Capítulo 3

2760 Words
════◈◈◈◈◈◈◈◈════ Daniel McGregor    Hay una verdad; Es hermosa. Negarlo sería un ultraje porqué ella es fastidiosamente atractiva.   Lo primero que me atrapo fue el verde de sus ojos que iba acompañado con un leve tono naranja, su mirada está poblada de pestañas que logra darle  profundidad. Lo siguiente que me hizo caer aún más fue la suavidad de su piel blanca, el vaivén de sus caderas al caminar y no podía olvidar su prominente trasero que se destaca con el vestido que usa.   Sus labios gruesos, esos labios que sin dudas me hicieron enloquecer. Sin embargo lo que termino por acabar con mi cordura fue esa boca santurrona, no tiene filtros al hablar y eso me desarma por completo. Toda una fiera.   Es una mezcla de inocencia y perversidad, de tranquilidad y caos. Alguien así solo aparece una vez y por eso mismo es que me rehusaba a reprimir el deseo que le tenía. Si me atraía no jugaría al desinterés como ella pretendía que hiciéramos.   Muy poco me importaba si su madre sería la esposa de Emilio.   Está noche me hizo disfrutar cada gesto de su rostro. Al ver lo desconcertada que quedó cuando nos presentaron me hizo gracia y sabía no era una reacción normal dada la situación. Podía imaginarme todo lo que pasaba por su mente y me divertía que tuviera una imaginación infinita, sin embargo lastimosamente debía romperle el cuento que si pintó porqué realmente no sabía quién era cuando di el primer paso. Tampoco hubiese influido mucho, ella me provoca y yo reacciono, así de fácil.   De los dos fui yo quién  se tomó mejor la noticia, al contrario suyo que no era para nada disimulada. Sin embargo todo radica que cada uno tiene su forma de ver la situación; Mientras yo veía algo en lo que me podía divertir, ella de seguro se  estaba revolcando al pensar que lo que sucedió  en ese baño es un castigo.   Había sonreído con la copa en mis labios al ver el mar de emociones que mostro cuando cayó en cuenta que fui yo quien ganó su retrato, retrato que pensaba colgar en mi sala para no olvidarme de esta grandiosa noche. Lo sentía por ella, por creer que en verdad le daría la pintura cuando realmente tenía otras cosas en mente. Lo único que se me antojaba era verla de nuevo porqué si había algo que admitir es que ella hace todo más divertido, quizás el hecho que sea prohibida es lo que más me envuelve.   Había querido su atención y la tuve. Decir que no estaba satisfecho sería una falacia.   Vi la oportunidad de confrontarla cuando se escabullía al balcón, seguramente para calmarse y no hacer una escena que nos pudiera comprometer. Apostaba que quería matarme, la estaba molestando y ella no parece del tipo de mujer que deja que alguien lo haga. Por eso la seguí dejando a Kolt con las palabras en la boca, tenía algo más interesante que hacer que seguir escuchando sus problemas con April.   Una vez más conseguí satisfacer mi ego el momento que volví a tener su atención. Que quisiera hacerse la dura no le duraría demasiado, no creo que fuera de piedra como para no sentir la misma tensión s****l que yo. No le soy indiferente, me lo dejo ver cuando temblaba sin haberla tocado.   Mis manos todavía sentían el cosquilleo que me dejaba claro que deseaban volver a recorrer sus piernas desnudas.   Me acerqué nuevamente a Kolt posicionándome a su lado. Me reparó de entre ojo y mi curiosidad se disparó al ver como apretaba la mandíbula.   —¿Qué?.   —Te he estado observando y sea lo que sea que tengas planeado, olvídalo. No puedes meterte con ella. —¿Qué tiene de especial?— Escupí a la defensiva. No me gusta el tono con el cual se me dirigía—.  Es una más. Y de todos modos no tiene que importarte lo que haga, yo no intervengo en tus asuntos.   —No seas imbécil, no es una más—Bramo—. ¿Te recuerdo que es tu jodida hermanastra?.   —¿Y que?.   —No puedes enredarte con ella.   Realmente me resulta gracioso como era capaz de reclamarme cuando él, principalmente, es que el menos puede darme consejos de moralista.   —Que infortunio que ya lo haya hecho.   Por segunda vez en está noche lo dejé con las palabras en la boca y las ganas de asesinarme creciendo.    Los planes de marcharme quedaron descartados cuando sentí una mano apretar mi brazo. El diamante del anillo delató a la persona.   Me volteé siguiendo la línea de sus caderas y el escote de su vestido. Sus ojos negros me dejaron en claro que se encontraba feliz  de verme y al mismo tiempo ansiosa.   Annabel Fría silva Sezen se puede catalogar como la mejor mujer que me lleve a la cama. Con ella todo es sencillo y directo, no hay vueltas ni problemas, entendía su lugar así como yo el mío y por eso es que la mantenía en mi adoración.   Después de nuestro primero encuentro en Bora Bora no nos hemos detenido. Múltiples encuentros divierten a mi mente de solo recordarlos, y si, quizás era muy descarado por mi parte meterte con una mujer casada, pero a fin de cuentas yo le daba lo que su marido no podía por su edad y complicaciones cardiacas.   Annabel es fuego y pasión, una mujer de calibre para morirse de deseo y salivar por saborearla. Yo no le guardaba luto a nadie por eso es que la conciencia no me remordía. Si ella quería, por mi bien. No es como si fuera a perder mi tiempo peleando o celándola, no me considera de ese tipo de hombre ya que no le estaba ofreciendo una relación.   —Daniel—Su boca acarició mi nombre. Sabía de sobre cómo provocar para obtener la atención—. Te estaba buscando.   —¿Así?—Me acerqué procurando no hacernos notar—. ¿Y para qué me necesita señora Sezen?.   No me tendría que divertir el cinismo con el que le recordaba constantemente que estaba casada y que aquello no influía ni un poco a la hora de tenerla gimiendo por mi.   El brillo malicioso que tanto me gustaba se hizo notar en su mirada. Disfruta ser una descarada.   —Necesito de tus atenciones. Realmente estoy mal.   Mi mirada la recorrió sin disimulo acordándose de lo que es esa piel mestiza unida a la mía en un frenesí de pasión pura.   Se me acercó, su boca rozaba mi oreja.   —Te esperaré en la cocina dentro de veinte minutos.   La recorrí mientras se marchaba, deleitándome con el vaivén de sus caderas y lo bien que lucían sus piernas largar al descubierto. Annabel es más que consciente que posee una belleza exuberante, por eso es no que duda ni un segundo a la hora de atacar.   Una mujer pasional que no se le puede decir no.   Divisé a mi padre pasar su brazo en la cintura de Juliette Roberts. Estaban en una esquina apartada manteniendo una conversación con varios de nuestros socios, entre ellos él señor Sezen que parecía complacido por tener a Annabel a su lado tomando su mano.   Sin darme cuenta me acerqué a ellos entrometiéndome en la conversación cuando era requerido. Sin embargo en cierto punto dejé de prestar atención cuando la vi pasar acompañada de una joven pelirroja.   Volví la atención cuando me llamaron.   —¿Tú que opinas, Daniel?—Emilio me preguntó poniendo a prueba—. ¿Deberíamos hacernos camino en Alemania como lo dice el señor Bennett o concentrarnos en las cede que tengo en medio Oriente como lo plantea el señor Almiaran?.   Me tomé mi tiempo para responder.   —Ninguna de las dos—Respondí causando el asombro de todos menos en mi padre—. Nos estaríamos limitando demasiado cuando podemos expandirnos por Hong Kong, donde tenemos una cede pequeña que nos da casi los mismo ingresos que las empresas que tenemos en medio Oriente. Si ya nuestras ganancias son de ese tamaño invirtiendo muy poco, imaginen como sería si aumentáramos su presupuesto.   Hubo un silencio que revolvió mis ansias, mi padre no hablaba y ninguno de los hombres que lo acompañaban. No me mostré afectado ya que eso me haría ver débil y eso es algo que hace tiempo me quité el lujo de sentir.   La risa del señor Bennett me calmaron. Le palmeo el hombro a Emilio asintiendo.   —Tienes un muchacho muy listo—Le dijo.   —Lo se—El orgullo en su voz me hizo apretar la mandíbula incómodo —.  Por eso es que esta al frente de casi todo mi imperio.   Dejé de prestarle atención. No soportaba escucharlo alardear de lo inteligente y capaz que soy, eso ya lo sabía de sobra. Mucho antes que él se diera cuenta porqué siempre he sido su segunda opción, por eso Emilio no llegaba a ser una prioridad para mí.   —Disculpen la interrupción. Me gustaría hablarte, Juliette—Pidió la pelirroja que no despegaba de la princesita.   —¿Qué ocurre, Charlotte? ¿Le sucede algo a Rachel?—Alcance a escuchar. No estaban lejos, solo nos alejaban unos pasos.   —Me encuentro algo descompuesta y quería avisarle que Rachel  y yo nos marcharemos más temprano de lo acordado— Le respondió suavemente—. Ya llamé al chófer y no está esperando afuera.   —Esta bien. Avísame cuando lleguen.   Seguí a la pelirroja con los ojos. Se terminó por reunir con Rachel que la esperaba apoyada en una pared con la mirada puesta en sus pies. Intercambiaron algunas palabras y cuando ella levantó la mirada no me molesté en ocultar que llevaba tiempo observándolo.   Le guiñe un ojo que la hizo fruncir la nariz y hundir sus cejas. Hubiera continuado viéndola marcharse de no ser por la voz que acaparó mi atención.   —Vuelvo en un segundo, cariño. Necesito usar el tocador—Le dijo Annabel a su esposo sonriendo con una inocencia falsa.   —Ve, querida—Le respondió antes de volver a enfrascarse en una conversación con el señor Almiaran.   Annabel se atrevió a mirarme mojando sus labios antes de marcharse. Ese estimulante había bastado para ponerme a tono. Le  di una tregua de diez minutos antes de disculparme aludiendo que necesitaba buscar a alguien. 《Prácticamente no estaba mintiendo》.   Entré a la cocina donde solo habían dos hombres vestidos de blancos con gorros de igual color. Me miraron con desconcierto al ver mi intromisión.   —¿Necesita algo, señor?.   Annabel se aclaró la garganta levantando una llave y abrió una puerta para empezar alejarse. Sonreí al ver que las bragas habían quedado en el umbral de la puerta del servicio.   Tomé varios billetes dejándolos sobre la mesada.   —Por su silencio.   No los dejé responder y me marché siguiéndola hasta que me topé con una puerta abierta. Me quité el saco mientras entraba y cerraba con seguro.   Annabel se había bajado los tirantes del vestido que hacían más fácil que sus enormes pechos parecieran querer escaparse del vestido. Se mantuvo apoyada en la mesa polvorienta del depósito con sus piernas abiertas mostrando su sexo. Me quité la hebilla del pantalón sin perder más tiempo. —Estoy enojada contigo.   —¿Así?—Le tomé el cabello en un puño—. ¿Y por qué?— Realmente no quería saberlo, nuestro convenio no se trataba de charlas.   Annabel se rozó contra mi m*****o en una acaricia placentera. Quería distraerme antes de abrir la boca.   —Me ignoraste toda la noche por estar siguiendo a una niña.   La sonrisa tiró de mis labios sin quererlo. No había diversión en ninguna proporción de mi rostro.   —¿Estas celosa?— Ella no me respondió y supe que en ese momento no sería capaz de decirme nada coherente. La besé disfrutando de su experiencia y elegancia, el como sus manos sabían como y donde tocar y complacer. No hay nada que enseñarle pues ella lo sabía todo y me gusta más que nada la forma en la que me encara, pero lo que si no me agrada es su forma de malinterpretar las cosas.   Me hundí en ella tomando mi tiempo, prologándolo en una tortura que disfrutábamos los dos. Sus piernas rodearon mi torso mientras que hacia puños mi camisa. Mis dedos bajaron masajeando sus pechos y presionándole los pezones.   —No tienes idea cuanto te he extrañado—Me susurró en el oído.   El sudor bajó por mi frente y apreté la mandíbula sintiendo tensarse nuestros cuerpos. La devore cuidando de no dejar marcas que la delataran y por ende me pusiera en foco de interés de futuros escándalos.   Annabel me mordió el labio tirando de el. Le sujete con rudeza su cabello comiéndole la boca que mucha veces me ha quitado el hambre.  Sus gemidos alcanzaron a escucharse por lo que tuve que presionar la palma de mi mano callándolos.   Ya nos estábamos tardando demasiado y no era momento para causar disgustos. Las embestidas aumentaron, el choque  profundo llegaba a oírse. La pegué con fuerza agarrando con violencia sus nalgas expuestas. El calor subía y el éxtasis se abría camino entre los dos.   Mis músculos se tensaron y solté un gruñido cuando la empape. En otra ocasión debería importarte que no hubiera un condón de por medio, de no ser porqué Annabel me confesó que hace tiempo se realizó la operación para no tener sorpresas. Ella no quería ser madre y me parecía perfecto, cada quién era dueño de sus decisiones.   Me salí de ella acomodándome la ropa, me volteé mirándola arreglarse al mismo tiempo que unía los botones de mi camisa. Sin dudas Annabel siempre ha sido una buena amante, buena mujer, pero muy codiciosa. Aunque a mi parecer aquello no me parecía malo, es caprichosa y le gusta tener todo, sus objetivos son claros y no me rehuía ni un poco que hiciera lo que estuviera en sus manos para darse lo que merece.   Me acerqué ayudándola con las tiras de su vestido. Las subí pasando mis manos por sus pechos por última vez, los acomodé dejándolos cubiertos por la tela. Le agarré el mentón con suavidad.   —¿Algo ha cambiado?—Pregunté—. Los celos y el extrañarme no son parte del acuerdo que me hiciste, Annabel.   Esperé con paciencia que se defendiera pero la forma en la mantenía la atención fija en la puerta me hacía  saber que solo quería escaparse para jo hacerme frente.   —Yo no te hago escenas cuando decides compartirte con tu otro amante, no me la hagas tú—Continúe—. Si algo cambió es mejor que lo detenga, que me hagas detenerlo porqué ambos sabemos lo que puedes perder por jugar con fuego.   Tomé el saco que deje sobre el estante y salí de la habitación sin decir más palabras. Incliné mi cuello sintiendo una presión sobre el que me causó un dolor punzante.   Caminé hasta la salida sin tener la intención de despedirme de nadie.   Bajé los peldaños de las escaleras rápidamente y le hice una seña al valet parking para que trajera mi auto. Pasaron unos tres minutos y mi coche ya se encontró a mi disposición. De el salió él muchacho y me tiró las llaves las cuales las tomé sin torpeza. Me subí y arranqué el coche dejando muy atrás a ese lugar que solo lograba hartarme.   Conduje alrededor de veinte minutos mientras disfrutaba la tranquilidad de estar sin tanto revuelo. Realmente esté tipo de eventos me agotan al punto de que todas las veces tuve que inventar una excusa para irme más rápido de lo previsto, aunque hoy era la excepción. Mi hermanastra había puesto la noche interesante.   Cuando entré al aparcamiento privado de mi edificio y me estacioné, comencé rebuscar entre mis bolsillos la llave electrónica de la suite. Sentí algo diferente en uno y saqué lo qué claramente no era mi llave. La luz golpeo el artefacto y una sonrisa surgió de mi cuando vi la pulsera con diamantes en mi mano.   El recuerdo de sus labios besando mi cuello y sus manos apretando las mías me descolocó por varios segundos. Ella no podía creerse que después de todo lo  que sucedió saliera impune. Despertó algo en mi, un capricho enorme que iba a otorgarme el lujo de complacer.    ════◈◈◈◈◈◈◈◈════  Sigueme en i********:: Jacquibooks__
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