CAP, 02.

3383 Words
CLEO. Papá hoy me pegó. Papá me hizo un morado en el ojo porque me tardé en el baño haciendo pis y cuando se lo conté a la maestra. Papá vino a recogerme al colegio por primera vez pero no me saludó. Papá me dio con su palma en el cachete. Papá me encerró en el sótano. Papá tampoco me quiere. •ø• Resulta que el idiota, supuestamente llamado Alexander, no vive en una mansión de película—estilo revenge— como creí, sino en un edificio de cuatro pisos. La zona es totalmente tranquila, no vi ni a una persona por la calle o así sea, un auto. La residencia está compuesta por tres copias de apartamentos, todos iguales y del mismo tamaño. Son de ladrillos blancos y ventanas azules, fachadas viejas y modernas a la vez. No hay carros estacionados a los lados, ni mucho, a decir verdad. Solo logro ver jardines que rodean las pequeñas y lujosas edificaciones, también detallar el cuidado de todo y algunos chorros de agua que hidratan las zonas verdes. —Oye—Rompo el silencio llamando su atención. Alexander es sexy, pues no puede ser diferente si es hijo de la pareja más atractiva. Su cabello es rubio oscuro y va corto, sus ojos son algo tan difícil de describir que realmente no sabría por donde empezar, son grises desde un panorama y azules desde otro. También tiene una pequeña barba dorada, que le denota madurez. Para tener veintiséis o treinta años, los que sea que tenga, no se le notan; tiene cara de bebé—¿Me podrás conseguir una línea nueva de teléfono?—Eso fue lo primero que debí decirle, puesto a que mi novio, ahora ex, se tardaría menos de un minuto en localizarme, dos en comprobar con quien estoy, tres llamar a un chofer y, conociéndolo, cinco minutos exactos para conseguir a un piloto que desafíe la gravedad trayéndolo lo más rápido posible a Londres. —Puedo pedir que te restauren la... —No—Lo corto. —Ok. —Ok. Voltea los ojos y sigue manejando su lujosa camioneta, siendo perseguida por otra. En verdad, es la copia de Danilo, creía que Eric lo era, pero erré, Alexander Culpepper es la reencarnación, del todavía no muerto, padrino mío. Su forma de conducir, con una mano en el volante, mientras la otra reposa en la ventana y juega con su barbilla; la forma de vestir; como se peina su cabello de manera involuntaria y como se molesta y sus orejas se calientan cada que nota algo de desagrado en la vía. Al salir de la pista privada, una señora se demoró más del tiempo necesario en pasar el semáforo, creí que él mismo llamaría a la policía para pedir una multa. Según mi opinión, no veo ni un solo rasgo de Celine. Ella, por el contrario, es más delicada en todo sentido posible. Es pequeña, tan flaca que parece desnutrida y tan rubia que te deja ciega, de chiquita yo creía era albina, sus ojos son dos faroles azules y, a pesar de que la descripción coincide bastante con la de Alexander, ellos dos no tienen nada que ver. Sobretodo en la contextura son muy diferentes, él es grueso. El ascensor es, por supuesto, privado. Al abrir las puertas, mis ojos se le unen, dejándome estática en el lugar. La sala es lo que yo defino por preciosidad, hay ventanales de comienzo a fin al frente y por eso, toda la claridad de Londres penetra en la habitación. Las lámparas son como pedazos de vidrios cayendo del techo y con bombillos blancos. No hay ni un solo cuadro pero si muebles de color marfil, el piso es de una cerámica extraña y gris; hay una fogata artificial y arriba una pantalla plana, la cual, está rodeada por piedras diminutas que dejan caer agua, una pequeña cascada, que parece natural, rodeando el televisor. Hay tres puertas, una que, supongo, te lleva a la cocina, otra a un cuarto y la otra pues ni idea. Las escaleras, de vidrio, van en el medio y mi mirada logró percatar que tiene tres pisos. Esto parece una súper suite y no de un hotel cinco estrellas, sino de diez, si existiera tal calificación hotelera, se la daría a este pent-house. Estoy embobada. —Okay, hablemos mientras te doy un recorrido—Como una niña e incapaz de hacer otra cosa más que asentir, lo sigo. Estoy acostumbrada a lujos y no precisamente por mi familia sino por nuestro círculo cercano, Danilo es millonario, Jess, mi amiga del colegio, a pesar de que no tenía una mansión, vivía bastante bien. Bruno White, es hijo de embajadores y se bañaba en oro. Ahora, que estoy más en mis sentidos, percato un olor dulce, no es vainilla, ni chocolate, es como una mezcla de todo que se une e impregna cada esquina del apartamento. —¡Mi niño!—Escucho una voz desde alguna de las puertas—. Pero si llegaste temprano hoy—Se acerca pero todavía no la veo—, ¿Estás cansadito? Me imagino que si, bebé. Deja tu ropita en el perchero que yo te la arreglo—¿Qué demonios?—. Te estoy haciendo tu postre favorito, profiteroles—Escucho una batidora también. Alexander no actúa y yo me quedo estática en el salón. —A ver si meriendas algo delicioso y se te pasa ese malhumor—El susodicho voltea los ojos, yo todavía no entiendo—. Puedes llamar al niño Elijah a ver si...¡Ay Santo Dios!—La batidora se le cae a la señora, de por lo menos sesenta años. Es gorda—. ¡Dios mío, ayer rompí la dieta y por eso me estás haciendo apariciones en la casa del niño Alec! ¡No, por favor! ¡Saca a tus presencias de acá!—Empieza a hacer cruces con los dedos, mientras reza cualquier cosa que se le viene por la mente y niega con la cabeza. Es imposible no reír ante esta situación. La señora es adorable y tiene unos cachetes que provoca estrujar. —Marielu, nadie te está mandando castigos por tus pecados al comerte un chocolate—Alexander lleva la mano a su boca para que no se note la carcajada interna—. Ella es Cleo Relish, vivirá con nosotros a partir de ahora, fue de imprevisto y por lo tanto no avisé—Me señala. La señora se empieza a arreglar, como si nada. —¡Oh! La hija mayor de los Relish—Se me acerca, abrazándome, cortándome la respiración. —¿La conocías?—Pregunta él, enarcando una ceja. —Claro, la escuché mencionar. ¡Enhorabuena por alguien más acá, malvada pandemia no puedo salir! ¡Gracias Dios!—Vuelvo a reír, ya me duele el estómago—. Ay mi niña, pero si es que estás toda flaca y débil, ya te preparo una buena comida—Se empieza a alejar pero la vemos claramente cuando llega a la cocina y se tira de rodillas—. Gracias señor, jamás dudé de tu existencia. Mientras yo me sigo riendo, Alexander se incómoda más y ahí van de nuevo sus orejas rojas, es divertido, puesto a que no lo nota. Alexander me obliga a seguirlo mientras niega con la cabeza. Primero nos dirigimos a un pasillo que nos lleva a una despensa, de ahí pasamos a una nevera de vinos la cual es grandísima y hay cualquier tipo de botellas de alta gama. Vamos a la terraza, que resulta tener un jacuzzi que obviamente saca humo de lo caliente que está, imagino es la única forma de estar cómodo con este clima. Pasamos al segundo piso. —Bueno, como esto es un pent house, solo hay cinco habitaciones—Poquito, nada más—. Para tu incomodidad, si eres de ese tipo de mujer, están pegadas a la mía—Abre la puerta del que sería mi cuarto. Una cama blanca, con espaldar estilo princesa, un cuarto de ropa, vacío y un baño con dos lavamanos, dos retretes y una ducha, de mármol gris y blanco que es del tamaño de mi antiguo cuarto—, Abajo duerme MarieLu con su esposo—Asiento, cierra mi puerta, omite la de él y pasamos a la otra, es igual pero el espaldar de la cama es n***o; en diferencia a la que ya catalogué como mía, la vista solo da a un jardín aburrido en el que veo un montón de chihuahuas. Bonito. El segundo piso también tiene ventanas por todos lados que dan hacia diferentes partes de Londres y de su extraño vecindario. El único cuadro y la única foto que veo es una, en algún lugar con nieve donde están Alexander, Danilo, Eric y Celine, todos sonríen con sus lentes, ropas de colores y de marca Barbette;Las risas y felicidad son obvias, la pareja va agarrada de la mano, Alexander tiene el cabello rubio oscuro todo lleno de pequeños copos; Eric, el cual tiene el pelo más parecido a Celine, va igual y con un cachete rojo, a lo que supongo fue causa de una bola de nieve. La ropa de los chicos es negra y azul, la de Celine blanca y se ve como una Diosa, cubierta por hombres que la aman y las montañas cubiertas por una capa de hielo. Con que eso es tener una familia. —¿Me estás prestando atención, Cleo? —No—Soy honesta. —Odio repetir las cosas, lo haré solamente porque no pretendo tener una guerra con mi nueva roomie, en dado caso de que tú si quieras, me importa un carajo, no tengo tiempo para eso y quiero la fiesta en paz. Se sienta en un pequeño sofá n***o y apoya sus codos en las rodillas mientras habla, no me deja responder. Su camisa blanca va arremangada y sus pantalones se alzan un poco ante la postura, por eso logro ver sus medias negras y el teléfono en el bolsillo que no deja de iluminarse. —Como te diste cuenta, vivo en una zona bastante privilegiada y con bastante tranquilidad. Nuestra única vecina del edificio es la señora Roberts, tiene como una vida entera de edad y seis perros. Del otro lado es más de lo mismo a excepción de Elijah y de vez en cuando Ava o Isiodora. Al menos de que te guste ser amiga de ancianos, no conseguirás mucho por acá y salir no es lo mejor por el virus, hay que acomodarnos Pese a que todos les ha afectado el COVID de una manera diferente, mi caso es distinto porque yo en líneas generales no salgo, por lo que la diferencia es que ahora vivo en Londres, uso tapabocas. No suelo salir. No suelo ir de fiesta. Nada cambia, solo el país, supongo es diferente para Alexander. —El departamento tiene una piscina, si quieres ir me avisas aunque hay señalización y es de fácil llegada. Mi padre me ha comentado que tu ropa llegará después, por hoy, busca algo en mi closet y colócatelo, es mi mejor oferta y veo que eso no cubre mucho—Me mira de pies a cabeza con cara de desagrado, me estremezco. Obvio que no me dio tiempo de cambiarme y obvio que solo llevaba un vestido playero, en Caracas hace un calor de muerte—. No sé si tienes tu dinero o no, de igual forma, mañana te mandaré a sacar una extensión de mi tarjeta de crédito con saldo ilimitado—Trato de negarme, no me deja—, Noo saques tu parte feminista a flote con tu yo soy mujer y puedo valer por mi misma—Hace una voz graciosa y comillas con sus largos dedos—. Lo hago porque es mi estilo de crianza, si no quieres usarla está bien, pero me sentiré cómodo si la llevas, es la verdad—Yo no tengo ni una libra, obviamente no puedo decirle que no—. No sé si tienes conocidos en Londres. —No—Ni siquiera me tomo un tiempo en justificar, sencillamente respondo. —Bueno, en dado caso, agradecería me notificaras si saldrás o algo por el estilo, como podrás notar, no viene gente a mi apartamento a excepción de Elijah. Por cierto, esto no es un hotel y te lo aclaro para que te sientas como en tu casa, no quiero estés incómoda. —Estoy bien. Se siente extraño estar aquí, nunca me adaptaré, lo sé, pero es lo que toca. No pienso cambiar sus reglas o ponerme de rebelde, estoy de acuerdo con todo en paz Alexander me mira intentando ver supongo que más adentro, pero no logra nada. Lo está haciendo bien, seamos sinceros. Se nota tuvo buena crianza. —No obstante, tengo chofer, William, el que te buscó en el jet—Ah si, el viejo canoso que me miraba con cara de lastima mientras me congelaba—. Él te puede llevar a todos lados, si en dado caso está ocupado conmigo, me avisas y vemos como resolvemos. Todavía no sé si pagaré a por otro o... bueno, ahí solucionamos ¿si?—Creo que dice algo sobre de que a él le gusta manejar, pero lo hace muy bajo por lo que solo respondo a lo último. —Si—Solo hablo con monosílabos, él voltea los ojos ante ese hecho. —Como esto es indeterminado, o eso parece—Si bueno, como yo ni pude opinar sobre mi mudanza...—. Quiero que te sientas cómoda y en serio Cleo, no puedo vivir rodeado de malas vibras, te has podido dar cuenta de que algo que valoro mucho es poder estar en paz—Asiento, no pienso hablarle, es molesto solamente mirarlo y que no me suelte hasta que me rinda y el sonría, intentar tener una conversación es peor. La presencia de Alexander es fuerte, pesada—. Si practicas algo, algún hobbie... —No—Así es mi vida, sin emoción alguna. —Ok. Igual hay un gym abajo, una parte es libre y ahí puedes poner tus cosas, o decirme para llevarte a un salón... ahí vemos. Esto fue repentino y no sé muy bien que decir, no estoy acostumbrado a vivir con gente—Murmulla algo que no llego a escuchar—. Solo, siéntete en casa. Si necesitas algo, aquí estoy, no me veas como tu enemigo. —Vale, me quiero duchar —De acuerdo, te dejaré algo sobre tu cama para que te vistas, ya mañana pido algo de Barbette, o tú misma porque no conozco tus gustos. Asiento y me dirijo a mi cuarto. Antes de hacerlo, escucho su voz, freno en seco cuando me agarra de mi desnudo brazo. —Ahora viene Elijah, por si quieres salir y saludar—Su aliento chocando contra mi oreja... ¿Que te pasa Cleo? Contrólate mujer. Te debe caer mal porque por él no estás con Bruno y Jess en Estados Unidos. Lo odiamos, recuerda. -Del odio al amor hay un paso.... Pues el de nosotros debe ser bastante largo, no te veo con él ni en mil años. Siento que me deshidrato por dentro de pensarlo. Aunque es lindo. -Bueno, por fin sientes algo. No es odio, precisamente, lo que moría por sentir. Esas son mis conversaciones con Lola, mi conciencia, a fin de cuentas, mi mejor amiga que jamás me ha abandonado, desde que me di cuenta a los cinco que jamás nadie me iba a querer. —¿Quien es Elijah?—Me volteo molesta, su nariz perfilada rozando con la mía—¿Tú novio? ¿Por eso lo mencionas tanto?—Saca una sonrisa con sus dientes alineados, no como los míos, que tienen imperfecciones porque papi no pudo pagar mas mi ortodoncia. —Desearías tú que fuera gay. Es mi mejor amigo; te podrás dar cuenta de que cuando lo menciono, también lo hago con Ava—Se tarda en hablar y lo hace bajo—, Su novia—Me guiña un ojo y me suelta, mi piel extrañando de una vez el calor. ¿Tan rápido superaste a Bruno? Bueno, menos mal, eso estaba muerto antes de siquiera empezar. Recuerda: dile no a la dependencia emocional. La ducha que tomo es larga, de por lo menos una hora. Al comienzo sería efímera, hasta que detallé que había una bañera y me fundí en ella, con aroma a manzanas y canela, escuchando sacrifice de fondo. En la cama alta y con un edredón bastante tentador, reposa un hoodie blanco, medias y unos pantalones de pijama estilo jogger, negros. El suéter, me llega hasta mis muslos y por eso siento que es suficiente cobertura, pero utilizo lo otro por prevenir. Alexander me da confianza, pero también me la dio en algún momento Bruno. —Mi niña—Es MarieLu. —Hola, señora. —Llámame Marie, por Dios—Tomo una botella de agua de la transparente y robótica nevera. ¿Es que aquí todo debe parecer que cuesta mil sueldo mínimo?—Por cierto ¿qué te gustaría cenar? —Lo que sea, todo lo como—Río y tomo los profiteroles que me tiende—. Estaré viendo netflix en la habitación—Realmente creo que dormiré pero me sentiré muy vaga tomando una siesta a las cinco de la tarde, más cuando pasé todo el vuelo durmiendo. Asiente y veo que se dirige a la despensa. Antes de subir, escucho voces en la terraza y decido salir. Mmm.. con que ese es el tal Elijah. Mal no está, lo admito, pero tiene cara de niño bueno y cabello oscuro, lo que me hace pensar en Bruno y descartarlo de una vez con la mirada. No sé si estoy enamorada o si alguna vez lo estuve de mi nene. Lo que si sé es que el era el único que se preocupaba por mí, que antepuso su felicidad por la mía. Hay algunas cosas que no estaban digamos que del todo bien, pero era la única forma que conocía para decirme que me ama. Ahora que no vivo, ni siquiera cerca de él, creo que es momento para dejarlo atrás. Han sido años de dependencia de él y, a pesar de que lo necesito como aire para respirar, sé que no era la mejor influencia. O bueno, eso decían Jessica y mis padres, no quiero más razones para peleas que solo me hacen hacer sentir más en la miseria, porque si, a pesar de que esté en el fondo del hueco, siempre las rocas se abren más y me dejan caer otro poco, para demostrarme, que mi vida es mala, pero que siempre puedo estar peor. Al ver que los dos tienen la mirada fija en mí me siento incómoda, lo que reflejo dando un paso hacia atrás mientras meto el dulce en mi boca. Elijah, quita sus ojos de una vez y se voltea diciendo Ava. Alexander solo posa sus vidrios ahora azules, por tanto tiempo y con tanta fuerza que me hace retroceder, veo como mueve sus labios. No trates de jugar conmigo. Agarra su vaso con líquido transparente y bebe, veo como su manzana se mueve ante el movimiento. —Hola, soy Elijah—Dice sonriendo. Él se ve un poco mayor pero más flaco—. Perdón por ser antipático, es que esperaba a una pequeña niña con dos colas y vestido probablemente rosa. Conozco la definición: Malia. —Te dije que me equivoqué—Responde el idiota que se dice llamar Alexander. Solo con la mención de mi pequeña hermana, me doy media vuelta y me largo. —Equis, te cuento que me follé a Mareya—Dice Elijah, restándole importancia a mi presencia. —Es tu hermanastra....—Las voces se pierden o yo sencillamente paro de escucharlas cuando noto como mi corazón late sin orden alguno, todo desenfrenado, el dolor de cabeza y el latido ahí se hace presente, todo deja de importar y mis lágrimas vuelven a caer. «A nadie le importas tú, el centro siempre será baby Malia. La niña más hermosa que pude traer al mundo... mira esos ojitos...»
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD