La universidad, lugar en donde me gano las miradas de todos y todas, miradas de odio, de sorpresa y fascinación. Son las mejores miradas que uno puede recibir y cuando vienen de mujeres tan hermosas como lo son las 2 que estoy observando en este momento. Me acerco a ellas a paso seguro y creo que no han notado mi presencia porque aún siguen en su charla sobre un chico, algo normal que sucede entre mujeres.
Carraspeo y me decido a hablar - Señoritas - digo y ellas solo me miran sonriendo nerviosamente. Sonrío y la mirada de aquella castaña se dirige directamente a mi boca y sonrío con más razón aún. El que miren mi boca, mis labios y mis dientes, especialmente mis colmillos, es fascinante, porque veo en sus ojos esa sensación de que jamás van a poder tenerme, de que jamás van a poder estar conmigo, porque aquí todo el mundo sabe que estoy saliendo con Cloe y que no voy a terminar con ella para andar con una cualquiera de estas mojigatas o peor aún, serle infiel.
- Hola, Bástian - dice la misma chica que me estaba mirando fijamente y dejo de sonreír. ¿Qué carajos acaba de pasar?, ¿Por qué no está chorreando baba como su amiga?
- Eh, hola - digo confundido y vuelvo a sonreír haciendo que la chica me mire y sonría también haciéndome sentir extraño. ¿Qué está pasando?, ¿Por qué no está funcionando mi encanto? Y, ¿Cómo sabe mi nombre?
- Bueno, si no tienes nada más que decir, nosotras nos vamos, tenemos que ir a clases - dice y sacudo mi cabeza para salir del trance en el que estaba, esta mocosa me acaba de dejar con la palabra en la boca.
La observo alejarse como si nada y hablando como si no hubiera pasado nada con su amiga. Esta chica algo raro tiene, por algo no la pude cautivar como a su amiga quien no dejaba de quemarme vivo con la mirada, si las miradas mataran estaría hecho cenizas en el suelo.
- Hola, bebé - justo a quien no quería cruzarme, respiro profundo y pongo mi mejor cara de meloso para darme la vuelta y enfrentar a esta mujer que me está sacando de quicio con sus malditas muestras de afecto.
- Hola, querida - le digo sonriendo y dándole un beso en la mejilla. Sonríe y me abraza. Odio el contacto físico amoroso y me he tenido que acostumbrar a esto y aún me cuesta. La separo y me mira extrañado - Perdón, es que aún me cuesta esto y lo sabes - digo y ella logra entenderlo porque se aparta un poco y me sonríe.
- Sí, lo entiendo, nos vemos en clases bebé - me dice y le sonrío de labios cerrados y se va moviendo exageradamente las caderas. Niego con la cabeza y voy en la dirección en donde se fue la extraña chica que no cayó en mis encantos.
Cloe cree que he sido muy lastimado por mujeres en mis relaciones antiguas y por eso no me gusta el contacto físico, pero en realidad es porque soy un ser despiadado, frío y sin corazón, literalmente. No me gustan las muestras de amor, prefiero otras cosas.
Camino por el pasillo de la universidad vacío, ya todos están en clases y aún sigo buscando a esta niña, es estúpido todo esto. Soy yo quien anda en clases y son las mujeres quienes andan detrás de mí, no yo detrás de ellas. Suspiro irritado y me doy la vuelta para irme a mi clase porque esto ya es el colmo. Comienzo a caminar directo a mi clase y aquel olor característico a margaritas vuelve a aparecer y cierro mis ojos inhalando profundamente aquel exquisito olor, pero comienza a desvanecerse e intento rastrearlo por todas partes, pero está en todos lados y no consigo saber quién es la portadora de dicho olor. Suspiro frustrado y sigo caminando hacia mi clase, pero antes entro al baño para poder descargar mi furia contra una de las paredes. Cuando entro y me miro en el espejo me doy cuenta de que tengo los ojos rojos, es un hecho de que así no puedo entrar a clases.
Algo extraño está pasando y no me estoy dando cuenta de que es. El olor a margarita que me encanta, pero que a la vez odio, la chica que no cae con mis encantos y la confusión de eso mismo y ahora los ojos rojos. Aprieto el lavamanos y cierro con fuerza los ojos, suelto un golpe a la pared que está a mi costado, suspiro e intento tranquilizarme. Abro los ojos y aquel intenso color gris se vuelve a instalar en mis ojos, suspiro tranquilo, veo la pared y observo aquella grita enorme que se formó por el golpe que di, sonrío y salgo del baño.
Llevo siglos controlando mi ser interior, llevo décadas demostrándome a mí mismo que esto no puede más que yo. Los ojos rojos se presentan en solo tres ocasiones, cuando tienes muchísima hambre, cuando estás en peligro o cuando aparece tu debilidad más grande, porque es en ese momento cuando tu vampiro interno se despierta deseoso de conocer a su compañera o compañero. Me detengo en seco y pienso.
- No, debe de ser hambre, nada más - digo, sacudo mi cabeza y sigo mi camino.
- Yo no estaría tan seguro de eso, querido Bástian - dice alguien y giro enseguida y noto que no hay nadie a mí al rededor.
- ¿Quién eres? - digo poniéndome a la defensiva y solo escucho una risa, pero no logro saber de dónde proviene.
- Soy tú, pero más genial que tú - dice y no entiendo que carajos está pasando.
- Qué gracioso - digo y vuelvo a caminar hacia mi salón, que está a 200 metros.
- Lo sé. Me presento, soy Logan, tu vampiro interno y acabé de despertar para que me presentes a mi querida tua, ¿Dónde está? - dice y yo me río.
- Seguramente este quedando loco, mejor entro a clases - digo y camino hacia la puerta de mi salón de clases y entro.
- Miren quién decidió aparecer, el señor Roosevelt, que bueno que llegó así me explica a mí y a toda la clase sobre la guerra de 1812 - dice el nefasto profesor de historia, es fácil de explicar, es como si hubiera estado ahí. Ah, esperen, si estuve ahí. Sonrío y me paro en frente de la clase para comenzar a hablarles detalles que ni ellos conocían sobre esa guerra.
[...]
- Y así fue cómo en Canadá, principalmente esta guerra se recuerda como una victoria al evitar que los vecinos del sur obtuvieran la conquista - digo y ellos quedan de boca abierta, especialmente las chicas, pero dejo de sonreír cuando el recuerdo de aquella chica castaña que aún no sé cómo se llama llega a mi mente.
- Excelente señor Roosevelt - dice el viejo nefasto y toca el timbre para salir de la clase. 45 minutos hablando hizo que se me secara la garganta, así que me dirijo a la cafetería.
- Oye, idiota - dice uno detrás de mí y giro a ver, pero de pronto siento el sonido de aquel balón de fútbol americano impactar con mi mano antes de que impacte en mi cabeza.
- ¿Qué carajos? - dice el amigo del que me llamo idiota y entonces hago lo que siempre me gusta hacer cuando me tiran cosas, romper sus preciados objetos.
- La próxima intenta darme en la cara y no en espalda, idiota - digo y le exploto el balón con mi mano y se lo tiro al pecho. Comienzo a caminar hacia la salida y vuelvo a sentir aquel olor a margaritas y me detengo en seco.
- ¿Estás oliendo lo mismo que yo? - digo para mí supuesto vampiro interno.
- Sí, es exquisito ese olor... Olor a flores - dice Logan.
- Es a margaritas, idi... - digo y me chistan para que me calle.
- Ya, mi tua está cerca, preséntamela - me dice y yo frunzo las cejas.
- Oye no, yo no conoz... - no terminó de hablar porque Cloe me abraza de atrás y respiro profundo para no sacarle los brazos de su lugar.
- Hola, bebé, ¿vamos a almorzar juntos? - me dice soltándome suavemente y comienzo a respirar de nuevo y le sonrío.
- Iría con gusto, pero tengo unos asuntos familiares que resolver - le miento para no tener que lidiar con sus caprichos, caprichos que últimamente me están volviendo loco, antes ella no era así.
- Pero, me prometiste que irás conmigo a almorzar y luego saldríamos al parque - me dice con esa carita de perro triste que me hace dar náuseas. Suspiro y la tomo de los hombros.
- Lo sé nena, pero hay un asunto muy importante que resolver. Esta noche en la madrugada voy, solo déjame la ventana abierta - le susurro lo último con un tono de voz ronco y le doy un beso en el cuello escuchando aquel leve gemido salir de su boca.
- De acuerdo - me dice y me guiña un ojo, sonrío y la veo irse.
- ¿Ella es tu tua? - digo bajo y Logan no contesta.
- Espera, ¿no sabes quién es tu pareja? - dice Logan después de unos segundos de silencio. Suspiro y me tomo el puente de mi nariz.
- No, Logan, no sé quién es y ese olor a margaritas me está volviendo loco porque se aparece y desaparece por todos lados y no descubro de dónde es, ni de quién proviene y se supone que tú debes ayudarme a encontrarla, por algo despertaste en mí - digo y Logan comienza a reírse como un completo desquiciado, ruedo los ojos y continuo caminando hasta que choco con alguien.
- Disculpa, no vi por dónde iba y necesitaba irme rápido - dice una voz tan dulce y quedo embobado mirando a aquella castaña de un metro setenta más o menos, la misma de hoy.
- ¿Ah?, no te preocupes, no pasa nada - digo y sonrío, pero ella ni se inmuta con mi sonrisa y sonríe, también dejándome ver lo linda que se ve, ¿Por qué no note lo linda que se veía antes?
- Creo que a alguien le gusta la castaña - dice Logan y borro mi sonrisa enseguida notando que la castaña está en el suelo juntando unos libros que ni siquiera había visto. Me gustaría ayudarla, pero algo me dice que es peligroso estar cerca de ella y más teniendo a Cloe vigilándome todo el día. Sigo mi camino y al salir afuera al fin puedo respirar bien, nunca creí que necesitaría tanto el aire para llenar mis pulmones. Camino en dirección opuesta a casa y me dirijo a aquella cabaña que construí hace décadas, unos meses antes de irme de aquí.