y luego sonrió mientras jugueteo con un mechón de cabello. —Se trata de mi chófer. La expresión de Sergio cambia por una de molestia y niega con la cabeza. —Si lo que quieres es meterte con tu amante sin que tu esposo se enoje, estás equivocada. En mi club no se permiten las infidelidades. —Su mirada me juzga sin reparo—. El engaño es asqueroso. De inmediato me levanto de la silla. ¿Por qué él me exaspera así de rápido? —¡No es mi amante! Sergio sigue sentado. —¿Ya te metiste con él? —Tiene una forma de interrogar que es difícil de dejar pasar. Por eso no le respondo, la voz se me queda atorada. Él le da una palmadita al escritorio. Parece que ha anotado en el hoyo correcto. —Sí es tu amante —afirma. ¡De ninguna manera me va a ganar! Cecilia va a tener al hombre que desea, así tenga que amenazar a este tipo… o usar otras técnicas. —¡Sergio, cállate ya! Héctor no es mi amante, es mi amigo, y estoy en la disposición de ayudarlo a que se divierta. Es un caballero responsable, trabajador y respetuoso. Le confío la seguridad de mis hijas, él me cuida cuando bebo de más. Nunca se ha propasado. Es más confiable que muchos hombres que conozco. Aguardo para averiguar si lo he convencido con mi corto discurso. Al final, él asiente una vez. —No le haré descuento —avisa. Rebusco en mi bolso. Dentro, la cartera se siente pesada. Ya venía preparada. Saco el fajo de dinero y lo dejo caer en el escritorio. —¿Quién habló de descuentos? El desconfiado hombre cuenta los billetes, hasta que confirma que la suma es correcta. —Dile que venga en dos días con sus exámenes. La “cita” es en cuatro días. Si quiere asistir, debe ser ya. Salgo con unas inmensas ganas de dar brinquitos, pero me las aguanto. Héctor hace al pie de la letra lo que le indico. Incluso le doy dinero para que se compre ropa adecuada. No quiero que Sergio ponga ninguna excusa. El viernes por la mañana, él me avisa que acaba de recibir la invitación junto con el reglamento y recomendaciones. Los singles tienen un poco más de condiciones. Festejo dentro de mí. Es un buen amante, no lo voy a negar. Sabe complacer a una mujer. Sé que a Ceci le gustará. Ahora solo me queda esperar unas horas más. En esta reunión escogeremos nuestro intercambio. La invitación promete mejores instalaciones y amenidades. Veremos qué tan mejores.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD