Capítulo 2

4998 Words
═══◈◈◈◈◈◈◈◈════ Rachel Mac Millán —Quiero un buen show, Rachel. —¿Está listo?. Charlotte saboreó el Ginebra mirándome. Sin responder desvío su mirada a uno de los mozos que repartían bebidas y bocadillos. Me apoyé en la barra esperando el movimiento. Retuve la sonrisa que quería apoderarse de mi al ver como toda la charola con bebidas era vertida sobre el vestido de Cara. Disfrute ver como se enfurecía y le gritaba sin pudor al hombre que agachaba su cabeza. Se marchó enardecida en dirección a los tocadores sin dejar de maldecir. Él mozo se disculpó con Evan, quién se mostraba desinteresado a lo que había sucedido y terminó por asentir para dejar que se marchara. Eso era tan clásico de él, solo le importaba si mismo y todas las novias que tuvo las consideraba un adorno para su imagen. Yo lo fui para él. Cruzo por nuestro lado y se detuvo un momento al costado de Charlotte, ella le puso el fajo de billetes en la mano y esté desapareció luego de eso. Levantó su copa sonriente en mi dirección. Me alejé de la barra caminando con mi objetivo claro, no sería tan descarada como para hacer una escena que pudiera ponerme como primicia de muchas revistas. Solo quería recordarle el por qué me había elegido y de lo que se perdió por su estupidez. Quizás estaba mal pero no dejaba de recordar cómo Cara hizo múltiples notas haciéndome ver como una payasa. Atraje la mirada de Evan. Me fijé como se perdía en la contextura del vestido que había elegido explícitamente para sentirme incansable hoy. Siempre le he gustado pero nunca he caído por él. Me detuve frente a él batiendo mis pestañas pobladas mientras que una sonrisa tiraba de mis labios. Lo detestaba tanto que quería borrarle cualquier satisfacción del rostro, sin embargo ese no sería el plan de hoy. —Evan, me da gusto volver a verte—《Te desprecio , imbécil》. Observé como se quedaba prendido viendo el escote del vestido. Tuve que reprimir el deseo que mostrar mi desagradado por su persona. Seguía siendo el mismo cerdo de siempre. Me obligué a relajar la tensión de mis hombros y repetirme que había mucha gente a nuestro alrededor fijándose en nosotros. —Evan. Me sonrió encantado de que lo fuera a buscar. —Rachel, estoy encantado de reencontrarte—Besó mi mano por un largo tiempo—. Como siempre te ves hermosa. Mis comisuras flaquearon. –Ha pasado demasiado tiempo de que nos vimos por última vez—Su expresión decayó un poco al notar a lo que me refería. Tragó saliva nervioso:—Eh, si. Demasiado. Sujete su brazo en una suave caricia que pareció relajarlo. Evan eran de esos hombres fácil de manejar porqué solo pensaban con su m*****o. La verdad era una pena por Ezra, siendo un hombre tan capaz e inteligente viene a tener a un niñato como heredero. —Tranquilo, no estoy enojada—Le aseguré y eso bastó para que discretamente pusiera su mano en la parte baja de mi espalda—. La verdad es que estoy feliz de verte. —¿Así?—Acercó su rostro al mío—. Yo también te extrañe, preciosa. Vi por el rabillo del ojo como la figura despampanante de la modelo se acercaba a nosotros. Seguro no estaría nada feliz y era momento que supiera que con este idiota perdía el tiempo, ya que mientras halla mujeres dispuesta a seguirle la corriente, ninguna pareja que tenga sería permanente. Intenté soltarme y eso lo desconcertó. —No quiero causarte problemas con tu novia. Cara se plantó ante nosotros mirándome con advertencia. Realmente me parecía estúpido que se pusiera así por una poco cosa. Conocía su trayectoria por las pasarelas y tenía buenos comentarios, sin embargo esa personalidad que posee dejaba mucho que desear. No se contenía y no tenía modales. —¿Qué crees que haces, Evan?. Me soltó un poco sin apartarse por completo. Se mostró impasible, como si realmente no hubiese estado haciendo algo malo. —Solo estaba hablando con Rachel. Se podía sentir la tensión y supe que en cualquier momento ella desataría su furia. No iba a ser parte de ello, la trampa ya la instale y era cosa de ellos si caían ante esa provocación. —Creo que sobro aquí, los dejare solos—Besé la mejilla de Evan avivando el fuego—. Me encanto volver a verte. Me alejé ya sin disimular el asco que sentí todo el tiempo que estuve hablando con ese cavernícola. Podía asegurar que en cualquier instante la repulsión terminaría por ganarme porqué realmente me enfermaba tener que lidiar con un ser tan inferior . Charlotte me esperaba en el mismo lugar donde la había dejado. Se veía satisfecha y me tentaba a voltear para ver la pelea que estaba tenido la feliz pareja, más no quería tentar la suerte. Me puse a su lado esperando que me confirmará. —Las fotos saldrán mañana en el New York Times acompañadas de un lindo encabezado “La nueva pareja deja mucho que desear” o algo parecido—Busqué hasta dar con un hombre que estaba atento a la pelea, un periodista—. No quedarán nada bien parados luego de hacer un escándalo en una de las galas benéficas más importante del año. —¿Le dijiste sobre mi?. —Si, tú no saldrás en ninguna. Me aseguré de dejarte bien parada. —¿Está noche puede ser mejor?. Nuestra conversación quedó interrumpida por la llegada de una mujer quién me entregó un vaso con lo que suponía que era Whisky. La recibí algo extrañada, no recordaba haber pedido nada. —Se la envía el señor—Lo apuntó. Mordí mi labio inferior tomando la valentía para detallarlo sin importarme que me estuviera observando con gran afán. Al instante sentí un calor abordarme porqué ese hombre no parecía los típicos niños ricos que veía mi día a día. Su cabello es de un color n***o azabache, sus iris son de color miel con toques oscuros. La forma de su mandíbula le daba una forma de superioridad y poder. Facciones marcadas y porte de saber que es lo suficientemente bueno como para superarlos a todos que se atravesarán en su camino. Grita pasión y seducción por cada poro. El semblante neutro que traía no le quitaba la sonrisa de encanto que posee. La intensidad con la que mira me hace sentir desnuda. Me cuestione el por qué no podía quitarle la mirada, era como si tuviera un no se que. Me sentí por un instante avergonzada por el calor que sentía, la atracción pura jamás la he sentido hasta este momento. Mi cuerpo gritaba que quería más de su atención pero mi mente retrocedía. Levanté la copa complaciéndolo. Algo tan simple como beber no tendría que hacerme sentir estragos en mi estomago y debilidad en las piernas. —Parece que te gusto—Me dijo Charlotte moviendo la aceituna del Martini—. El sonrojarte como una niña te delata. —Qué chistosa. Me miró teñida de diversión y luego asintió:—A mi me agrada su acompañante, él rubio. Había estado tan inmersa en él que no me había fijado que iba acompañado. Pasé mis ojos por la persona que lo acompañaba y debía admitir que su atractivo era algo que definitivamente iba con los gustos de Charlotte. Sin embargo yo estaba presa ante la tensión de los ojos del pelinegro. 《Una buena distracción, así se ve.》 —Será mejor que ocupemos nuestros lugares. Pronto empezará. Le di un último repaso al hombre y me volteé sintiendo que podía respirar con normalidad al ya no percibir del todo su intensidad. El pecho me ardía con un fuego arrasador, no comprendía. En la mesa que nos correspondía ya nos esperaban mi madre y los señores Cowell, también estaban acompañados por otras personas importantes. Ocupe mi lugar y Charlotte el que estaba a mi lado. Mi madre me miró y le sonreí así se tranquilizará. Seguro su mente maquinaba que la odiaba por querer reemplazar a mi padre, sin embargo aquel pensamiento era absurdo. La conocía demasiado para saber que no buscaba eso en Emilio McGregor. —Rachel, querida, que bella te ves—Habló él señor Arthur Davis, un empresario destacado de hace mucho años. Nuestras familias tienen negocios en común. —Gracias, Arthur. —¿Y a mi no me dice nada señor Arthur? Empezaré a preferir a Paul Becker—Lo molesto Charlotte sabiendo que tenían una enemistad. —Ni se te ocurra, ustedes son mis niñas—Replicó con el ceño fruncido—. Y tú, no necesitas que te diga lo que ya sabes. Siempre te ves espectacular. —Y usted cada vez más joven. Davis se río ante la ocurrente respuesta al igual que su esposa, Malia. —¿La escuchaste, cariño? Charlotte si sabe de que habla. —Claro, querido. Lo que digas—Palmeo la mano de su esposo haciéndonos reír. Me detuve cuando lo volví a encontrar en la mesa de al lado. Normalmente fingiría no haberme notado, cualquier otra persona lo haría, pero él parecía querer hacerme notar que había estado observándome de hace tiempo. No si es consciente que atrae siento de miradas, mayormente de mujeres. La que más se concentraba en su presencia es Annabel Fría Sezen, una esposa joven de un millonario turco. Su belleza es llamativa y es el tipo de mujer que sabe lo que tiene y no le molestaba usarlo. Su marido le doblaba la edad, había fuerte rumores sobre ella y como tomó la decisión de casarse con alguien que podría ser su padre solo para mantener cierto estilo de vida. Dejé de prestarles atención cuando Rupert White se preparó para dar inicio a su discurso. —Sean cordialmente invitados a esté gran evento—Empezó—. Gracias a todos por su compromiso e implacable asistencia, como siempre nos honra tenerlos otro año a nuestro lado acompañando a las instituciones que hace tiempo venimos apadrinando. Volví a buscarlo inconscientemente y tuve que apretar las manos en mis muslos al ver que su atención hacía mi no ha cambiado en lo absoluto. —Para continuar nuestra tradición le daremos la palabra a nuestro principal benefactor—Continúa— Un aplauso para Emilio McGregor. Me quedé dura en mi lugar y entorné los ojos en mi madre al instante. No había que ser muy inteligente para saber que ella sabía de su asistencia está noche. Seguí la figura del hombre que le hacía juicio a todo lo que se escuchaba de él. El porte y elegancia, la determinación y las ínfulas de superioridad, todo lo tenía. A su edad de conserva bastante bien y entendía el por qué mi madre se sentía atraída, hasta Charlotte se quedó prendida viéndolo deslumbrada. —No puedo culpar a tu madre. —Cállate. A los minutos corrí la silla llamando la atención, acerté a decir unas cuantas palabras aludiendo mi partida con que necesitaba ir al tocador. Le dejé saber a Charlotte que no necesitaba que me acompañara. —¿Segura?—Preguntó para cerciorarse. Moví mis ojos hasta donde estaba lo que realmente buscaba y los volví a ella. Me entendió de inmediato y sonrió llevando la copa a sus labios. Mi costillas dolieron cuando tuve que pasar por el lado de aquel hombre. Su perfume me embriago y tuve que apretar los labios al sentir de nuevo ese fallo en mi piernas. 《Me estoy volviendo loca 》. Caminé hasta dar con la habitación de baño. Entre dejando la puerta entreabierta. Procure que mi aspecto estuviera en perfecto estado y saque del bolso el labial. Me estaba retocando cuando lo vi a través del espejo haciendo que mi ego se elevara por haber logrado mi cometido. Tanto estrés y presión me terminarían por acabar y fingir por unos segundos que no era nada a lo que soy me serviría para poder resistir lo que queda de la velada. Como dije; Él se ve como una distracción. —Es el tocador de mujeres—Señalé lo obvio. —Lo se. Levanté una ceja retándolo a continuar. Sentí millones de mariposas en el estómago que ardían. Se me acercó y me perdí bajando con lentitud el labial. Estaba detrás de mi, vi como acercaba su nariz a cuello y sus labios rozaban la piel. Tragué saliva consternada. No me estaba tocando pero se sentía como si lo hiciera. —¿Qué estás buscando?. Solté un jadeo cuando apretó mi cadera echándome para atrás dejando mi espalda pegada a su pecho. Su mano subió por mi cintura hasta llegar al inicio de mis pechos, se la agarré impidiendo que continuará. Me sonrió y agradecí que mi equilibrio dependiera de su agarré. —A ti. ¿No es lo que querías?—Me susurró en el oído— Que te siguiera. —No—Ni yo misma me creí. Me volteó sin dejarme pensar haciendo que mi trasero se pegara al mármol del lavamanos. Sujeto mi cintura y con la otra mano agarró la coleta de mi cabello haciendo levantar la mirada. Mojé mis labios extendiendo una sonrisa. Él sabía que estaba jugando y le gustaba. Me permití relajarme porqué ya había demostrado que no excedería mis límites. Solo quería que me nublara la mente por unos segundos, que me hiciera olvidar que todavía la vida podía sorprenderme. Solo lo dejaría besarme. No quería más de él. —Eres un mentirosa, princesa. Fruncí la boca. No me gustaba ese mote, no me quedaba. Pero aquella molestia se disipó cuando quedó a un palmo de mis labios, las respiraciones iban juntas. —¿Tú ego es tan grande como para aceptar que no llamas mi atención?. La sonrisa tiró de sus labios. —Supongo que lo tendré que comprobar. Se fue contra mis labios sin dejar que lo procesará. Batalla con mi boca como queriéndome hacer saber que él manejas las cosas, sin embargo eso no iba conmigo. Apreté su camisa en puños y le mordí con fuerza el labio inferior. Su mirada me escruto y podía ver el miel de sus ojos oscurecerse. Me subió al lavamanos y me abrió las piernas para colarse entre ellas. Subió sus caricias por mis piernas y muslos alzando el vestido a su antojo. Su boca repartía besos mojados por mi cuello logrando que cerrara los ojos y disfrutara de las sensaciones que hace tiempo pensé que no volvería a sentirlas. Lo empujé un poco y esta vez fui yo quien dio el paso volviendo a unir nuestras bocas con desespero, apretaba mi nuca pegándome a su cuerpo. Enrede las piernas en su torso queriendo extender el placer que me hacia tenerlo junto a mi. En un momento tuve que alejarse mientras él seguía repartiendo besos y caricias. Mi caja torácica palpitaba y quemaba, podía sentir los estragos en cada uno de mis órganos. Cualquier que entrara se llevaría el gusto de ver tal escena indecente. Una mujer y hombre comiéndose la boca, ropas desaliñadas, ojos brillos, y labios jodidamente hinchados. Sentí sus recorrerme la muñeca hasta dar con el brazalete de diamantes que había recibido por parte de mi madre en mi cumpleaños pasado. No se como se las ingenió para soltar broche y me lo quitó. —¿Qué haces?—Logré preguntar. Me volvió a besar fundiéndome en el éxtasis y hechizo del momento. Me hacía sentir como si estuviera caminando en medio de llamas de fuego. Calor, mucho calor. —Te lo devolveré. Se alejó y yo no pude moverme. Antes que marchara volví a preguntar: —¿Por qué te lo llevas?. —Me servirá como excusa para buscarte. Eso terminó por acabarse y se marchó sin mostrarse ni un poco afectado. Cuando sentí que mis piernas podrían sostenerse me bajé del lavamanos. Acomodé mi cabello queriendo disimular las hebras de cabello que me habían soltado, me quité el labial levemente corrido para reponerlo perfectamente. Apoyé las manos en el mármol y tomé una gran bocanada de aire. 《Eso fue intenso》. Procuré dejar pasar tiempo para no que se viera sospechoso nuestra llegada conjunta. Además que quiera que se me fuera la pinta de estar embriagada. Salí del tocador y vi que muchos de los invitados ya habían ocupado la pista de baile con sus respectivas parejas. Me perdí todo el discurso y no me arrepentía. Vi a Charlotte apoyada en una pared, al verme se desprendió de ella mirándome con el temor pintado en la mirada. Estaba pálida y no entendía que le sucedía. Mis intenciones de acercarme quedaron aplastadas cuando mi madre se plantó ante mi y junto nuestros brazos caminando conmigo. Sonreía abiertamente. —Tengo alguien a quien presentarte. Supe que hablaba de su prometido, Emilio. Nos detuvimos frente a dos hombres, al primero lo reconocí sin dudas ya que su existencia ahora es más relevante en mi vida. Al segundo no pude identificarlo ya que estaba hablando de espaldas. Juliette se aclaró la garganta haciéndonos notar y sentí que me mareaba al estar cara a cara con él hombre que hace nada me hizo sentir que estaba en el cielo. Su mirada me hacía saber que no esperaba verme y por un momento me inquiete al notarlo tenso. —Rachel, hija—Mi madre me soltó caminando a su prometido—. Él es Emilio, de quien te he hablado. —Me complace conocerte al fin, Rachel. —Igualmente. —Él es Daniel McGregor, su hijo—Lo presentó ella. Mi expresión cayó en nanosegundos. La bilis me volvió a la boca y solo quise poder volver el tiempo atrás y nunca haber cedido a tener tal encuentro sin antes preguntar su identidad. 《Estúpida y mil veces estúpida》. Mi madre se quedó prendida viéndome y realmente no sabía cómo disimular, qué cara poner, o como hacer de dejar de escuchar las palpitaciones de mi corazón. Daniel reaccionó primero que yo, fingiendo que nada estaba sucediendo cuando realmente había sucedido mucho. Me sonrió y eso bastó para que la cólera avasallara mi cuerpo. Mi mente se hacía muchas preguntas y sacaba cientos de teorías, la más fuerte era que él ya sabía quien era y había decidido burlarse de mí tomándome el pelo. ¿Qué pretendía? ¿Burlarse de la mocosa que es hija de la prometida de su padre?. —Un gusto, Rachel. Se que nos entenderemos muy bien. Mi autocontrol se fue a la mierda cuando dejo un beso en mi mejilla. Por fuera se vería como un saludo caluroso y nada malintencionado, pero los dos sabíamos que estaba siendo una provocación. —Yo tengo que marcharme—Me excuse. No aguantaría ni un momento más—. Charlotte está buscándome. —Claro, cariño. Nos veremos luego. Acelere mi andar sin dejar de cuestionar todo lo que ocurrió. Sentía vergüenza y estaba enojada como nunca, de cierta forma me estaba considerando un juguete. Pura mierda. ¿Acaso él sabía lo de nuestros padres? Pues claro que lo sabía, no se había mostrado ni un poco afectado ante la llegada de mamá, es más, se mostraba familiarizado con ella. No quería maldecir a mi madre pero justo ahora lo estaba haciendo por no ponerme en igual condiciones que ese idiota. Por lo menos él supo todo el tiempo que su padre mantenía una relación seria mientras que yo seguía creyendo que Juliette estaba casada con su trabajo. Charlotte me tomó del brazo asustándome. —Dime por favor que no hiciste nada con él. El silencio fue su respuesta. —Cuando te fuiste y el discurso terminó, tu madre se acercó con Emilio. Al poco tiempo llegó su hijo y nos lo presentó , casi me caigo de culo al ver quién era. —Me siento estúpida—Le hice saber—. Estoy segura que él lo sabía, no estaba ni un poco afectado cuando nos presentaron. O bueno, al menos eso parecía. —¿Y que harás?. —Fingir que nada ha pasado. Todo está en el olvido. Charlotte guardó silencio y luego extendió sus comisuras. Volteé los ojos, me estaba relajando luego de haber pasado por ese mal trago. —¿Cómo besa?. —No te responderé eso. —Oh vamos, Rachel. Dude unos segundos y al final solté la verdad para desahogarme. —Me ha dado el mejor beso de mi vida, te lo juro. Lo detesto tanto por ser quién es, porqué de otro modo tendría la ilusión que lo ocurrió entre nosotros podría volver a pasar. —Es una lástima—Dijo— Aunque si quisieras… —Olvídalo, no sucederá. Si quiero sobrevivir a las cenas familiares y futuras navidades esto no tiene que volver a ocurrir. Charlotte levantó su mentón con una mueca divertida en el rostro. —¿Y él quiere lo mismo?. —Por supuesto. —Permíteme dudarlo. No entendí a que se refería hasta que voltee y vi como se me estaba acercando a grandes pasos. El color de piel se me estaba yendo por los nervios que sentía ahora mismo. No tenia clara muchas cosas, sin embargo una si; No quería confrontarlo. Busque una salida y fue cuando me topé con un rostro conocido. Caminé a pasos apresurados y lo tomé de la mano llamando su atención, al verme sonrió. —Disculpen, caballeros. Tengo un asunto que necesita mi atención. Nos alejamos y sin dejarlo hablar lo llevé hasta la pista de baile. Sus manos se colocaron en mi cintura y me fijé como Daniel había retrocedido y ahora me miraba con exigencia. —¿De quién tratas de huir, muñeca?. Rufus Montaner es hijo del congresista y presidente de las empresas del mismo. Un patrimonio muy aclamado y jugoso de riquezas. Pertenecía a la pirámide de las familias más ricas del país, en el sexto u octavo puesto si no me equivocaba. —Solo cállate. Por una vez estoy feliz de verte así que no lo arruines. Eso bastó para que no soltará ni una palabra más, lo cual agradecí. Tenía tanto en mi mente que lo que menos requería era lidiar con el personaje que es Rufus. Me fijé que su cabello castaño estaba más largo, los ojos grises relucían por los cientos de luces que había en el salón. La música se detuvo dando aviso a que la subasta comenzaría. Rufus me dejó en mi mesa y se marchó, no sin antes regalarme esa expresión burlesca característica de él. —¿Rufus?—Me cuestionó Charlotte sonriendo. —Déjame en paz. Rupert White tomó el micrófono y me concentré en eso. —Damas y caballeros, daremos inicio a la subasta—Anunció—. Lo primero en la puja en unas vacaciones en Maldivas en el hotel de lujo de la familia Greyson. El martillo golpeó la madera. —La puja empieza en 400.000—Una mujer levantó su paleta con el número 18—. 400.000 por aquí. —500.000—Alzó la voz un hombre. —700.000—Subió la oferta la mujer. —900.000—Habló Arthur callándolo a los dos. —900.000 a las 1, a las,…—El martillo golpeó—. Vendida al señor Davis. Los aplausos no se hicieron esperar, Charlotte bromeó con quitarle su puesto en el viaje para irse con la esposa de Arthur y tener su momento de mujeres. Unos hombre subieron al escenario con un cabestrillo y arriba una manta que cubría lo que esté sostenía. —Me complace mostrar la siguiente pieza donada por el destacado artista y pintor, Junior Reyes—Sonreí al escuchar el nombre de mi mejor amigo—. La influencia del arte más aclamada mundialmente de nuestro último tiempo se disculpa por su ausencia y envía sus enormes saludos. —Sin más vueltas daré a conocer su última creación—Arrancó la manta—La sonrisa de un Ángel No puede ser. No puede ser. Agradecía estar sentada o me hubiera caído al suelo por la semejante pintura que estaba observando. Era yo, era mi maldito rostro retratado. Se me veía de espalda con la cabeza a un lado sonriendo. Era como si estuviera desnuda, sin embargo no rozaba lo vulgar, no estaba cerca de ahí porqué me veía tan elegante que por un momento me enorgullecí del talento que tiene mi amigo. Lo mataría por hacerme esto. Siempre le ha gustado hacernos bromas pesadas a mí y a Charlotte. Pero aún así no esperaba este detalle por su parte, se había superado y lo iba ahorcar a penas regresara de Roma. Esto es lo que terminaba por coronar mi noche. —La puja empieza en 800.000—Un hombre levantó la pelota con el número 6—. 800.000 aquí. —900.000— Alzó la voz Evan sorprendiéndome. —1.000.000.000— Rebatió Rufus Montaner y me guiñó un ojo al notar que estaba con los pelos de punta. Estaba hundida. No se escuchaban más ofertas y cuando él señor White retornaría la palabra lo interrumpieron. Charlotte alzó la paleta con el número 1. Se tomó su tiempo para hablar disfrutando haber callado a todo el salón. —3.000.000.000. En ese momento pude respirar.《Esa es mi chica》 —3.000.000.000 a las 1, a las… —5.000.000.000. Voltee a verlo poseída de la impresión y el enojo. Daniel me sonrió con petulancia como si estuviera disfrutando de esto. —Haz algo—Le exigí a Charlotte. —7.000.000.000— Se apresuró a decir. Daniel bebió de su whisky y asintió más de una vez.Se inclinó sobre la mesa sosteniéndome la mirada. —10.000.000.000 El salón callo, Charlotte también. —Vendida al señor McGregor. —No puede ser —Susurró Charlotte. —Lo se. ¿Qué le ocurre?. —¿Él acaba de ganarme? ¿A mí?— Soltó sin poder creérselo. La acribille con mis ojos sin creerme lo que estaba diciendo. —Él el hombre con el que me enrolle resultó ser mi hermanastro, quién además compró una pintura con mi rostro. ¡¿Y a ti te preocupa que te ganara?!. Ella pareció no prestarme atención. Se levantó con el móvil en la mano. —Necesito llamar a Romina. Mi boca se abrió indignada cuando se marchó lista para molestar a su ama de llaves con lo que para ella era un severo problema. No quise mirar para su mesa. Necesitaba aire. Me levanté de la mesa y me fije que mamá se había dado cuenta de mi repentino cambio de humor. Le sonreí así se que quedara tranquila y eso bastó para que volviera a su conversación con los padres de Charlotte. Me alejé de la música y salí a la terraza del salón. El aire me golpeó, empezaba a hacer frío y lo mejor es que marchara ahora. Ya tuve suficiente esta noche y no quería dar pie a que la mala suerte siguiera golpeándome. Cerré los ojos y busqué la paz que no estaba encontrando. Los abrí de pronto cuando sentí una mano tomar mi cintura y una respiración en mi oído. —¿Vas a seguir evitándome?. Me solté con violencia haciendo que su sonrisa se ensanchara. —Hasta que me sea imposible—Escupí con amargura. Quise pasarle por el lado pero me tomo del antebrazo haciendo que retrocediera varios pasos. —¿Qué pasa si no quiero que me evites?. —Lo siento por ti, porqué es lo único que obtendrás de mi. —¿Segura?. Realmente quería romperle sus ínfulas de poder. Me abrió la mano dejando un papel en ella. —Ven a esta dirección mañana. Alucinaba con sus ocurrencias. Se estaba equivocando muy mal. —¿Qué te hace pensar que iré?—Lo cuestioné cruzando los brazos. —Irás si quieres recuperar esto—Me mostró el brazalete que me había quitado. Ese detalle lo olvide por completo. Intenté arrebatárselo pero él lo quitó de inmediato riendo y negando. Se me acercó chasqueando la lengua. —No, no. Si lo quieres ya saber que tienes que hacer. Si será canalla. —Quédatelo. Tengo varios ejemplos iguales y aún más valioso que ese. Me volteé sintiendo la victoria en mi boca. Por una vez parecía que pude callarlo y lo estaba disfru… —Te daré la pintura. Eso me detuvo. Me giré y vi como estaba encantado de haber conseguido llamar mi atención. —¿Qué?. —Si vienes a verme mañana, te daré la pintura—Dio un paso hacía adelante—. Sino no querrás saber lo que haré con ella. Caminó hasta la salida dejándome plantada en mi lugar sin poder reaccionar. Si antes pensaba que estaba nerviosa, ahora podría declararme como a punto de sufrir un infarto. Esto es mi culpa. Si no le hubiera seguido el juego anda de esto estaría pasando y odie tanto que él único hombre, después de tanto, que despertó algo en mi fuera un imbécil con el que no tenía que involucrarme. —Te detesto. Me miró por sobre su hombro. —Y yo detesto no haber vuelto para terminar lo que empezamos. Se marchó dejando grandes complicaciones en mi corazón. Mi mente estaba un lío y no podía encontrar palabras para explicar como me estaba sintiendo en estos momentos. Mi cuerpo me jugaba en contra al sentirse atraído por él. Mi piel hormiguea como si todavía tuviera sus manos recorriéndola. —Te estaba buscando—Charlotte apareció y al ver mi expresión entendió que algo no iba bien—. Le diré al chófer que aliste el coche. La dejé que se fuera porque necesitaba unos minutos a solas. Con ella no hacía falta palabras, me conocía demasiado bien como para leerme en silencio. Abrí el papel leyendo la dirección. ¿Cómo iba a llegar ahí?.
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