Capítulo 1

4793 Words
                                                         ════◈◈◈◈◈◈◈◈════ Rachel Mac Millán Me está haciendo un berrinche y me estoy esforzando para no ceder. —No puedes decirme que no asistirás ¿Qué haré yo?. —Ir sin mí. — Esa no es una opción. Volteé los ojos para concentrarme de nuevo en mi programa de televisión, lo encuentro mucho más divertido que la rabieta por parte de mi mejor amiga. Me eché hacia atrás dando con el respaldar del sofá, no iba a librarme tan fácil de esto. Charlotte se atravesó en frente del televisor impidiéndome la vista y arrasando con mi tranquilidad.《 Respira, Rachel, no la asesines 》 Es mi mejor amiga desde que tengo uso de razón, nuestras madres lo eran y por ende eso contribuyó demasiado para que nosotras también. Ambas somos hijas únicas y tampoco nos hizo falta la compañía de alguien más, pues para mí Charlotte esa mi hermana y sé que yo para ella también. Prácticamente nos hemos criado juntas y no puedo imaginar un mundo en donde no estuviera a mi lado. Si hay algo que la describe a la perfección es el glamour, la hermosura, y manipulación. Tiene una gran popularidad y le encanta ser el centro de atención, disfruta de manejar al mundo a su favor y poner en alto el apellido Cowell. Su relevancia era tanta que se podía considerar la punta de la pirámide élite a la que pertenecemos, la Coco Chanel de Manhattan, la reina.   Su reinado se lo ha ganado a pulso, envolviendo a todos con su mirada oscura hipnótica y conquistándolos con solo mover sus gruesos labios que siempre están pintados de rojo. Sus genes no le habían negado nada pues la excéntrica y despampanante belleza la tiene. Caderas, pechos y trasero prominentes, toda una Barbie. Otra característica que posee, para mi maldita desgracia, es la capacidad de ser tan insistente y perseverante para conseguir lo que quiere. Toda su vida ha tenido lo que se le antojaba y por eso se niega a la posibilidad de no tener algo o que sencillamente no le sigan la corriente. Hace ya media hora que está insistiéndome para asistir a una gala benéfica, era normal en nuestras familias asistir a toda clase de eventos. Sin embargo esta vez tenía que declinar, no me encuentro de ánimos para asistir y mantener el papel “correcto y perfecto”. —¿Y si digo por favor?—Levantó su ceja expectante a mi respuesta. —No me persuadirás, olvídalo. No iba a manipularte esta vez… O eso esperaba. —Vamos, Rachel, te lo suplico. Aumente el volumen de la televisión en un claro indicio que no me interesaba continuar con la conversación. —¡Rachel!. Conté hasta diez queriendo disipar el impulso asesino que quería apoderarse de mi cuerpo. —Ya te dije que no—Crucé los brazos. Entorné mis ojos en ella con severidad—. ¿Quieres que te lo deletree? N. O. No. —¿Por qué no?— Chillo como niña pequeña. Me quedé callada buscando una excusa para librarme de Charlotte. —¿Estoy castigada?— Dudé inclinando la cabeza y terminé asintiendo conforme—. Si, eso. Estoy castigada. Le regalé una sonrisa hipócrita que la hizo molestar, debía reconocer que hacerla rabiar es algo que disfruto. Sus mejillas llegaban a ponerse rojas haciéndole contraste a su cabello pelirrojo cobrizo. Me escruto con la mirada, fulminándome. Torció sus labios poniendo ese semblante que me hacía darme cuenta de que termine por acabar su paciencia. —Tú irás y eso es todo—Determinó. No pude evitar estallar en carcajadas, burlándome en su cara. Esa actitud que quería implementar conmigo no funcionaria, la conocía desde que se hacía en los pañales y no podía intimidarme. —¿Así? ¿Y quién me obligará?—Apreté los labios—. ¿Tú?, por favor, Zanahoria. Su ojo derecho tembló al mismo tiempo que su rostro se ensombrecía. Desde que tengo memoria tengo más que enterado que no le gusta aquel apodo. Le toqué la fibra sensible. Apoyó su peso sobre la pierna derecha y levantó su mentón, retadora. —Si no asistes filtrare tus fotos de preescolar. Eso bastó para que cualquier rastro de diversión que tenía desapareciera. —No te atreverías. Charlotte se me quedó viendo con un brillo malicioso y al final me mostró su móvil. Mi cuerpo se tensó al ver como movía sus dedos sobre la pantalla. Levantó su mirada y no entendí lo que estaba sucediendo hasta que mi teléfono sonó avisando que tenía una nueva notificación. Me apresuré a revisar. Charlotte Cowell te ha mencionado en su publicación. Los ojos casi se me salen al ver la terrible foto que se atrevió a subir; Una mini yo de cinco o seis años salía con un traje de caballo, pero el disfraz no era lo malo, sino que yo era la parte trasera. Literalmente el trasero del Animal. —¡Bórrala!—Le exigí teñida de vergüenza. —¿Irás?. —¡No!. —No me obligues a subir la foto del pizarrón. Oh, por Dios. Esa maldita foto. Cada vez que la recuerdo tengo en claro que mi maestra de ese entonces no me quería o simplemente me preparaba para no tener vergüenza. —Te veías tan linda, el verde realmente es tu color—Me mostró la foto batiendo sus pestañas con cinismo—. Fuiste el pizarrón más increíble de todos ¿Cómo no mostrarle a todo el mundo lo sensacional que estabas?. —Te odio—Alzó las cejas esperando. Trague saliva volviendo a ver la imagen—. Está bien, iré. Me sonrió encantadora y orgullosa por haber logrado que cediera ante ella. Guardo su móvil en el bolso caro carga, sin borrar su aire triunfal que tanto me molesta. —Te recogeré a las ocho—Se colocó las gafas de sol—. Recuerda que es de etiqueta. Los White son quisquillosos y no queremos fallos. —¿Por qué tanta insistencia para que asista?—Indague. Presentía que tiene un movimiento oculto. —No quiero estar sola. Mentira. Charlotte es lo suficientemente aclamada por las debutantes que quieren abrirse camino en el mundo de las familias élite como para considerar que en algún momento pueda llegar a faltar compañía. —Sabes que no es cierto. Las novatas estarán detrás de ti toda la noche. —Y para eso estás tú; Para ahuyentarlas. Yo no hago caridad, cada una tiene que abrirse camino si quiere llegar a ser de interés para los patrocinadores. Charlotte posee cientos de seguidores y colaboro con muchas marcas prestigiosas. Si de por sí ya era conocida por el gran imperio hotelero de su padre, Marcus Cowell, ahora era aún más, ya que yo todos querían el visto bueno de la reina oscura de Manhattan. —Aparte que tengo confirmado que estará Byron Marchetti, una entidad muy importante en Cambridge. Si quiero asegurar nuestros puestos tengo que presentarme ante él. —¿Recuerdas quién es tu padre y quién es mi madre?—. No es por ser egocéntrica, pero es absurdo que se preocupara por ese detalle cuando nuestras influencias nos podían abrir camino en cualquier lado. —Ya sé que papi puede arreglarlo todo, pero quiero lograrlo por mi misma, quizás pueda conseguir una beca para ti y para mí con solo alardear de nuestro historial escolar. Eso me gusta de Charlotte, no le importa que su apellido fuera Cowell, pues ella lo hacía irrelevante con sus logros y actitudes. Se ve tan emocionada por conseguirlo que supe que no había vuelta atrás. Es lo que menos podría hacer por ella cuando le debo demasiado. —Estaré lista a las ocho. Alzó sus comisuras, encantada. —Ahora que toda esta resulto, me marchó. Las tiendas me esperan—Me tiró un beso y se fue haciendo resonar sus tacones. Negué levemente, mostrando resignación. Debí haber previsto que no podría ganarle a Charlotte, cuando algo se le mete a la cabeza es muy difícil sacársela. Definitivamente la Coco Chanel ya había deshecho sus maletas dejando atrás sus vacaciones para subirme a su trono. A los minutos apagué el televisor, la película se volvió pesada y además que le perdí el hilo por estar peleando con Charlotte. Me levanté estirando el cuerpo acalambrado. Moví mi cuello queriendo eliminar el dolor repentino que sentía en él. Aprovecharía para tomar una ducha y despabilarme, tenía que tener las energías renovadas si pensaba asistir a la gala con una gran sonrisa. Entre al baño y llené la bañera. Metí un pie para comprobar la temperatura y una vez que la sentí perfecta me desnude para entrar en ella sintiendo el alivio en mis músculos. Me relajé jugando con las burbujas, esto es lo que necesitaba. Me hundí un poco mojando el cabello y cerré los ojos dejándome llevar por la tranquilidad y paz del ambiente.  Estuve así por un largo tiempo, hasta que el agua empezó a enfriarse y mi piel a arrugarse. Salí de la bañera envolviendo mi cuerpo y cabello en toallas blancas. El aura tranquila se rompió cuando mi móvil volvió sonar. Me fijé en la pantalla y casi volteó los ojos al ver el nombre de Charlotte brillando.《Seguro era una crisis por qué no encontraba nada de su agrado. Descolgué la llamada:—¿Qué ocurre ahora?. Hace poco que se marchó y ya estaba fastidiando de nuevo. —Entra al New York Times. Me colgó sin dejarme preguntar nada al respecto. Tomé el portátil teniendo un mal presentimiento en el pecho. Charlotte en cuanto se trata de problemas no da vueltas, es muy directa y por eso presentía que no está gastándome una broma. Entré a la página del New York Times. Un sitio web y revista muy conocida en todo los Estados Unidos. Si algo salía ahí todo el mundo lo vería. La fuente de chisme y noticias más importante y famosa. Mis ojos siguieron el título del artículo más reciente. Al instante sentí como la bilis me subía a la boca. 》Evan Valverde está de regreso. A las siete de la mañana el jet privado de la familia Valverde ha llegado a Manhattan con el heredero del patrimonio petrolero del excéntrico millonario Ezra Valverde. Pero este no se ha presentado solo, ya que nuestras fuentes lo vieron descender del avión con su novia, Cara Mccoy. Todo apunta que la vuelta de Evan Valverde es para hacer presencia en la gala benéfica de los White. Después de mucho tiempo tendremos al fin su aclamado reencuentro con la heredera de los Roberts Mac Millán luego de su ruptura. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo se sentirá Rachel Mac Millán con el regreso de su exnovio después de haberla engañado públicamente?. 》 Cerré la portátil de un golpe seco, no me importaba romperla. Estoy temblando de la ira y mis dientes presionan sin compasión el labio inferior. Mi cuerpo se calienta, el nerviosismo me hace un nudo en la garganta y la cólera se adueña de mí. No concibo el hecho que este de vuelta y aún peor con ella. Lo odio, lo detesto tanto por haberme humillado frente a todos. ¿Qué podía esperar de todo modos? Estamos hablando de Evan Valverde, el hombre más estúpido y egocéntrico del planeta. Con suerte a penas le trabajan dos neuronas, con mucha suerte. Me alboroté el cabello sin poder eliminar el mal sabor de mi boca. Esta me la paga, lo haría darse cuenta de lo que se perdió.  Se revolcaría, iba a retorcerse en la inseguridad y miseria por haberme dejado un caos cuando decidió partir con su amante luego de ser expuesto follando con Cara Mccoy en la boda de su hermana. ¡Él muy imbécil se había dejado grabar!. Me terminó por mensaje, como si se estuviera deshaciendo de una ropa cualquiera. No lo amaba, ni siquiera le tenía un poco de cariño, todo fue por pura conveniencia. Sin embargo eso no quita el hecho que me humillo haciéndome el hazmerreír de todo el mundo. ¡Meses!. Fueron meses por los cuales tuve que esconderme de la red de periodista que me abordaban a penas daba un paso afuera de mi casa. Me acosaban a toda hora que llegue hasta el punto de tener que irme de Manhattan para poder respirar. Volví a tomar el móvil para conectar a la única persona que me ayudaría a hacerle ver lo que había perdido al romper nuestra asociación. Contactos: Charlotte “Manda el coche por mí. Necesito un vestido”. Enviar. La respuesta llegó a los segundos. “Ya lo envié hace cinco minutos”.   (...)   Mis manos se pasaron con delicadeza por la tela satén del vestido n***o. El corte de la prenda era apropiado para no dar de que hablar, ni mucho menos lucir vulgar. Aunque eso no le quitaba lo sexy y atrapante. Me realza los pechos y tiene una abertura al costado de una de las piernas, se acentúa a la perfección a mi cintura. Me fascina como me queda, me hacía sentir poderosa y eso es justo como quería sentirme hoy. Lista para aplastar cualquier expectativa que tuviera sobre mí, por qué estaba segura de que iba a romper la imagen que todos los paparazzi esperan ver hoy. Me coloqué los colgantes como toque final. Mi cabello n***o sé lucia a la perfección con la coleta alta que me hicieron, el maquillaje de mis ojos destacan el verde de mi mirada. Esos ojos que había heredado de mi madre, ya que el resto solo pertenecía a mi padre. Me retoqué el color de los labios y me fijé por el espejo como la figura de Charlotte entraba a la habitación. —¿Estás lista?. Me sonreí.《Hoy Evan Valverde iba a arrepentirse》. —Lo estoy. Charlotte me sonrió. Sé lo que oculta su mirada, prometía demasiado. Me recorrió de pies a cabeza con orgullo, estaba claro que aprueba mi apariencia. —Tienes sed de venganza ¿No es así?. Mojé mis labios:—No te imaginas cuanto. Agarré el bolso de mano y esperé a que saliera primero para luego seguirla. Descendemos por las escaleras de mi hogar en donde al final nos esperan nuestros padres. Marcus y Elisa Cowell son grandes amigos de mis padres y cuando la muerte de mi padre nos oscureció, ellos nos ayudaron demasiado. —Se ven hermosas—Nos halagó el señor Cowell. Charlotte le sonrió encantada. Ciertamente al ser la única hija era la luz de sus padres, sobre todo la consentida de su padre. —Gracias, papi. Contuve la sonrisa que quería salirme. Fue entonces que busqué a mi madre, Juliette Roberts. Esta unos pasos más atrás, incliné mi cabeza al notar un extraño comportamiento por su parte. Se ve distraída, ausente. —¿Todo está bien, mamá?—Indague acercándome. Intento sonreír, pero no lo logra, su mirada está tensa. —Lo hablaremos en el coche, cariño. Compartí miradas con Charlotte, ella también había notado que estaba pasando algo que desconocíamos. Es muy extraño de mi madre abandonar su carácter fuerte para mostrarse nerviosa, como lo está haciendo ahora. Avanzamos hasta la salida en donde afuera nos esperan dos limusinas. Eso me terminó por alarmar, si mi madre había pedido dos coches era por qué quería privacidad conmigo. Algo está pasando y es muy importante al parecer. Los señores Cowell subieron primero a la limusina, antes de que Charlotte entrara se volteó a verme y entendí lo que quería decirme con sus ojos. Le asentí para que se fuera tranquila y al final se marcharon. Mi madre y yo nos montamos en la segunda limusina. Le sonreí a Alfred, el mayordomo, cuando cerró la puerta. El coche avanzó varias calles, pero de la boca de mi madre no salía nada, es como si estuviera perdida en sus pensamientos y eso me desquicia. No me considero buena para la incertidumbre, me altera demasiado y me da pie a imaginar varios escenarios. Por un instante esa posibilidad cruzó por mi mente, sin embargo la decliné al instante. No es eso. Me mordí el labio inferior sin dejar de mover la pierna. ¿Acaso tanto le costaba abrir la boca y decirme que es lo que le ocurría? Va a matarme con la espera. En un momento se aclaró la garganta dándome aviso de que empezaría hablar. Sus labios se abrieron como si fuera a decir algo, más no salió nada y volvió a sellarlos. ¿Acaso el tiburón de la moda, la gran Juliette Roberts estaba nerviosa? Al parecer es muy importante lo que tiene que decirme para ponerse de ese modo, eso está muy claro. —Cariño—Empezó diciendo—Tengo algo que compartir contigo. Afiance mis ojos en ella y guardé silencio así continuará. Lucía tan terrible que no quería presionarla. Aguardé paciente que continuará. —Estoy saliendo con un hombre. Aquella confesión me tomó por sorpresa y me costó varios segundos procesarla. Mis labios se entreabrieron esperando que Juliette se riera y así tendríamos una buena anécdota sobre la broma que me hizo, sin embargo bastaba con verle la expresión para saber que las cosas no eran de ese modo. Después de la muerte de mi padre tuve que afrontar el hecho que ya no estaría más con nosotras. El silencio de la enorme casa se expandía de una manera tortuosa, hacían falta sus arrebatos de niño pequeño que tanto nos alegraba. Fue difícil para las dos y me atrevería a decir que para mamá aún más, pues era ella quién es el mártir, quién se levantaba cada día sonriendo fingiendo que la noche anterior no ha dormido por llorarle a su recuerdo. Nuestra vida cambió, él ya no estaba más aquí y de pronto Juliette se encontraba al frente de todas las empresas. Llegaba demasiado cansada, todo era nuevo,  le costó adaptarse. Al poco tiempo empezó a abrirse camino en el mundo de la moda reduciendo su tiempo. La extrañaba ya que su ausencia era marcada, notoria ¿Pero qué podía decirle yo? No quería arruinarle la ilusión que tenía con sus proyectos. Después de tanto por fin la veía sonreír y quería mantenerlo así. No borraría el recuerdo de mi madre desecha y sin ganas de vivir, tenía que tenerlo presente para siempre recordar que haría lo que fuera para que sea feliz. No estoy enojada por su noticia, solo algo sorprendida. Me agarro con la guardia baja y seguro me veía como una idiota. En algún momento esto iba a pasar, no podía solo pretender que estuviera sola por el resto de su vida. Si ella quería rehacerla con un hombre yo lo aprobaba, quería realmente que tuviera todo lo que ha perdido. Dejé de torturarla con el silencio y tomé sus manos, le di un apretón suave. —Estoy encantada por ti, mamá— Me emocioné por ella—. ¿Hace cuánto llevan saliendo?. La repuesta fue el detonar un casi infarto. —Un año y medio—Se escudó viendo por la ventana. —¿Qué?. 《Estoy loca, seguro escuché mal》 Oh no, claro que decía la verdad. Pero… ¡Está demente!. —¡¿Un año?!—Alcé la voz sin darme cuenta—¡¿Y cuándo pensabas decírmelo?!. —Lo intenté muchas veces, al final me ganaba la cobardía y solo daba un paso hacia atrás. Apreté mis labios con fuerza reteniendo el impulso de matarla por la excusa estúpida que me está dando. Debía relajarme para no hacer una escena, no es lo que se necesita en este momento y mucho menos lo que se requería. Pero ¿Realmente tan despistada estuve para no darme cuenta? Ahora que me ponía a pesarlo, sí que había cosas que la delataron y yo las obvie. Respiré hondo recobrando la compostura. —Supongo que eso está bien—Reflexioné al final. Si creía que por mi respuesta ella se sentiría mejor me estaba equivocado enormemente. La culpabilidad le brillaba en los poros como linternas. —¿Hay más?—Temí por la respuesta. Sus labios se movieron soltando un murmullo que quise no haber escuchado. —Me pidió matrimonio. —¡¿Qué?!—Mis manos temblaban—. ¿Qué le respondiste?—El temblor de mi voz delataba que esto está afectándome. Cerré mis ojos para no verle la respuesta que me grita con sus expresiones faciales. —¿Le dijiste que si?—Le di la oportunidad de negarlo aunque dentro mío supe que era inútil— ¿Le dijiste que si? ¡¿Cómo se te ocurre?!. —Lo lamento, en serio que lo hago. Ha pasado mucho tiempo y yo, yo solo tenía miedo de tu reacción. —¡¿Mi reacción?!—La aniquilé con los ojos—. Iba a estar feliz por ti, siempre he querido que tengas lo mejor. Lo ideal es que me lo contaras de un principio ¡No cuando estés con un pie dentro del altar!. Odie ver el brillo en su mirada, no quería que se pusiera a llorar cuando tenía tantos sentimientos encontrados. El enojo se mueve dentro de mí como  una bomba a punto de estallar y no podía dejar que explotara, no cuando Juliette se ponía de ese modo. —Lo pospondré, lo haré—Determinó. Acarició mi mejilla con suavidad—. Lo único que quiero es que sepas que no te estoy presionando, tampoco te lo digo por el hecho de que me pidió matrimonio. Si no porque ya es momento que lo supieras. No dudes ni por un segundo que no te tendré en cuenta, tú eres lo más valioso que tengo y si no tengo, no tengo nada. El recuerdo de aquella noche con sus gritos y lágrimas me abordó el corazón. Había una gran diferencia de como estaba esa noche y como se ve ahora, parecía más viva y feliz. Ignoraba que los ojos de mi madre brillaban con ilusión. No fui capaz de darme cuenta hasta este preciso momento. Quizás a lo que iba a ceder es la locura más grande mi vida, sin embargo esto no se trata de mí, sino de ella y mi decisión no tiene que ser un impedimento para que obtenga lo que quiere.  —Si quieres hacerlo… Yo te apoyo, mamá. —¿Lo dices en serio?. —Sí. Se prendió a mí en un fuerte abrazo que me calentó el pecho. Nunca le ha  gustado que la vea llorar, pero sé que lo está haciendo aunque no pudiera verla. Le acaricié su cabello rubio, me hubiera gustado poder heredarlo, no obstante no me quejo por tener casi todos los rasgos de mi padre. Lo único que compartíamos ella y yo es el color verde en los ojos. Se separó limpiándose las lágrimas con disimulo. —Todavía no me lo has dicho. —¿Qué cosa?. —El nombre de tu prometido—Volteé los ojos haciéndola rabiar, odia que hiciera ese gesto—. No quiero reproches y menos escuchar que es algo maleducado voltear los ojos. Vi que se mordía la lengua para no decírmelo y eso me hizo sonreír. De algún modo tenía que cobrarle la noticia que me dio. —¿Y bien?—La presioné. Quería saber la identidad del hombre que nos metió en esto. —Emilio McGregor. Me ahogué con la saliva poniéndome roja al instante, sentía las orejas calientes. Los ojos se me pusieron vidriosos mientras que mi respiración lucha por volver a ser regular. —¿Emilio?—Me quedé sin voz—¿McGregor?. Asintió algo extrañada. ¿Qué podía esperar de ella? Todo el enfoque de mi madre está en las empresas y la prestigiosa firma de moda que posee, es más que obvio que no conoce lo que se dice del imperio McGregor. Nosotras teníamos dinero y mucho, grandes propiedades y reconocimientos. Somos focos de interés y relevancia para alguna revistas por el estatus que nos da nuestros apellidos. Sin embargo las ganancias que conseguíamos en un mes, Emilio McGregor la tenía en un día y quizás aún más. Es el hombre con más influencia de todo el país y de otros también, tiene un patrimonio billonario y su apellido está en lo más alto. Con Charlotte solo lo hemos visto desde lejos, ya que la gente de su tipo muy pocas veces llegaban a codearse con nosotros a pesar de que también tenemos grandes ingresos, ingresos que no son nada a comparación con el suyo. —Mierda. —El vocabulario, Rachel. —Te vas a casar con el hombre más influyente de todo el país, prácticamente respira dinero y poder. Créeme que mi vocabulario es lo que menos debes importarte. Se atrevió a sonreír divertida por mis ocurrencias, pero no le presté atención. Desde que había soltado ese nombre me perdió por completo, ahora sí que tenía varias cosas que asimilar, ya que no solo ella se volvería parte de esa familia, sino que yo también. 《Charlotte estará encantada》 Me fijé que ya estábamos entrando al salón privado. Hay una fila de limusinas y autos de lujo de donde iban a descendiendo gente de grandes riquezas, a muchos los conocía gracias a mi amiga. —Supongo que esta conversación la podemos continuar luego. Le asentí sin responder. Estoy de acuerdo con dejarlo para otro momento porque ahora me ha quitado el aliento y mis neuronas se están quemando. Nos abrió la puerta un hombre trajeado con guantes blancos. Sostuvo la mano de mi madre ayudándola a bajar y luego la mía repitiendo la acción. Me alivié de ver en la entrada a los señores Cowell con Charlotte aguardando nuestra llegada. Vi como ellos compartían mirada con mi madre buscando respuesta, 《Ellos lo sabían》. Tomé el brazo de la pelirroja juntándolo con el mío. Me consolaba saber que tanto ella como yo habíamos estado en ignorancia de lo que sucedía a nuestro alrededor. —¿Qué hablaron?—Dijo una vez tomamos cierta distancia. Sin vueltas lo dije: —Se va a casar. —¡¿Qué?!—Gritó atrayendo miradas. —Con Emilio McGregor. —¡¿Con quién?!. Me fijé que nuestros padres ahora nos prestaban atención. Quise matarla por ser tan imprudente. —No grites. —Lo siento, pero es que se va a casar—Repitió como si yo no lo supiera. —Ni me lo digas—Tomé una copa de las que llevaba en una charola un mozo—. Pensé que mis únicas preocupaciones serían el regreso de Evan y planear mi fiesta de cumpleaños número veinte, no que también tendría que lidiar con su compromiso. Me empine la bebida dejando que el alcohol queme mi garganta. Lo iba a necesitar más de esto si quería aguantar toda la noche. —La prensa te comerá viva. —Lo sé. Cuando mi madre revele su compromiso ante los medios volvería a ser el centro de atención de los paparazzi s, como si no tuviera suficiente con serlo ahora que me vinculan con Evan. Sin embargo el apellido Valverde no le era nada al McGregor, definitivamente cuando nos asocien con ellos seríamos la noticia del año. Miré la copa vacía torciendo los labios. —Necesito otra. Charlotte se quedó prendida mirando un punto fijo atrás de mi espalda. Su expresión se ensombreció y luego volvió su mirada punzante hacía mi. —Necesitar más de uno. —¿Por qué?. Levantó su mentón señalando lo que hay detrás de mí. —Porque tu madre no es tu única preocupación. Volteé sintiendo la ira hervir en mis venas. Evan Valverde entro como amo y señor del mundo después de tanto tiempo de no dar la cara. De su brazo venía colgada la mujer que había participado en mi humillación pública, la modelo sueca, Cara Mccoy. Odie ver su brillo de victoria y arrogancia. Las miradas del gran salón se paseaban de mí hacía él, los murmullos no tardaron de escucharse. Debí suponer que nadie olvidaría el escándalo en el que muy imbécil me involucro. Pero yo jugaba mejor que él, porque al final él me perdió a mí, no yo a él. Le quité la copa con Martini que tenía Charlotte en sus manos. La vacié en segundos. —Olvida mi madre. Tengo otros asuntos que atender.  Ella mojó sus labios mostrándose encantada por lo que íbamos a hacer. —Por suerte, creí que iba a aburrirme.                                                      ════◈◈◈◈◈◈◈◈════ Sigueme en **: Jacquibooks_
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