BLAKE ASHFORD Gigi se acomodó frente a su cámara, la mirada fija en mí, pero con un brillo distinto. Como si de pronto hubiera descubierto que el juego tenía un tablero nuevo, más amplio, más perverso. —Muy bien, BlackAsh… —dijo, ronca, acariciando su cuello mientras sus pechos desnudos se mecían al compás de su respiración—. Si vamos a jugar con tu “puta”, entonces vas a ser mis manos. Asentí apenas, sujetando a Olivia del cabello, inclinando su rostro hacia la cámara. Sus gemidos ahogados contra la mordaza eran música sucia que me tensaba más. —Ordena. Los labios de Gigi se curvaron en una sonrisa venenosa. —Primero quiero verla obedecer lo más básico —dijo, lenta, como si saboreara cada palabra—. Tírala al suelo, que se arrastre hasta quedar entre tus piernas. Que me demuestre lo

