Capítulo 3

1132 Words
Al darme una ducha algo larga ya que el aceite y las plumas no fueron fáciles de quitar, me cambié y fui a la cocina a desayunar, me hice unos hotcakes, me los estaba comiendo tranquilamente hasta que... –¿Huelen eso?– preguntó Matt acercándose a la cocina, oh no. –Sí, eso huele a ricos hotcakes– contestó Scott. Me termino rápidamente mi desayuno, casi me atraganto pero no importa, en eso ellos llegaron. –Oye Madison, ¿hiciste más para nosotros?– preguntó Scott con una cara de ternura tan falsa como mis ganas de ir a la escuela. –No, no hice para nadie más, y no creo que tengan tiempo para limpiar y desayunar– dije con simpleza mientras lavaba mi plato –Así que apúrense y dejen el cuarto tan limpio que pueda ver mi reflejo en él. –Como si te fuéramos a obedecer– comenta Matt mirándome con burla, que dulce. –Oh entonces prefieres que le mencione a mi papá que olvidaste recogerme, pues allá tú. –No– llega a mi lado con cara de perrito regañado –Lo siento, confundí las fechas y- –Sí, sí, lo que digas– lo interrumpo y muevo mi cabeza para ver a Dylan llegar a la cocina, él me ve y sonríe tiernamente, yo igual –¡Dylan! Corro hacia a él para abrazarlo, pasando a lado de Matt y Scott. Él me recibe con los brazos abiertos y me abraza, huele a libro nuevo, literalmente. –Te extrañé– me dice una vez separándonos. –Yo igual, eres el único que no quiero matar en esta casa. –No bueno, gracias hermanita– dice sarcásticamente y yo ruedo los ojos aunque estoy de espaldas y no me puede ver. –Necesito hablar contigo– volteo hacia atrás viendo a Matt y a Scott –A solas. En ese momento todos miraron con confusión a Dylan, pero no dijeron nada y se fueron, espero que a limpiar. –¿Qué pasa Maddie?– me pregunta una vez que quedamos solos. –Necesito tu ayuda, te daré una lista de lo que necesito que compres, y que lo escondas en tu habitación. Le paso la lista que escribí mientras estaba en el baño. 1 copia de la llave de los casilleros de los vestidores de los chicos. Aerosol color rojo. Tinte para cabello rosa y verde. 3 pescados. Colorante rojo. Fotos embarazosas de cada uno de los chicos.  Una USB. 3 mallas de color rosa pastel. Tres brasieres color rosa. 3 faldas sumamente cortas color rosa. –¿Para qué necesitas todo eso?- pregunta algo confundido, totalmente comprensible. –Tú sólo tráelo, te explicaré después. –De acuerdo– me sonríe, toma las llaves y se va. Aprovecho que nadie está afuera de su habitación para revisar con detenimiento la casa, estando parada en la entrada hay un corto pasillo que pasándolo, a tu derecha se encuentra la cocina es algo reducida pero muy completa, también hay una barra que divide la cocina de la sala, la sala tiene 3 muebles, uno grande donde caben tres personas, otro individual y uno que es un poco más grande que el individual. También hay una televisión de buena calidad en frente de los muebles, y detrás de estos hay una pared que divide la sala del comedor, el comedor está lindo, es para 6 personas y es n***o, haciendo juego con los muebles.  Sabiendo que son chicos pensé que la decoración estaría peor que un lugar dónde venden chucherías, pero me encontré con todo lo contrario y me sorprendí no lo voy a negar, pero también me dio alivio, no quería tener que acomodar todo. Pero bueno, subiendo las escaleras hay un pasillo libre y después se reparten las habitaciones, primero vemos el baño que está justo en frente al subir las escaleras, a su derecha está la habitación de Nate y mía que por cierto es la más grande, después la de Matt. A la izquierda del baño está la de Scott, y la de Dylan y todo esto lo sé porque están las iniciales en cada puerta, no es cómo si alguien me haya dado un tour de la casa. Al no tener nada que hacer decidí salir un poco y sentarme en la entrada, me comuniqué con mi padre por medio de mensajes ya que estaba trabajando y no podía llamarme, pero aún así hizo todas las preguntas posibles, típico de mi papá, pero ya lo extrañaba. Pasando unos minutos decidí volver a entrar, quería recorrer la ciudad antes de entrar al horario estricto de escuela, tareas, limpieza, bla bla bla. Entré y antes de cerrar la puerta escuché que los chicos habían salido y estaban hablando en la cocina, me iría directo a la habitación por las llaves pero escuché mi nombre. –¿Qué creen que haga Madison?– preguntó Scott.  –No creo que haga nada– contestó Nate restándole importancia.  –Nate, estás muy equivocado, ella era la reina de las bromas. Mi padre la mando aquí por que casi incendia su escuela, tal vez no debimos haberle hecho esa broma, aparte salió más tonta de lo que habíamos pensado– al menos mi hermanito ya sabía que no fue lo mejor haber hecho eso. Y ese fue mi momento de aparecer. –Tienes razón, querido hermano, si yo fuera ustedes tendría cuidado con quién se meten– todos me voltean a ver sorprendidos. Scott y Matt se quedan serios, mientras que Nate me mira divertido. –Pues yo no te tengo miedo– dice Nate con un tono de arrogancia, iluso. –Pues deberías– cruzo mis brazos. Antes de que pudiera contestarme suena el timbre, genial. –Yo voy– dice Matt incómodo. –¿Me perdí de algo?– pregunta Dylan algo confundido por el ambiente en la cocina. –No, no te perdiste de nada– responde Matt con simpleza mientras se sirve un vaso de agua. –Oh vaya, Dylan ¿Qué es lo que tienes en esas bolsas?– Scott le quita una bolsa, la bolsa que tiene las medias rosas –Son bonitas, de seguro hacen juego con el vestido que tienes, asegúrate de ponerte un lindo brillo labial. Nadie ríe, al menos disimularon, todos unos hombres. –Ay Scott, no sé qué intentas hacer con tus comentarios machistas, pero lo que sí te aseguro es que te hacen ver menos hombre, sí es que quedaba algo que te hiciera ver así– le sonrío hipócritamente y le arrebato la bolsa de sus manos. Me doy la vuelta y tomo a Dylan del brazo, caminamos hasta llegar a su habitación, entramos y le pongo el seguro. –Gracias por eso Maddie, pero sabes que no me tienes que defender todo el tiempo, sólo ignóralo, es lo que hago– se encoge de hombros. –No me gusta escuchar a Scott decir todas esas tonterías, y menos que se lo diga a mi mejor amigo; lo siento pero le voy a gritar cuando sea necesario– me encojo de hombros y él sonríe, sabe que lo haré. –Bueno, dime ¿Para qué necesitas todo esto?– levanta las bolsas que sigue cargando. –Lo necesito para mi dulce venganza. –¿Qué piensas hacer?– sonríe mientras niega con la cabeza, él me conoce. –Empecemos con esto– le quito una bolsa con los primeros pasos para mi broma y él deja todo en el suelo y nos sentamos acomodando todo. Já, lo que les espera. 
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