CAPÍTULO 20: TRATO NARRA FABIEN LACROIX Todas y cada una de las facciones de su rostro se tensaron, sus ojos se achicaron y su mandíbula se cuadró. También estuve seguro de que escuché sus dientes rechinar cuando los apretó con fuerza. —¡¿Que mi hija qué?! —rugió furioso y yo esbocé una sutil sonrisa irónica—. ¡Cómo puedes decirme esto, así por así?! ¡Eso es por tu maldita culpa! ¡Yo sabía que estar contigo no le traería nada bueno! —¿Te quieres calmar? —espeté con fastidio. —¿Cómo me pides que me calme? ¡Es mi hija! Una risada burlona se escapó de mi boca. Enrollé los brazos sobre el pecho y negué. Su hipócrita arranque de padre preocupada me causaba risa y asco, a la vez. —Sí, la misma hija a la que querías vender a esos hijos de puta de los Le Roy, ¿se te ha olvidado? Noté el te

