BLAKE ASHFORD La primera semana después del caos fue un ejercicio de disciplina. Apagué notificaciones, bloqueé distracciones y me sumergí de lleno en lo único que nunca me ha traicionado: el trabajo. La demanda pro bono me absorbía. Revisar archivos, ordenar testimonios, trazar estrategias. Cada día en la firma comenzaba con una taza de café n***o y la reunión con el pasante, ese mocoso nervioso que todavía tiembla cuando le lanzo un expediente a la mesa. Lo llamo “niño”, porque eso es lo que es. Pero empiezo a ver chispa en él. A ratos. Si no se quiebra, podría llegar a ser útil. En paralelo, la firma seguía presionando. Mi padre, más aún. Robert quiere resultados, quiere titulares donde mi apellido brille otra vez. Yo quiero algo distinto: un caso sólido que deje claro que incluso c

