BLAKE El día empezó con el eco de mis zapatos sobre el mármol del juzgado. No importa cuánto tiempo lleve aquí, siempre me parece un circo mal disimulado. Trajes baratos, abogados nerviosos, jueces con la falsa aura de imparcialidad. Y en medio de todos ellos, yo, con mi corbata perfectamente anudada y la sonrisa que sé usar como arma. Hoy me tocaba defender a un chico acusado de violación. Diecinueve años, nervioso como un perro acorralado. El tipo parecía culpable solo por la manera en la que se mordía las uñas, pero yo no soy su niñera, soy su tiburón. La supuesta víctima estaba sentada a unos metros, con los ojos vidriosos, las manos temblorosas y un padre detrás que parecía sacado de un sermón dominical. Religioso hasta la médula, el tipo. Lo olí en cuanto entró. De esos que creen

