BLAKE ASHFORD (19 AÑOS) La tierra aún me pesa en las manos, aunque me las lavé tres veces antes de subir al coche. El olor del humo viejo de la mansión me sigue pegado a la piel, mezclado con la sangre seca de Axel que no se ve, pero está. Liam va en silencio, con la mirada clavada en la ventana, y yo conduzco como si fuéramos dos hermanos cualquiera volviendo de una cena aburrida. El camino es largo, oscuro, y cada faro que pasa por nuestro lado me recuerda que si alguien supiera lo que llevamos encima, la policía nos detendría sin titubear. Pero no lo saben. No lo sabrán. Mientras Liam respire, y yo piense por los dos, nadie se enterará. —Cuando lleguemos —rompo el silencio—, no dices nada. Ni un mal gesto, ni una palabra de más. Si mamá pregunta, fuiste a estudiar. Si Robert pregunt

