3: Huyendo

1065 Words
[ANYA] Dos días después: 22 de febrero La cobardía no es algo que me identifique a mí, sin embargo, el sábado me gano y fui de las primeras en irme de la fiesta inventando la primera excusa que se me cruzo por la cabeza. No estoy segura de que mi familia y Renzo me hayan creído, pero al menos espero que nadie se diera cuenta de que no podía dejar de ver a ese hombre. No tengo idea de que es lo que me pasa, si es guapísimo, pero de ahí a que lo esté mirando como si fuese un modelo de perfumes salido del anuncio que hay por las calles, me parece una exageración. —Buenos días, señorita Gagnier— Me saludan los empleados de la empresa mientras que voy caminando por los pasillos. —Buenos días a todos— Saludo en respuesta hasta llegar al elevador. Me subo a este y voy en completo silencio hasta el piso donde está mi oficina. Al llegar continúo saludando a todos hasta que finalmente entro, y lo primero que veo es una taza de café sobre mi escritorio «¿y esto?» me pregunto por dentro sin entender nada, pero al girarme para ir a preguntar entre los empleados, veo a Renzo parado bajo el marco de la puerta con otra taza de café en su mano. —Pensé que si íbamos a trabajar juntos debíamos empezar con el pie derecho— Habla. Sin pronunciar una sola palabra, me acerco al escritorio y agarro la taza para oler el café —¿Cómo lo supiste?— Indago al darme cuenta de que es el café que me gusta. —Le pregunté a tu secretaria, ya sabes, le dije que intentaba sumar puntos con la jefa— Bromea —¿Puedo?— Cuestiona refiriéndose a pasar. Trato de no mirarlo de una forma indiscreta y asiento —Pasa— Indico y él entra. —¿Cierro?— Pregunta señalando la puerta. —Por favor— Le pido mientras cuelgo mi bolso en el perchero y voy del otro lado de mi escritorio. Lo veo observando cada detalle de mi oficina, y me llama la atención la forma en que mira mi foto con Nicholas en Paris —Linda foto— Dice finalmente y sonrió. —Es mi mejor amigo, se llama Nicholas— Le cuento y voltea a verme. —¿Fueron a Paris juntos?— Averigua y asiento. —Fuimos a muchos lugares juntos, nos conocemos de casi toda la vida— Comento y sonríe —Siéntate por favor— Le ofrezco mientras que yo lo hago en mi silla y bebo un sorbo de café. La mirada gris de Renzo se posa sobre mí y cuando creo que va a hablar, él bebe un sorbo de su café —¿Te gusta viajar?— Cuestiona y asiento. —Amo viajar, mi madre dice que cuando estaba embarazada de mi hermana y de mí, ella tuvo que viajar mucho, tal vez es eso— Explico y la media sonrisa que se dibuja en su rostro en estos momentos, me inquieta más de la cuenta. —Quizás, ¿y conoces Italia?— Presiona y asiento. —No tanto como quisiera, pero si— Respondo y por alguna razón, estamos los dos sonriendo. —Yo soy de Génova, aunque vivía en Roma— Informa. —¿Y cómo llevas Miami?— Le pregunto divertida y ríe. —Con mucho calor, es un infierno aquí— Se queja y asiento. —Te prometo que te acostumbraras, es solo cuestión de tiempo— Le aseguro. Él asiente —No tengo dudas de eso— Pronuncia de una forma extraña y lo único que se me ocurre en estos momentos es beber otro sorbo de café. —¿Te parece si nos ponemos a trabajar? Después de todo tienes mucho con que ponerte al día ¿no?— Sugiero y asiente. —Por supuesto, ¿traigo mi laptop y empezamos?— Propone. —No es necesario, si quieres vamos a tu oficina mejor— Le ofrezco. —Vamos— Afirma poniéndose de pie y lo sigo para que así salgamos de aquí. Trato de tranquilizarme, pero es casi imposible, estoy nerviosa y no puedo dejar de observar la manera que ese pantalón gris oscuro le queda «¡Cálmate Anya!» Me reclamo y de pronto me doy cuenta de que no soy la única que lo mira así. Veo a las mujeres que trabajan en este piso de la empresa y noto como lo ven, como siguen sus pasos hasta que ya no pueden disimular más y deben detenerse. —Distraes el personal— Pienso y cuando él se da la vuelta, me doy cuenta de que no lo pensé, sino que lo dije en voz alta. —¿Disculpa? ¿Qué has dicho?— Me pregunta y niego. —No, nada, solo pensaba en voz alta— Miento y solo espero que no haya entendido lo que dije. —Ya— Susurra y abre la puerta de su oficina para que entre yo primero. Paso a su lado ya que se ha quedado parado allí y la cercanía hace que pueda apreciar el exquisito aroma de su fragancia, una que me hace cerrar los ojos para no distraerme —¿Qué perfume usas?— Pregunta de la nada y lo miro a los ojos. —¿Perdón?— Respondo confundida. —Tu perfume, ¿Cuál es? Es…— Deja la frase en el aire. —Irresistible de Givenchy— Revelo y noto como esa famosa nuez de Adán que caracteriza la garganta de los hombres se mueve delatando que traga saliva de manera exagerada. —Nunca mejor puesto ese nombre— Habla y su mirada se clava en la mía. Ninguno de los dos se mueve ni pronuncia palabra hasta que mi equilibrio me traiciona gracias a mis tacones y él prácticamente me tiene que sujetar por la cintura para que no me caiga —Perdón, tacones— Digo nerviosa y sonríe, pero no me suelta. —Te tengo— Habla y solo puedo atinar a llevar una de mis manos sobre su hombro y tratar de reincorporarme. —Gracias— Le agradezco y me alejo como si estuviera huyendo del peligro más grande de todos y entro a su oficina, un lugar que ahora me parece una trampa mortal.
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