Capitulum III

1438 Words
Margaret se encontró así misma en otro lugar, rodeada de un fuego intenso que lastimaba sus ojos, sin saberlo era testigo de una matanza. La chica observo con cuidado lo que sucedía a su alrededor y distinguió a seres misteriosos que jamás había visto, caer muertos a sus pies, entonces escuchó con claridad cada uno de los gritos de agonía de esas creaturas, los mismos lamentos que la perseguían todas las noches. Los seres huían de la amenaza frente a ellos, personas, las cuales vestían un traje distintivo de rojo y n***o, armadas hasta los dientes. Los ordinarios disparaban sin ningún tipo de compasión o distinción entre seres que parecían ser simples mujeres y niños, animales y creaturas amorfas. Margaret corrió a través del fuego intentando escapar no solo de los gritos, sino de la desesperación y el miedo que lentamente se apoderaban de ella. Esta vez, sin ser consciente de sus propias acciones, hablo y dijo algo sin sentido: —“Nec tempus nec mors aeternum perdere amorem." El panorama cambio a uno lleno de dolor y culpa, ahora ella sostenía con fuerte apego la mano de un chico sin vida, como si de ello dependiera su propia existencia, Margaret no entendió el porqué de su tristeza y la razón de su impotencia, tuvo miedo de sus propios sentimientos, así que soltó sin pensar la mano del c*****r, se levantó con velocidad y se dispuso a huir de allí, sin embargo, antes de que pudiera siquiera salir corriendo se topó con un hombre parado detrás de ella. El sujeto la miraba fijamente con decepción, Margaret se sintió intimidada ante su figura imponente y sus profundos ojos verde oscuro. —Observa las consecuencias de tus actos, todo esto es tu culpa —dijo el misterioso hombre con desilusión. Margaret quiso hablar, darle razones, explicarle y decirle lo mucho que lamentaba todo, pero ¿qué era lo que lamentaba realmente? La pelirroja despertó al sentir una fuerte punzada en el pecho y la visión fue disipada con rapidez, abrió los ojos sobresaltada y miro los objetos de su habitación flotando, los cuales cayeron cuando recupero la conciencia. Margaret se cubrió con las manos, para evitar ser golpeada con uno de los objetos flotantes. Se levantó, abrazo sus piernas como acostumbraba y se hizo bolita en un patético intento por sentirse segura, por primera vez en la vida estaba asustada y no por sus visiones, sino, por la realidad que debía afrontar y no se animaba admitir. El reloj seguía avanzando, pasaron segundos a minutos y minutos a horas, pero Margaret no se movía, solo estaba allí, sentada sobre su cama, quieta, estática, sin saber que decirse a sí misma para calmar y callar su propio miedo, el cual le hablaba. Después de unas cuantas horas se levantó y comenzó alistarse para la escuela, se encontró lista mucho antes de la hora acostumbrada. Por esta razón, decidió cepillar con cautela su cabello para perder el tiempo sobrante, en consecuencia, comenzó a escuchar sus propios pensamientos, los cuales eran bastantes, susurrando, gritando y diciendo miles de ideas incomprensibles para ella. Margaret opto por ignorar cada pensamiento, hasta que su madre la llamo a desayunar librándola de su tormento, salió de su habitación y se sentó en la mesa con cansancio y sin poder disimular su cara de angustia. —¿Te sientes bien pastelito? ¿Te sucede algo malo? —pregunto su madre, sin poder ignorar un segundo más el estado de su hija. Todos observaron la apariencia desgastada de la pelirroja. La familia LeBlanc había repetido esta escena no una, ni dos veces, esta era la quinta vez en la que Margaret estaba al límite, aunque para ella fuera la primera vez que se enfrentaba a semejante situación, la realidad era muy diferente. Ellos sabían claramente lo que sucedía y estaban muy preocupados por el despertar de los poderes de la pelirroja, habían estado atentos a cada uno de sus movimientos, a sus malas noches, a sus gritos, a sus arranques de histeria e incluso previniendo sus planes de escape. —No he dormido muy bien últimamente —contesto Margaret fingiendo una sonrisa —. No es nada de qué preocuparse mamá, estaré bien, una vez que la semana de evaluaciones termine. Los presentes sabían que mentía, debido a que la realidad era diferente, ella seguiría empeorando hasta que sus recuerdos volvieran y su magia dejara de ser contenida por ella misma y fuera liberada con naturalidad, pues su gran poder emanaba sin su consentimiento. —El estrés no es bueno cariño, intenta relajarte y no darle importancia. Mejor hablemos de un tema más alegre —hablo su padre, llamando la atención de todos los presentes —. ¿Ya pensaste que quieres de regalo para tu cumpleaños?, no todos los días se cumple dieciocho años. —Margaret intento sonreír sin éxito. Por primera vez el tema de su fiesta no le hizo ilusión. Margaret quiso responder, pero fue interrumpida por su propio pensamiento, el cual, esta vez, pudo escuchar con claridad, sin ruidos de fondo u otras ideas queriendo callarlo —Tu sabes que no perteneces aquí. —dijo con firmeza, sin duda con cierta confianza y certeza. —Tu cumpleaños es un patético intento por hacerte sentir parte de una vida a la cual no perteneces, tú no eres como ellos, tú eres… —Creo que me conformare con el esfuerzo y la dedicación que están haciendo todos para lograr darme una fiesta perfecta. —Se interrumpió a ella misma con desesperación, esperando no escuchar más si lograba concentrarse lo suficiente —. Gracias papá, pero... —No, no hay pero que valga, lo mejor para mi niña especial —contesto su padre alzando su taza de café para darle un sorbo. Margaret abrió los ojos sorprendida de la palabra “especial”. —Tu familia lo sabe. Ellos te mienten, te esconden la realidad de tu origen, la verdad que no quieres aceptar. —Cállate —susurro Margaret consiguiendo una mirada confundida de su padre y hermanos. Su padre desde que ella tenía memoria acostumbraba decirle “especial” y nunca le había molestado, más bien le agradaba sentirse diferente, pero en este momento la palabra se había transformado en una ofensa. —¿Por qué me dices así? —preguntó Margaret con un tono más alto y disgustado —. ¿Acaso Claire y Aurora no son especiales? —Perdió la calma y comenzó a sentirse presa de sus propias dudas. —Claro que si amor, jamás... —respondió su padre sorprendido, intentando calmar a su hija en vano. —Entonces, ¿por qué jamás te he escuchado decirles de ese modo a mis hermanas? —interrumpió Margaret sin paciencia y un tanto histérica. Dylan y Samuel la observaron estupefactos—. ¿Acaso yo soy extraña o tengo algo diferente a…? —Cálmate Margaret. —Intervino Dylan temiendo un desenlace donde su hermana no lograra controlar su agitación. —No, ¡no me digas que me calme!... esto es... —contesto Margaret totalmente alterada, había perdido cualquier calma pues la voz no dejaba de decirle lo que claramente era, un ser sobrenatural, y ella se negaba con todas sus fuerzas a escucharlo. —Magui por favor —intervino Samuel—, trata de tranquilizar... Margaret se levantó de la mesa, apretó sus puños, intento calmarse y contener el miedo, la desesperación y la angustia que sentía ante todo lo que estaba pasando. Los sueños comenzaban a tener sentido gracias a su propia voz interior que estaba atormentándola, ella no era una simple chica de preparatoria, no encajaba en esa familia frente a ella, la cual, la amaban y estaban realmente preocupados por su estado. Más bien, la realidad era otra, ella era un ser ajeno a todo su entorno. —¡Cállate, Sam! —grito la pelirroja y sintió el poder emerger dentro de ella. —Acéptalo, sabes la verdad, no eres uno de ellos. Tu eres, una bruja. Margaret perdió el control de sí misma y no pudo contener la gran cantidad de poder que había estado acumulando debido a la negación, este salió sin su consentimiento liberándola de la gran presión que sentía en todo su cuerpo, entonces los vasos, los frascos, ventanas y demás cristales que había en la casa explotaron y se quebraron. Todos se agacharon y se cubrieron ante tal espectáculo y Margaret quedó atónita, sin poder creer lo que había sucedido, ¿Realmente ella había logrado ocasionar tal desastre a su alrededor? No pudo cerciorarse de que no fuera un mal sueño, pues perdió el conocimiento segundo después.
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